00

20 0 0
                                    

Odio a los vampiros. No es un capricho personal sino el pilar absoluto de mi vida. Algunos humanos podrían cuestionármelo, viviendo en una ciudad como Astoria, ser un caza vampiros es una tarea que resulta a veces hasta suicida. Sin embargo, a pesar de los peligros que encuentre en los callejones o en rincones abandonados de la sucia ciudad, los vampiros no son algo que tema. No desde que me encontré con Virgilio cuando era un niño. 

No decidí convertirme en esto. Ningún cazador lo decide. Es el destino quién nos obliga a serlo. Y si se trata de mi madre, la venganza es el único fin. Recuerdo cuando vi los ojos esmeralda de Virgilio al encontrarme sobre su tumba, cuando aún le lloraba. Supongo que tuvo más lástima que compasión por ese mocoso sucio y desprotegido. Cuando mi madre fue asesinada por uno de ellos, mi padre se convirtió en un alcohólico, perdió toda su fortuna y sobre todo el respeto de la familia, amigos, colegas, inversionistas... y sin embargo, a pesar de  su inconsistente personalidad etilica, decidí quedarme. A pesar de los golpes. A pesar de los insultos. A pesar del maltrato. Nunca supe explicármelo ¿por qué lo hice? Fue una de las preguntas insistentes dentro de mi cabeza. Una y otra vez, todas las noches del resto de mi vida. 

Ahora veo a ese pobre ser corriendo, huyendo de mí  y siento cómo el pecho me quema. Llevo persiguiéndolo durante un largo rato. Quizás piense que aún hay esperanza. Pero se desvanece como los segundos que nos quedan justo cuando nos acercamos al bosque de Astoria, el que nos conecta con el tren responsable de traer a los vampiros a la ciudad. Podría decir que siento a través de su respiración agitada su dolor, no sólo el físico sino aquel que presiente cualquiera al saber que está a punto de desaparecer, de encontrarse con la muerte. Y es peor aún cuando el responsable de su desaparición seré yo. La luz de la Luna llena permite que la iluminación del bosque sea percibida. Sin embargo no en su totalidad debido a las frondosas copas de los árboles. Recorrí aproximadamente tres kilómetros hasta acorralarlo. Sé que él tiene poderes vampíricos. Está en su sangre. Sin embargo no es tan experimentado. No como los otros. El chico se mueve desesperadamente a través del pequeño sendero creado por los humanos que suelen venir a curiosear. Este lugar sin dudas es muy grande y peligroso, sobre todo traicionero. Especialmente por las criaturas salvajes... ¿Son aullidos de hombres lobo o sólo caninos? Uno nunca podría descubrirlo a ciencia cierta. Me oculto silencioso sobre una copa de un árbol. El chico se detiene a recuperar el aliento, sosteniéndose sobre sus muslos. Esta justo en el centro del sitio. La penumbra me oculta pero no de forma suficiente a él. Puedo observar su brazo izquierdo herido por una bala que disparé desde la mansión. Traga saliva y se nota que el corazón está a punto de explotarle y observo que, a pesar de que el miedo se apodera de él, aún tiene espíritu para seguir huyendo. Sin intenciones de enfrentarme. Y eso me llena de furia. Quisiera poder matarlo ahora mismo. Salto de la rama gruesa sin olvidar clavarle una aguja bendita sobre el hombro, la cual hace que caiga de espalda. Él me ve en silencio y vuelve a ponerse de pie, igual de temeroso, apretando su brazo como evitando que la sangre continúe saliendo, pero no pretende hacer algo más. Ni siquiera escapar. De sus ojos salen lágrimas de desesperación y su garganta apenas puede retener los jadeos incontrolables de la persecución. Levanto la mano que sostiene mi arma apúntandole en el pecho y decido disparar. 

BlakeWhere stories live. Discover now