Capítulo 9

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Música suave pero con un toque osado se escuchaba con más claridad una vez cruzamos la puerta principal

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Música suave pero con un toque osado se escuchaba con más claridad una vez cruzamos la puerta principal. La estancia es pulcra, amplia, nada parece quitar aquella frescura y ese aroma de confort que se ve en cada detalle que la adorna. Lo único que parece quitarle protagonismo a todo el lugar iluminado por aquella lámpara de techo en forma de flor con unos pétalos que iluminaban toda la sala, no era la escalera a un lado, esa casi no se notaba se seguías mirando al frente, lo que inmediatamente captaba tu mirada era aquel ventanal corredizo de puertas francesas abiertas que daban vista hacia aquel jardín iluminado por el brillo de las personas que conversaban, disfrutan y bailaban al ritmo de aquella melodía que deambula por el lugar junto con los camareros que caminaban con bastante agilidad por el jardín decorado con elegancia, delicadeza y un toque de picardía.

Miro todo a mi alrededor, tragando el nudo que se había formado en mi garganta cuando comencé a subir escalón tras escalón. Humedezco mis labios resecos por la ansiedad. Suelto mi vestido y acomodo mejor el pequeño bolso en mi mano izquierda para deslizar la derecha sobre algunos pliegues que se habían formado sobre la tela negra. Mis ojos recorren las paredes, los rincones, los objetos que tantas veces había visto en las noches a través de aquellas fotografías para tratar de recordar algo, pero nada. Llegó hacerme sentir frustrada, molesta, ¿cómo era posible que no los recordara?, con el tiempos, en las noches, me convencí de que eso se debió a que fueron pocos los años que estuve en esta casa.

Un pie tras el otro, sintiendo a Ava detrás de mí, dejo caer los ojos cuando vuelvo a mirar hacia el frente, hacia esa pequeña línea que nos divide.

—Bienvenida a casa Luz —susurra Ava, aunque no la veo, sé que sonríe, está feliz de que esté aquí, de que esto esté sucediendo. Me gustaría contagiarme de eso, de esa genuidad que ella desprende con su presencia, con lo que ella cree correcto y es verdad. Pero no es así, no siento que nada de esto sea adecuado o cierta, más bien lo siento fuera de mi alcance, irreal por más que sea lo contrario. Ella cree que es verdad por lo que Diego le dijo, cree que es verdad por un papel lo dice, pero también hay algo más, ella cree algo que yo dedo pueda pasar.

Siento su mano en mi brazo, cortésmente le sonrío, es lo único que atino hacer cuando siento al temor disfrazado de ansiedad invadirme a través de un susurro escalofriante que se queda pululando en mi cuello. Con un gesto que hace en los labios, me invita a dar el paso que me falta, y lo hago, mirando una que otra vez la puerta que parece invitarme a salir huyendo de este lugar.

Pero ya era tarde.

La frescura de la noche acaricia la piel de mi pierna descubierta, ya estábamos afuera, la hora de arrepentirse ya paso de turno. Ava me señala con la mirada una mesa, ellos sonreían, celebraban chocando sus copas o alguno que otro comentario que compartían por lo bajo arrancándoles de sus labios más sonrisas que trataban de disimular mirando para otro lado, tapando sus bocas, o con un trago.

Se les veían tan bien...sin mí.

Es como si mi ausencia no representará nostalgia alguna durante estos años que estuve lejos por una razón que no tengo completamente clara. ¿Y qué hay de Diego, mi abuelo? Su partida parece que no les afectó. Solo fue alguien más en sus vidas. Un conocido, pero a la vez un extraño que solo merecía unos momentos de tristeza. Ellos era una familia, sin Diego y sin mí. Así parece que estaban mejor. Yo morí con mis padres hace más de 18 años y Diego, bueno, creo que antes de que él falleciera él ya estaba muerto para ellos.

FIN DEL JUEGO © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora