Un encuentro en plaza Grau

10 0 0
                                    

Conducía mi moto hacia la plaza Grau, estaba en mis dieciocho años a punto de cumplir diecinueve. Acababa de tener una fuerte discusión con Liz y la relación se volvía débil. Una chica mayor que yo, que había tenido una historia conmigo en el pasado rondaba por mi vida para entonces, Liz se comportaba indiferente y es por eso que mis ojos se volvieron a fijar en aquella tipa del pasado. Cuando Liz notó que me iba alejando trató de acercarse con bromas cariñosas, y yo la apartaba, entonces se molestó, me empezó gritar y yo hice lo mismo, no soporté el problema, la deje sentada en el asiento que había debajo del árbol cerca de la acera de su casa, ya no quería verla, no quería saber de ella quizá hasta que la alteración haya pasado, entonces podríamos hablar tranquilos y probablemente terminaríamos con todo. Encendí mi moto y abandoné el lugar. Cuando llegué a una esquina me estacioné cerca de una pequeña tienda, saqué el celular de mi bolsillo y marqué a la tipa del pasado. Su teléfono timbraba y timbraba, nadie contestó, volví a intentar y antes de que la llamada pase a la contestadora, alguien respondió, era ella. Me preguntó quién era como si nunca le hubiera dado mi número. Extrañamente le dije quién era, entonces su tono cambió, pero no como yo quería, parecía apurada o molesta por mi llamada, le pregunté qué pasaba, "nada" me dijo, entonces quise contarle lo que había ocurrido. Ella sabía de lo mío con Liz. Dejé de hablar segundos después que comencé a narrar. Ella me cortó la historia diciendo "habla rápido", le pregunté de nuevo qué pasaba y ella volvió a decir "nada", entonces se escuchó a alguien más a su lado diciendo "te puedes apurar amor" y ella respondió "ya, ahora voy" luego se dirigió a mí "escucha, hablamos luego ¿sí?, ahora estoy ocupada", "está bien" le dije, pero ese luego jamás llegó, nunca volví a marcarla y ella no volvió a rondar en mi vida. Aquella sensación era nueva para mí, me sentía bastante mal, había visto a mis compañeros de la universidad con problemas parecidos, todos lloraban por alguien, los romances llenaban sus hojas, antes yo los había visto y dicho que no puede ser posible que el único problema en la universidad sean los pleitos amorosos, mientras la misma universidad se caía a pedazos. Ahora me sentía parte de ellos, del club de los deprimidos por amor, y aún sintiéndome como ellos también los mandé al diablo. Encendí mi moto y dirigí a la plaza.

Cuando llegué al lugar me coloqué en la zona del parqueo, no tenía dinero para pagar por la seguridad de mi vehículo, pero no me importó. Caminé por ahí, era como el medio día, mi madre estaba en su trabajo, seguramente cocinando, mi padre estaba en su casa quizás haciendo algunos ajustes a su motocarro sentando en una pequeña banquita a lado de su mujer. Los vehículos continuamente estaban en marcha alrededor de la plaza, podía ver a algunas personas de muy avanzada edad sentadas en los bancos viendo a los carros pasar. Eso puede ser atrayente, algunos cogen el vicio y pasan sus vidas sentados en las plazas viendo a las personas felices, tristes, llorosos o molestos. En el centro de la plaza estaba la estatua de Miguel Grau, muchos adoraban a este individuo, pero este individuo seguro que se revolcaba en la tumba al ver al país, que con tanto sacrificio defendió, sumido en la corrupción desde el más pequeño hasta el más alto rango, las cosas estaban así y nadie podía negarlo. Se veían varios bancos vacíos a lado de la estatua, fui a sentarme, no por la estatua, sino por qué también estaba plantado allí un enorme árbol que acogía indiscriminadamente con su sombra. Mi mente trataba de divagar, pero siempre terminaba pensando en lo que sucedía con Liz y lo que me había hecho dicha chica del pasado. Mi mirada se perdía en una de las manchas del piso, y yo me sentía mal. Por un momento pensé que no tenía por qué prestarle mucha atención, pero la música de los alrededores hablaba de amor, yo sufría por amor, Liz estaba mal por amor, mi madre lloraba todas las noches clamando a mi padre y lo mucho que lo extrañaba, mi padre había preferido a otra mujer por amor, dos colegiales pasaron en ese momento abrazándose con amor, mis compañeros sufrían por amor, mi vecina vivía de los chismes del amor, los cantantes actuales sólo hablaban de amor por que tal vez creían que lo único que piensan y hacen las personas es el amor. Todo me pareció cursi y mi cabeza bloqueó otros pensamientos. ¿habrá alguna otra cosa más importante que los romances?, me preguntaba, seguro que ese es el peor sufrimiento que puede experimentar un hombre, dije. Mientras reflexionaba y me agarraba el pelo para calmar el dolor de cabeza, de repente, alguien se acercó a mí, tenía una voz algo afeminada cuando me saludó, entonces levanté la mirada y lo vi, era un flaco de pelos amarillentos, un poco alto, traía una camisa blanca percudida, usaba unas sandalias que estaban muy malgastadas y el talón tocaba el suelo, estaba puesto un pantalón azul viejo que le daba hasta las rodillas y llevaba una cuerda de plástico que servía como cinturón que rodeaba su angosta cintura, tenía un aspecto hambriento, se podía notar en esqueléticas mejillas, parecía como si no hubiera comido en días. Lo saludé y volví bajar la mirada dirigiéndola hacia el suelo, él continuó parado frente a mí sin hablar, mis ojos se fueron a la punta de sus pies, parecía tener una enfermedad de infección allí, viré los ojos hacia otro lado, entonces habló, me ofreció unos discos piratas viejos que lo había visto sostener, yo le dije que no gracias, me siguió ofreciendo lo que tenía, lo miré, esta vez me mostraba unas ropas viejas con algunos huecos corroídos seguramente por cucarachas o ratas, le volví a decir que no gracias. Continuó mostrando sus artículos, caramelos sacados de una bolsa llena de barro, más discos, mas ropa vieja, yo le seguía diciendo que no, no traía conmigo ningún centavo, "otro problema es el dinero" pensé. Después de decir no gracias muchas veces, el sujeto que con su voz afeminada me hablaba enérgicamente, que hasta parecía tener más vida que yo, dejó de hablar y se me quedó viendo totalmente inmóvil, clavando su mirada en mí, me comenzaba a incomodar, entonces lo miré a los ojos confundido. Debió confundir mi confusión con alguna confusa agresividad. Su entre ceja se ciñó, sus ojos parecían muy molestos, yo no apartaba la mirada y estaba sorprendido como es que una frente tan liza podía estrecharse de tal manera. "¿QUE MIERDA TIENES AH?" me dijo con voz chillona. Me sorprendió ese cambio tan repentino, no supe que decir. "¿TE CREES MACHITO NO?", continuó. Yo no salía del trance y aún no tenía ninguna idea de que es lo que tenía que decir. "¿QUÉ TIENES AH? IGUALANTE, MALCRÍADO, DAÑADO", seguía diciendo. Entonces el foco de mis ideas se encendió de pronto y supe que decir, me pareció algo tan obvio que no sabía por qué no lo había dicho antes, "tranquilo, vete de aquí, por favor", hablé. "¿QUIERES PELEAR?, ¿AH?, ¿QUIERES PELEAR?, TE CREES BACANCITO ¿EH?, ¿QUÉ MIERDA TIENES PARA QUE ME GRITES?" me gritaba. No le había vociferado, pero le volví a decir lo mismo con un tono más elevado, y él me continuaba gritando. Se agarró los pantalones con una mano y con la otra quiso venir hacia mí con aspecto amenazante, eso me comenzaba a alterar, me incorporé enseguida y lo esperé con todo mi cuerpo a la expectativa, entonces no me pareció tan alto, sin embargo, su aspecto no cambiaba, se veía débil y hambriento, se le notaba en los ojos. El retrocedió al ver que yo me levanté de mi asiento, retrocedió unos metros y comenzó a gritar "¡AUXILO! ¡ME QUIEREN PEGAR! ¡AYUDA!" se volvía a mirarme y me decía "¿QUÉ TIENES AH? ¿QUIERES PELEAR? ¿AH? CONCHATUMADRE ¿HA?". No sabía exactamente lo que pasaba, era algo extraño, lo seguí mirando ahí de pie gritándome, insultándome entre vulgaridades y vulgaridades, yo reflexionaba todo lo que podía de la situación, trataba de recordar algo que lo había ofendido, pero no encontraba dentro de mis cabales razón alguna para explicarme dicho comportamiento, entonces me di cuenta que el tipo estaba loco, no iba muy seguido a esa plaza, pero las veces que solía ir jamás lo había visto, no se parecía a ninguna persona que sufría de amor, ni que vivía de los chismes del amor, me preguntaba si los cantantes que fomentaban sólo cosas románticas también sabían de estos tipos y sus problemas, pero esos cantantes se ven finos, elegantes, llenos de dinero, seguro que no lo saben, pensé. El tipo seguía allí gritándome, yo me cansé de estar parado frente a alguien que ni me escuchaba, me volví a sentar y el tipo pareció querer acercarse y le dije una vez más "vete por favor, déjame tranquilo, yo también tengo mis problemas", el sujeto no se fue hasta un rato más, se cansó de gritar y continuó su camino agarrándose los pantalones, me pregunté por qué, quise ver a qué dirección se había ido, y lo único que vi en el camino era la cuerda de plástico seccionada por furia y abandonada entre las bolsitas viejas de helados que las personas olvidan botar en el tacho de basura. Ya habían pasado algunas horas y continuaba allí, no había ido a la universidad, me quedé sentado en el mismo lugar, poco a poco las personas iban llegando y caminaban a través de la plaza, compraban popcorn, se lo comían todo y botaban las bolsitas al piso. Seguro que esas personas también tienen algún problema, sino no vendrían a caminar por plaza, pensé. Salí del banco y fui a mi moto, nadie me cobró el parqueo, la encendí y me fui a casa dejando la cuerda rota allí y a la estatua de miguel Grau estática e inamovible.

