Capítulo 51

202 21 0
                                    


Creo que yo me dormí en algún momento, mientras seguían hablando. Cuando desperté ya había amanecido y mi mamá dormía recostada sobre su cama incomodamente doblada en una orilla y con los pies colgando hacia el suelo, mientras mi hermanita ocupaba gran parte del centro de esta. El Enrique estaba durmiendo sentado en el piso al lado de la ventana, el Daniel estaba por el otro lado de la cama también durmiendo estirado en una orilla y tapado con las colchas y yo me había dormido a los pies de la misma, con los pies colgando hacia fuera y enrollado sobre mi mismo.

Sentí frío y me levanté y el Enrique y mi mamá se despertaron al sentirme.

La casa estaba silenciosa. Al parecer Julio aún no había vuelto.

Entre los dos decidieron bajar al primer piso a inspeccionar, pero no me dejaron ir con ellos. Mamá hizo que me volviera a acostar al lado de mi hermana y nos tapó con mantas a ambos, como si yo también fuera pequeño.

Oí el ruido del mover de los muebles que reacomodaban para volverlos a su lugar, mientras observaba a mi hermana que dormía placidamente y se había acomodado muy cerca de mí, tal vez creyendo que era mamá quien estaba a su lado.

Por instinto le hice cariño sutilmente en la cabeza, y en eso la voz del Daniel me hizo dirigir mi atención a él.

—¿Regresó? —me preguntó levantándose, y yo sólo le levanté los hombros, sin tener claro qué decirle.

—Creo que no... —musité sin seguridad.

Chasqueó la lengua ante mi vacilante respuesta y salió del cuarto.

Todo me era tan extraño; hasta ellos ahora eran como desconocidos para mí.

Hasta ese momento no tenía claridad del tiempo transcurrido, ni de lo que me había pasado; nadie me había explicado nada, y aún no lograba en absoluto asimilar todo lo que acontecía a mi alrededor; trataba de ordenar las ideas en mi cabeza, sin poder convencerme de que en realidad el tiempo había pasado, porque como no recordaba, para mí era como si yo aún siguiera en el pasado. Creo que aún estaba en un completo estado de shock.

Poco después, mamá vino a decirme que bajara a desayunar.

Los observé mientras ellos se alimentaban, y mamá ponía un pan con queso cerca de mí y se me hizo agua la boca. Fue ahí que me dí cuenta que tenía demasiada hambre y tuve ganas de llorar sin saber porqué.

Quise tomar el sandwich y llevármelo a la boca, pero apenas y lo toqué con mis manos, unos sónidos como gemidos llenaron mis oídos, y de pronto era como si solo hubiera oscuridad a mi alrededor, y oía madera crujir, y sentía como si alguien me desgarrara por dentro y me llené de pánico y ya no fui capaz de siquiera probar bocado, pues era como si una amenaza se cerniera sobre mí tan solo con el hecho de alimentarme.

No entendía que me pasaba, empecé a respirar agitado y las manos me temblaban solas. Solté el sandwich y pude volver a calmarme.

Mamá me observó triste y preocupada al igual que el Enrique, y le hizo un gesto y él se reacomodó sentándose al lado mío.

—Tienes que comer algo... —me dijo hablándome como si yo fuera su hermano pequeño— ¿Quieres que compartamos el mío? —me preguntó partiendo su pan por la mitad y poniéndomelo en la mano, y yo veía que todos centraban su mirada en mí.

Traté de darle un mordisco, sentía que las tripas me gruñían en el estomago, pero apenas tuve el trozo en mi boca otra vez esos sonidos los escuchaba dentro de mi cabeza, y sentía un dolor tan hondo, un miedo; me era imposible comer tranquilamente.

AdolecerWhere stories live. Discover now