El peor escenario posible

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El joven Tony despertó, se talló los ojos y se giró hasta quedar de espaldas en el colchón. Miró por unos instantes el techo de la habitación, recordó que no estaba en su hogar y suspiró, al tiempo que se preguntaba que estaría haciendo su novio en esos momentos, incluso si, éste estaba preocupado por él. Esperaba que pudiera volver ya y que sus versiones adultas hubieran hecho algo mientras él dormía, de otra manera, seguramente tenía que ir a demostrarles quien era el Tony más inteligente.

A lo lejos escuchó la caída de agua sobre azulejos. Alguien se duchaba en el baño de la habitación. Dio un respingo y se incorporó, hasta sentarse en la cama, a sus pies descansaba tranquilamente el inconfundible escudo del Capitán América. Y se dio cuenta en que habitación estaba. Entonces, se dijo, quien se bañaba...

Bajó de la cama con cautela, intentado no hacer ruido; y así mismo, casi de puntillas, caminó hacia el baño. La curiosidad lo mataba, así que abrió la puerta sólo un poco. En las duchas de la escuela, infortunadamente, nunca había tenido la oportunidad de ver a Steve desnudo, no compartían clases de deportes. Pero siempre había querido hacerlo, vamos, tenía dieciséis años y las hormonas a tope. Sólo echaría un vistazo.

Entre el vapor de la ducha vio la piel mojada del Steve de ese universo, los músculos de su espalda perfectamente marcados, todo en su lugar, perfectamente. Tragó saliva, embobado, de pronto quería volver a casa como nunca antes. En ese momento, Steve se dio la vuelta, lo suficiente para limpiar la espuma del shampoo que tenía sobre los ojos, y Tony salió corriendo. Steve escuchó que cerraban la puerta de su habitación, y supuso que el joven Tony se había despertado. No le dio más importancia a ello y continuó duchándose, por segunda vez en el día. Después de eso, se dijo, ahora sí, y ya que su cama estaba libre, dormiría un poco. El cansancio, al fin, le estaba cobrando la factura.

—Creo que con esto será suficiente—dijo Toni y los otros Tonys asintieron.

—Calibraré con eso—dijo el Tony dueño del taller.

—Bien—dijo el otro—. Revisaré el cableado.

Estaban en eso cuando el más joven de ellos entró corriendo, con el rostro rojo. Los otros lo vieron curiosos.

—¿Qué te pasa?—le preguntó Toni.

—Ste...Steve...

—¿Qué con el capsicle?—Tony esperaba que no se tratara de otro beso.

—Lo vi... es... es... se estaba bañando y es... es...

—¿Qué?—lo apuró Toni.

El muchacho tomó aliento y respiró profundamente.

—¡Muy grande!

Al principio no le entendieron, pero un segundo después, Toni y el Tony más alto se miraron y echaron a reír, dejando a los otros dos perplejos

—Lo sabemos—dijo el hombre.

—Vete mentalizando—dijo la mujer riendo a carcajada batiente.

—¿Es en serio? ¿En todos los universos es así?

Ellos rieron de nuevo, ante la mirada furibunda del otro Tony.

—Tal vez, en unos más—Toni se encogió de hombros—. No tienes de que preocuparte—añadió al ver el rostro angustiado del más joven.

—Te gustará—dijo el otro.

—Bueno, es suficiente—el último Tony bufó—. No me interesa una conversación sobre las partes nobles de Steve.

—Es cierto, es hora de irnos—dijo el otro Tony—, parece que logramos encontrar la manera.

—¡Genial!—exclamó el más joven de ellos.

Steve, yo y mis otros yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora