Cinco.

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—JiYong, JiYong ¿De qué diablos estás hablando? Vamos lévantate hay que curarte, rápido.

Desganado y con poca fuerza se aferró del hombro de la chica mientras intentaba mantenerse de pie tan bien como sus piernas se lo permitiesen, lo sentó sobre la cama y mientras ella iba a paso veloz a el baño a buscar vendajes, medicinas, entre otras cosas que pudiesen ser de ayuda, él se recostó suavemente en la cama, cerrando sus ojos.

¿Por qué me metí en este hoyo? ¿Qué es lo que hago aquí? ¿Ya realmente valía la pena vender droga por unos cuantos wones?

Al escuchar los pasos de Adriana acercarse abrió lentamente los ojos, como si hasta eso se le dificultase, intentó sentarse nuevamente luego de percatarse de que podría dejar las sabanas manchadas de sangre, y no quería darle más problemas a la pobre.

—Está bien, quédate recostado, no importa.—dijo con un tono de voz suave, transmitiendo calma, ocasionando que JiYong cerrase los ojos nuevamente, como si eso le produjese alivio, y volviendo a caer sobre el colchón.

Sabía perfectamente que de sus heridas aún brotaba la sangre a borbotones, pero ya no le preocupaba, su mente estaba más concentrada en los líos en los que se pudo haber metido, tan concentrada en eso que el dolor simplemente pasaba a un segundo plano. Sintió como las suaves manos de Adriana tocaron la piel de su frente, intentando sentir su temperatura; y se sintió sucio, se sintió tan poca cosa, como un delincuente, como si hubiese acabado de asesinar a alguien, impuro. Luego el algodón con agua oxigenada pasó por su cuero cabelludo de a toques llegando hasta la herida y limpiándola poco a poco, cuando esta vez el líquido pasó con algo de alcohol, su rostro de alivio cambió a una mueca de dolor puro, y su mano sólo buscó aferrarse con mucha fuerza a el pantalón de pijama de la joven y halarlo un poco, buscando algo de soporte.

Una vez las heridas fueron desinfectadas, Adriana quitó con cuidado las prendas y accesorios incómodos del pelirrojo, dejándolo solamente con sus vaqueros y camiseta negra, además de los calcetines luego de haberlo despojado de sus tenis.

—¿A dónde vas?—Preguntó curioso luego de darse cuenta de que ella estaba por retirarse de la habitación.

—Tú eres mi invitado, así que te dejaré la cama, por eso voy a traer unas mantas de la otra habitación, voy a dormir en el suelo, a tu lado, así que bueno—Soltó una pequeña carcajada.—Necesito estar cómoda.

—No hagas esto por mí, ahora mismo puedo irme, gracias por curarme.—Hizo ademán de querer levantarse.

—¡No te muevas! Te quedarás aquí hoy, lo digo enserio, no hay problema.

—Te estoy causando muchas molestias.—Una mueca repentina se hizo presente en sus labios.

—No es cierto, ya deja de ser tan modesto.—Sonrió.—Anda, quédate.

—Bien... —Suspiró con pesadez.—Pero apenas comiencen a salir los primeros rayos de sol me iré ¿Entendido?—Sonrió.

—Me parece bien.

Y sin algo más que agregar, se sonrieron mutuamente antes de ella desaparecer por la puerta. Está de más decir que la curiosidad por saber que rayos había pasado para que el terminara así le carcomía, pero suponía que él simplemente no deseaba hablar de eso ahora, quizás por la mañana, una vez que descansara, ya podría saber toda la verdad; mientras tanto no le quedaba de otra que pensar en esas palabras que le dedicó bajo la ventana.

Chico Cloro - Jeon JungKook.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora