Moscú y Berézina

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Metternich no era militar, su vida era la diplomacia. Por esto, se negó a acompañar al ejército austríaco en la invasión a Rusia. Su trabajo sería más provechoso en Viena. Sin embargo, tres lacayos suyos fueron alistados en la tropa con la misión de transmitirle noticias del frente de batalla.

Por lo que él sabía, el zar Alejandro había preparado la defensa de su territorio con una gran habilidad a pesar de la enorme diferencia numérica. Bernadotte, el nuevo rey de Suecia, y Mahmut II, el sultán otomano, habían firmado la paz con el Imperio Ruso, por lo cual las fronteras con ambos países eran liberadas. La familia zarista se había atrincherado en San Petersburgo, a sabiendas de que Napoleón marcharía hacia Moscú.

La Grande Armée cruzó el río Niemen el veintitrés de junio de mil ochocientos doce. Los ejércitos rusos se dividieron en tres para cubrir mayor territorio. A pesar de todo, la marcha de los franceses fue exitosa. Sin mucha resistencia por parte de los rusos, en poco tiempo atravesaron el territorio del Imperio, cosechando conquista tras conquista.

El mayor ejército ruso, al mando de Barclay de Tolly, se batía siempre en retirada, negándose a combatir contra el enorme ejército francés que, día tras día, avanzaba más y más sobre el territorio ruso. Finalmente, el general Barclay fue destituido y reemplazado por el famoso y arrogante general Mijaíl Kútuzov.

Decepcionando a todos, Kútuzov decidió rehusarse a combatir contra Napoleón, por lo cual el enorme ejército ruso retrocedía cada vez más, dejando a merced de las tropas francesas a miles de civiles. El zar Alejandro tenía que contemplar como su tierra era saqueada, sin poder oponer resistencia.

Finalmente, Napoleón, afiebrado y enfermo, alcanzó a los rusos en Borodinó. Kútuzov consideró sus fuerzas y decidió enfrentarse, mientras una pequeña división del ejército se encargaba de un asunto más importante.

Cerca de ciento veinte mil hombres en cada bando chocaron. Su Majestad Corsa, como lo llamaba despectivamente el zar ruso, decidió abandonar sus viejas tácticas y enfrentar de lleno a sus contrincantes para aniquilarlos en un sólo día. La batalla duró un día entero y murieron setenta y cinco mil combatientes.

Hacia la noche, los franceses "victoriosos" avanzaron mientras los rusos huían aparentemente desorganizados. Napoleón, junto a sus mariscales, se dirigió hacia Moscú, cuyo camino estaba libre. Kútuzov, en cambio, se puso en camino hacia San Petersburgo.

Napoleón entró triunfante a Moscú, esperando que el zar Alejandro I le entregara las llaves de la ciudad para formalizar la rendición. Quizás también, haría desfilar a los ejércitos rusos para que arrojaran sus armas ante el emperador de toda Europa, como ya había hecho con Prusia y Austria.

Lo que encontró fue una ciudad en llamas vacía.

El Kremlin y su plaza icónicas habían sido saqueadas por la propia población en su huida. El fuego se extendía por todos los edificios de la ciudad, uno a uno. La nieve y los esfuerzos del ejército francés fueron inútiles para detener los siniestros. Napoleón observó la gran ciudad rusa caer ante él, sin ser el causante de dicha caída.

Pero los rusos no se rendían.

En su huida se habían llevado cualquier cosa que le hubiera sido de ayuda al General. San Petersburgo era su destino, en la ciudad amurallada del zar. Atrás dejaban su historia saqueada. Sin alimentos, sin medicinas, sin siquiera ropa para el duro invierno, la Grande Armée había capturado una ciudad fantasma.

Seis semanas después, su Majestad corsa ordenó la retirada. Mantener la posición francesa en Moscú era inviable considerando el frío y la falta de suministros para cien mil hombres.

Con la batalla de Maloyaroslávets, los rusos se pusieron en acción. Con tácticas de guerrilla cosaca, sin enfrentarse directamente al ejército francés, saqueando sus propias tierras y quemando sus propias ciudades, el grueso del ejército ruso, al mando del héroe nacional Kútuzov, logró desplazar a la Grande Armée.

Primero los obligaron a escapar por la carretera principal del imperio. Luego, las fuerzas del sur impidieron que escaparan hacia el Imperio Otomano, enemigo histórico del zarato y aliado estratégico francés. Finalmente, bloquearon el norte del país para evitar una salida por mar. El ejército de Napoleón, con el emperador al mando, sólo podía huir hacia el oeste. Y eso hicieron.

A pasos agigantados, el ejército francés huyó como pudo. Hostigados constantemente por las guerrillas cosacas, día a día morían y desertaban miles. Los ejércitos prusianos y austríacos, conocedores de la situación, habían abandonado las filas francesas y habían firmado la paz con los rusos. Indirectamente, esto finalizaba con la alianza franco-austro-prusiana. El momento más icónico fue cuando el ejército del principal aliado de Napoleón, el reino de España a cargo de su hermano José I, se rindió ante el mismísimo zar Alejandro I y aceptó incorporarse al ejército ruso.

Kútuzov finalmente decidió enfrentarse cara a cara con Napoleón, en la rivera del río Berézina. En aquella zona, el río no tenía puentes y el agua estaba por debajo de cualquier temperatura apta para la vida. El ejército francés se plantó en posición defensiva mientras los ingenieros construían un puente en el acto.

La batalla fue una catástrofe. Manteniendo sus posiciones, los rusos obligaron a los franceses a sacrificar al grueso de su ejército para salvar a unos puñados. Sin contar las bajas del combate en sí mismo, una vez el puente fue terminado, primero cruzaron los oficiales, luego la caballería y luego la infantería. Pero a mitad del día, decidieron volar el puente para evitar ser seguidos. Los treinta mil hombres que quedaron del otro lado fueron aniquilados por la caballería cosaca.

Una semana después, el ejército francés cruzó el río Niemen y abandonó finalmente el territorio ruso. De la Grande Armée había sobrevivido un veinte por ciento, casi sesenta mil hombres. Napoleón, el mayor genio militar de Europa, no había podido predecir la desolación del invierno ruso.



Metternich oyó las noticias del propio embajador francés en Viena: Una nueva coalición de países se había formado para enfrentarse a Napoleón en Europa, la sexta coalición anti francesa. ¿Qué haría Austria?

En principio, Metternich no contestó, su plan había sido un éxito pero debía calcular su siguiente movimiento con detenimiento. La alianza con Francia seguía legalmente en pie por lo cual Austria ayudaría a Francia en su pelea con la coalición pero pidió seis semanas para recomponer su ejército. 

Inmediatamente, corrió a ver al emperador Francisco I.

-Su Majestad, ha llegado el momento. Una vez que el ejército francés abandone nuestro territorio, deberemos decidir a quién apoyar, si a Napoleón o a la Coalición.

-Napoleón sigue siendo mi yerno... Pero nunca quise que lo fuera... ¿Cómo está nuestro ejército?

-En seis semanas volverá de Rusia y en seis semanas podremos reclutar más hombres de todo el imperio.

-Entonces en seis semanas, atacaremos.

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⏰ Last updated: Apr 19, 2018 ⏰

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