Basquetbol

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Toni desplegó las pantallas frente a ella con familiaridad. Así que, cuando Tony ingresó a su taller, ella ya estaba manipulando opciones y cálculos.

—¿Tienes los datos de salida de nuestros viajes cuánticos?—le preguntó al verlo entrar.

—¿Estás embarazada?

Toni apartó la vista de las pantallas y le sonrió.

—Sí. Ya te lo dijo, eh.

—No es su hijo.

—Estrictamente no, pero técnicamente sí.

—No es su hijo, así que no trates de...

—No estoy tratando de hacer nada, chaparrito—Toni volvió la vista hacia las pantallas—, excepto volver a casa. Créeme, no me hace ilusión tener que compartir un Steve con tres de ustedes. Y creo que él tiene suficiente con  soportar a uno de nosotros, en especial cuando es tan gruñón.

—Yo no soy gruñón.

—Entonces, deja el tema de lado y a trabajar. Entre más rápido volvamos a casa, menos amenazado te sentirás por nuestra presencia.

—¿Amenazado? No sé de qué hablas.

Toni no respondió eso, volvió a pedirle los datos que necesitaba y así zanjar el asunto. Pero Tony, no estaba para nada tranquilo.

—¿Dónde están los otros?

—Nuestro joven hermano, dormido en la habitación de Steve.

—Les dije que no podían usar esa hab...

—Steve lo llevó ahí. ¿Qué quieres? Él suele llevarnos en brazos a nuestras camas... ¿a ti no?

Tony bufó, era evidente que su yo femenino le quería tomar el pelo. Así que la ignoró.

—¿Y el otro?

—Lo deje en la cocina, pero no sé qué estará haciendo ahora.

Tony asintió y tomó asiento dándole la espalda a la mujer, desplegó sus pantallas, dispuesto a seguir con el trabajo y librarse de esos tres cuanto antes.

***

Pero ese Tony, ya no estaba en la cocina. Había terminado de desayunar y se paseaba por la torre cuando vio pasar a Steve por el pasillo debajo del piso dónde él estaba. Decidió que seguirlo era buena idea, así que dio media vuelta y se encaminó a las escaleras. No se había cruzado con el otro Tony que había entrado a la torre con unos segundos de diferencia, de haber sido así, habría sido detenido en su intento.

Sabía que ese no era su Steve, lo sabía de sobra, pero no era como si pudiera evitar querer verlo, aunque sea de lejos. Sabía que tan celoso podría ser él mismo, así que suponía que el Tony de ese universo, no lo sería menos. Pero valía la pena el riesgo. Esperó un poco antes de entrar al gimnasio, y lo hizo cautelosamente.

Steve parecía molesto; pasó a un lado del saco de box y le dio un sonoro y certero golpe con el puño desnudo. Luego, lo vio sacar de un casillero un par de vendas. No resistió y apareció frente a él.

—¿Estresado?

Steve levantó la vista. Genial, pensó, ahí estaba el otro al que se suponía que tenía que evitar.

—¿Cómo lo sabes?

—Cuando mi Steve está estresado, boxea... o tenemos sexo rudo.

Sonrió al ver como las orejas de Steve se coloreaban de rojo.

Steve, yo y mis otros yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora