03 | Acata mis órdenes, princesa.

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Flexión.

Otra flexión.

El sudor cae de mi frente, pero todas estamos igual de sudadas, excepto ella.

La líder solo se limita a darnos órdenes. Y si por algo quise irme de Vanderland fue para no seguir acatando las normas de mis padres y sus limitaciones. Desde que era pequeña he tenido guardaespaldas acompañándome al colegio, luego se quedaban ahí y los alumnos que entraban tarde tenían que dar una identificación, e incluso les registraban para asegurarse de que no suponían ningún peligro. Era bochornoso para mí recibir después las críticas de los padres, decían que tenía muchos privilegios y yo me sentía horrible.

Me detengo para descansar del agotamiento que me produce esto, sin embargo, no duro ni dos segundos quieta, porque unos pasos se acercan a mí.

—¿Por qué paras?

Elevo mi cabeza, mi pelo en una trenza cae por mi espalda, mi top rojo está completamente sudado, y cuando la veo a ella tan perfecta, sin una gota de sudor, me dan ganas de ponerla en su sitio.

Pero debo mantener mi impotencia, si para algo me han educado tan bien, es para saber comportarme como una futura reina.

—Lo siento —susurro volviendo a mi posición para hacer flexiones.

Sin embargo, sus pies no desaparecen de mi vista, y menos aún cuando se agacha frente a mí y toma mi barbilla para que la mire a los ojos.

—Vas a hacer cincuenta flexiones cuando acabe el entrenamiento, y no te dejaré descansar ni un segundo —gruñe.

Se eleva y pita el silbato deteniendo a todas, mi hermana, que está a mi lado, me mira con una ceja elevada, yo ruedo los ojos y me levanto.

—¿Qué te ha dicho? —me susurra mientras la rubia explica el entrenamiento del viernes.

—Que tengo que quedarme a hacer cincuenta flexiones más —gruño cabreada.

Mi paciencia nunca ha tenido límites, pero esa imbécil me está cabreando.

¿Acabas de insultarla?

¡Ah! Esto es grave, ¿y mis modales?

Oprah se percata de mi molestia y me mira sorprendida, —¿Estás...? ¿Cabreada?

—¿Qué? No, es solo que quería pasar por la biblioteca y me molesta tener que quedarme aquí.

En parte es verdad, pensaba ir.

El silbato vuelve a sonar dos veces indicando el final del entrenamiento, todas cogen sus botellas y sus toallas para dirigirse al vestuario, todas, menos yo.

¿Por qué tengo que obedecerla? ¿Quién me mandaría a mí a meterme en esto?

En ese instante veo a una rubia acercarse a la líder, y mi corazón se acelera al darme cuenta de que es la misma que estaba gimiendo entre los estantes.

Ellas dos, ¿son novias?

No puedo evitar escuchar la conversación que mantienen en voz baja.

—¿Hacemos la fiesta en mi casa entonces? —dice ella.

La líder resopla, —Sí, será mejor en tu casa Lili.

Ella asiente y se va sin mirarme, como si no existiera. Me he dado cuenta de que hay cierta superioridad entre las animadoras, unas son más sociables y simpáticas y otras directamente te pisotean en la cara.

El silencio se crea en la inmesa sala de espejos, ahora sí estamos solas. Ella está ojeando unos papeles mientras yo me permito apreciar su ejercitado cuerpo, se nota que se mantiene en forma. Hoy se ha dejado el pelo recogido en una coleta alta.

Lo que quiero es no quererte (EN AMAZON)Where stories live. Discover now