Días después cuando me encontraba hablando con mi padre, le conté sobre lo que me había pasado en la plaza, le hablé del tipo loco con todos los detalles y aumenté la historia diciéndole que por poco y le daba una paliza al tipo. Quería quedar como alguien valiente frente a mi padre. Pero mi padre pareció reconocer los rasgos que le describía del sujeto loco, y luego para asegurarse de que lo conocía él completó los rasgos y me dijo las demás características que yo había omitido. Sí, justo el, ¿lo conoces viejo? Le pregunté. --me dijo y movió su cabeza tristeza-es un buen tipo, su familia lo abandonó, a veces cuando voy a la cola de los motocarristas, él charla con todos, nos contó que su familia se fue a Lima, no tenían dinero para mantenerlo para siempre así que se fueron, le dijeron que regresarían cuando hayan acumulado una fortuna, pero nunca volvieron, él tuvo que buscársela, esos discos que te ofreció los sacó de la basura junto a esas ropas y caramelos , a veces las personas le compran por lástima, y con se consigue algo de comer, pero las personas no siempre le tienen lástima y no le queda de otra que buscar en la basura si hay algún alimento tirado, él camina por todo Iquitos y donde le da la noche duerme, algunas veces, nos contó que, otros sujetos, enfermos sexuales, abusaron de él, cuenta que lo violaron muchas veces y por ellos al parecer sufrió trastornos psicológicos de ahí su comportamiento algo afeminado, él trata de sobrevivir como puede, así que es mejor que no le hayas golpeado, su familia no lo quiso por su deficiencia mental, pero estoy seguro que tiene los mismos derechos a la vida y a una buena vida como cualquiera, sólo que cualquiera no puede darse la buena vida.

Otro día me encontraba yéndome a la universidad, tenía una exposición de trabajo e iba llegar tarde. Tomé la ruta que pasa por la avenida 28 de julio y por la calle Freyre. Una cuadra antes de pasar por el mercado Modelo, el semáforo se puso en rojo, empecé a bajar la velocidad despacio, aunque iba tarde no me apresuraba y conducía lento, trataba de ahorrar gasolina, arrastre, aceite, frenos y todo lo que se podía, apenas tenía un sol en el bolsillo para alguna copia o separata, si un clavo, tachuela, zeta, alfiler, o a algún zancudo se le ocurría picar la cámara de mi moto, me jodía y probablemente regresaría a mi casa empujando mi vehículo sin importar la distancia, como lo hacía siempre. Más allá del semáforo había un cúmulo grande de basura y una persona rebuscando entre ella, el semáforo se puso en verde y comencé a avanzar, el sujeto me pareció conocido, cuando me acerqué más y pasé por completo de largo, ya lo había reconocido, era el loco de plaza de aquél día, abría los costales, buscaba en ellos, sacaba algo que le sirviese y luego buscaba en otro costal. Era verdad lo que mi padre decía. Desde entonces tuve la oportunidad de verlo muchas veces y en diferentes basureros, las personas pasaban por su lado, carros lujosos, negros, blancos, amarillos con lunas polarizadas, dentro de aquellos vehículos seguro que había personas charlando, riendo, escuchando música, música romántica, personas con buen traje, buenos zapatos, ¿acaso estaban ciegos? Pero ahí estaba el sujeto loco, rebuscando entre la basura para vender a alguien que le tenga lástima y comer al menos un pedazo de pan. yo jamás olvidaría esa mirada, esa tristeza y hambre en sus ojos, sus pies descalzos llenos de frío, ese retazo de cuerda tirada en el camino que antes había sido un su cinturón.
Una vez me regalaron unos zapatos que los jóvenes de entonces lo usaban, yo estaba acostumbrado a zapatillas simples de diez soles, eran más prácticas. No encontraba ninguna razón para comprármelas de mayor valor. Agarré los zapatos caros, los puse en mi mochila y salí en moto en busca de aquél loco, busqué por todos los basureros y calles que lo había visto, no estaba por ningún lado, entonces regresé a mi casa. Otro día salí otra vez a buscarlo y tampoco lo volví a ver. Le pregunté a mi padre sobre el sujeto, le dije que quería regalarle unos zapatos caros pero que no lo encontraba, y fue cuando me dijo que había fallecido semanas atrás, lo encontraron muerto en un basurero, salió en los periódicos. Yo no leía muchos periódicos porque estaban repletos de informaciones sobre la vida y sus escándalos de las personas de la televisión, a mí no me interesaba aquello. Los médicos forenses no se molestaron en hacer ningún estudio, y fue como si nunca hubiera sucedido, como si el loco de los basureros jamás haya existido. Guardé los zapatos y con el tiempo los usó mi padre. Yo me quedé con mis simples zapatillas. Lo mío con Liz se solucionó, no sé cómo, pero continuamos. Y ahora cuando voy a veces a la plaza Grau, me siento en el mismo lugar y pienso en aquel encuentro, en aquel intercambio de miradas tristes entre un chico que pensaba en el amor y un loco desgraciado que vendía basura y comía basura para poder sobrevivir.

FIN

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: May 21, 2018 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

DíasWhere stories live. Discover now