Capítulo Veintinueve

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Capítulo veintinueve.

31 de mayo, 2015.

— ¡Alan!

La silla de Alan se gira, al igual que la de muchos, mientras camino a grandes pasos hacia su cubículo. Lo obligo a ponerse de pie antes de envolverlo en un fuerte abrazo.

»Abrázame de regreso, no seas insensible.

Finalmente ríe devolviéndome el abrazo. Lo he visto solo una vez desde que renuncié, pero me encargo de siempre hacerle llegar por Whastapp vídeos divertidos o cadenas sobre la mala suerte, con el simple fin de molestarlo.

—Es bueno verte en algo más que no sea tu foto de perfil.

—Eso es porque no fuiste a mi cumpleaños —señalo.

—Escuché que fue una fiesta grandiosa. Vi las fotos en el hashtag.

»Es bueno ver que tu hermana no te mató, celebro que sobrevivieras.

—Fue una buena fiesta dentro de todo.

Él vuelve a sentarse en su silla y recargo mi trasero del borde de su escritorio para que hablemos, antes de yo vaya a la oficina de Eva a verla.

»Entonces, ¿Qué me cuentas?

—Nada interesante —Sin embargo sus palabras no suenan muy convincentes—, al menos por ahora.

Permanecemos unos segundos en silencio mientras lo observo. No es que seamos mejores amigos, pero en los meses que trabajé aquí, entablamos una buena amistad.

—Ya lo sabes— afirmo.

— ¿El qué?

—Lo de Eva.

—Todos los sabemos, después de todo hay que darle la en hora buena.

No ha de ser fácil ver como quien te gusta planea unir su vida a la de otro, pero también es cierto que no es culpa de mi hermana comprometerse con quien ha sido su novio, cuando Alan nunca ha sido más que cordial con ella.

—Nunca le has dicho nada.

—Es mi jefa.

— ¿Y si es la mujer de tu vida y solo la estás dejando ir? —Me atrevo a cuestionar.

—No es tan fácil.

—Lo sé. Solo mírame, no era fácil sentir algo por mi caso y no fue fácil renunciar y admitir que ambos estaríamos mejor con ello, además de que debía sincerarme con lo que yo quería. Mi papá suele decirnos que a veces perdiendo también se gana y que quién arriesga incluso si no obtiene los resultados esperados, aprende de ello.

»Es preferible intentarlo, que avanzar atormentado por las cosas que no se hicieron o dijeron.

—Buen consejo— Me da una mueca graciosa y acabo por sonreír. Alan es tan peculiar y raramente divertido, que creo que no sabes cómo no reírte de sus muecas.

Como no pretendo deprimirlo y mucho menos obligarlo a hacer algo o tomar las decisiones de su vida, cambio de tema y trato de ponerme al día de manera inofensiva con él. Alan era una de las razones por las que no moría de aburrimiento cuando trabajaba, porque mientras hacía papeleo o perdía el tiempo haciendo nada, él me hacía reír o compartíamos recomendaciones de series, aunque las suyas tienden a ser raras, profundas y muy analíticas. Así que resulta agradable e incluso entrañable hablar con él. Es uno de los aspectos que extraño del trabajo, además de la rutina y familiaridad.

La D no es por Dexter (BG.5 libro #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora