Capítulo 12

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—¿Estás segura que quieres hacer esto sola? —pregunta Andrea por segunda vez del otra lado del teléfono

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—¿Estás segura que quieres hacer esto sola? —pregunta Andrea por segunda vez del otra lado del teléfono.

—Es lo mejor —respondo cuando Alex detiene el coche frente a un parque pintoresco, parece salido de un cuento —,es la primera vez y no dudes que él tomara sus precauciones.

—Baermann tiene razón —completa Schmidt junto a una inquieta Andrea que escucho como se pasea por el lugar con algo de intranquilidad al dejarme sola en este encuentro precipitado.

Es sospechoso, todo ellos lo dijeron cuando llame para dar aviso de esta cita que no esperábamos que ocurriera tan rápido, yo no lo esperaba. Andrea pensó lo mismo, ¿por qué ahora? ¿por qué así?. No quería dejarme irme sin por lo menos un custodio, estaba Alex, pero eso no sería conveniente dijo Schmidt con voz autoritaria, callando e incrementando su negación a esta cita que ella creía no era buena al ser tan precipitada. No había nada que hacer, por ahora estamos en manos del El Maestro y debemos taconear a su ritmo.

No lo negaré, si, es algo dudoso, apresurado para ser verdad. Entiendo porque a Andrea esto no le da buena espina, era demasiado pronto para que él accediera tan fácil, a la primera invitación. Según lo que hemos sabido de él, gracias a un estudio minucioso de Schmidt, El Maestro, es un hombre cauteloso, no da pasos en falso, se cubre la espalda mejor que nadie, es el hombre de las alturas y no pisa el suelo a menor que sea necesario, una necesidad y eso es, en parte, lo que Andrea le inquieta.

Al ser esta la primera, al no saber porqué está en tierra, al desconocer su jugada aquí, Schmidt considero que esta primera vez debía juega limpio, arriesgarnos a lo que sea, sin nadie de la OFIC merodeando.

No me he atrevido a decirlo en voz alta, pero yo también desconfío y tengo algo de recelo de todo esto. Lo bueno es que tengo unas gafas oscuras que cubre mi mirada delatadora de los ojos penetrantes de Alex que busca cualquier vestigio de inseguridad. Si nota que tengo al de duda, cuando salga llamara y les dirá. Sé cómo se mueven ellos ya.

—Esta vez debes moverte a su manera, nada puede parecer diferente. —Miro por la ventana —Si él nota algo en ti, algo que no lo convence, será tu fin. Recuerda Baermann, no solo lo queremos a él, también queremos más pruebas que lo saquen definitivamente de este juego —culmina Schmidt.

Sacar del juego.

La tierra estaba muerta, seca, parece que nunca hubo rastro de vida, y si lo hubo, murió con agonía.

Levanto mi rostro, el viento seco acaricia mi cara, las hebras de mi cabello bailan a su rima; lento, cansado, sin ánimos, sin vida. Lo hace por mera necesidad. Mis labios se curvan, duele esa esquina, pero era la señal de que esto estaba por acabar. Mi dedos tocan la comisura de mi boca, llegan hasta mi mejilla y el dolor de antes se intensifica por casi toda mi cara, se dibuja con el pincel de la furia, de la rabia que le costó contener cuando por fin pude hablar y borrar aquella soberbia que siempre iba con él. Puedo sentir aun la palma de su sucia mano golpear mi mejilla sin pensarlo dos veces.

FIN DEL JUEGO © Where stories live. Discover now