Tercera luna: latidos.

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Nunca me gustaron las clínicas. Son un corredero de personas yendo y viniendo. Algunos sonriendo, otros con cara de preocupación. Otros impacientes aguardando a que los llamen desde alguna puerta.
Y ahora soy una de esas. Estábamos sentadas frente a ese consultorio. Mis manos temblaban dentro de las de ella. Sabía que quería transmitirme tranquilidad pero también notaba que ella estaba nerviosa también.
Mirábamos a la gente pasar. Ya habían cambiado tres veces las personas que nos rodeaban pero nosotras seguíamos sin ser llamadas. Me paré por segunda vez para acercarme al mostrador y preguntar si faltaba mucho.
Y de repente la puerta se abrió anunciando que debíamos pasar.
Y al mismo tiempo, toda la ansiedad que había sentido se desvaneció. Había cambiado por un sentimiento de temor. Mis pies no se movían del suelo, y ella lo notó. Se acercó a mí y volvió a tomarme de las manos "¿Vamos?" Me dijo cerca del oído.
Entramos a esa pequeña sala donde la temperatura era más acogedora. La doctora nos saludó y nos observó unos segundos. Nos preguntó quién sería la que se haría el estudio, claramente porque aún no era notorio mi estado. Levanté la mano incapaz de pronunciar palabras.
Al ver que era yo, me indicó pasar a una pequeña habitación continua para cambiarme la ropa y colocarme una bata. Escuché cuando la indagó a ella por simple curiosidad para saber por qué me acompañaba. Y de no estar tan nerviosa me hubiese reído cuando le preguntó si era la tía del bebé. Aguardé su respuesta y ella con un tono muy tranquilo le contestó "soy su otra mamá. Ella es mi esposa".
Fue la primera vez que la escuchaba referirse a mí de esa forma frente a otros. Y fueron las palabras que me quitaron todos los miedos. Porque a pesar de ser yo quien llevaba a nuestro hijo en el vientre, éramos las dos las que atravesábamos este proceso.
Era ella quien se levantaba por las madrugadas conmigo para acompañarme al baño y sostenerme el pelo cuando los malestares comenzaron a aparecer. Era ella quien se encargaba de las nenas cuando yo aún no podía salir de la cama invadida por el sueño. Era ella quien acariciaba mi vientre a diario y le hablaba.
Salí de la habitación para volver con ella. La doctora había salido un momento a buscar algún elemento y yo aproveché para acercarme a ella y besarla.
Sorprendida ante mi reacción, veo que aprieta sus ojos y suspira diciéndome "mmmm ¿Te parece oportuno darme un beso así, acá, ahora?". "Necesitaba" le respondí. "Te amo" continué. Ella me miró con amor y tranquilidad "yo también te amo. Va a estar todo bien".
Me senté en la camilla y ella se apostó a mi lado. La doctora volvió y nos explicó cómo sería el estudio. "¿Están listas mamás?". "Si" respondió ella por las dos.
Nuestras miradas se desconectaron para concentrarse en el monitor que teníamos adelante. Solo veíamos una imagen negra con manchas de matices grises. Ninguna hablaba, la doctora también estaba concentrada. Cuando comencé a preocuparme por no saber si estaba todo en orden, la habitación se llenó de un sonido. Un golpecito acelerado y constante. La doctora se dio vuelta a vernos y sonrió. Yo la miré y después la miré a mi mujer, quien seguía con su vista clavada en el monitor.
Y ahí terminé de caer. Ese sonido tan profundo que atravesaba mis venas y aceleraba mi pulso era su corazón. Tan pequeño y tan fuerte.
Nos estaba demostrando que ahí estaba, aunque apenas lo pudiéramos ver.
No sé en qué momento la doctora se retiró dejándonos unos segundos a solas. No lo sé, porque nosotras nos miramos y nos perdimos en nuestras miradas. La amé más aún de lo que creía poder. No nos importaba secarnos las lágrimas. El monitor ya no sonaba pero yo ya podía escuchar ese sonido por dentro.
Ese corazón que amaría más que a mi vida.

Sos todo lo lindo de este mundo  - FlozminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora