Capítulo 06

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Capítulo 06:

Un escalón, dos escalones, uno y, de nuevo, otro más.

Subía las escaleras con destino a su salón de clases, arrastraba los pies y sujetaba con una mano uno de los tirantes de su mochila. Se le había hecho tarde por pasar tanto tiempo afuera sin siquiera darse cuenta. Se sentía extraño, de nuevo volvía a él la extraña sensación de soledad, de vacío, y, lo más raro de todo, era que eso aparecía al momento en que se dio su separación con la rubia. Porque no era como si se conocieran de toda la vida, pero esa chica lo hacía sentir lleno, confortable. Como si lo demás a su alrededor no tuvieran ninguna importancia.

—¿Qué haces aquí? —Nico le había preguntado detrás de él, al momento en que lo vio mirando hacia la entrada del colegio, pero sin ninguna intención de entrar.

—No sé —le contestó en un acto de inercia, porque en realidad no sabía qué hacía allí afuera.

—Vamos, amigo —le tocó el hombro con delicadeza —. Vamos a llegar tarde.

Asintió y se fue detrás de él con la mirada y la cabeza gacha, sus ganas de asistir de a clases que, de por sí ya eran escasas, habían llegado a un punto donde con lo más mínimo estaba dispuesto a regresar a su casa, aunque el día de clases transcurriera de la misma manera que siempre.

—¿Qué propones tú? —cuestionó el muchacho de cabello claro con su tono de duda bastante expuesto.

—¿Proponer? —repitió en modo de pregunta. No sabía a qué el muchacho se refería —¿De qué o a quién?

—Simón, ¿en qué mundo estás? —se giró hacia él y con la ceja alzada lo miró con desconfianza.

—Discúlpame, no te estaba poniendo atención.

—Me refería al profesor —continuó caminando con la seguridad de que el chico tras él le escuchaba —. ¿Cuál crees que sería una buena excusa para inventar por qué llegamos tarde?

Simón se rascó la cabeza, un poco pensativo, ni siquiera había pensado en qué decirle al señor aquel, daba gracias a Dios porque no se trataba del mismo del que lo salvó Ámbar la otra vez, ahí sí de seguro tendría unos problemas muy graves.

—No tengo idea —se rio y se adelantó para llegar a la par de su compañero —. Algo se nos debe de ocurrir, además, el profesor es bastante pasivo.

—En eso tienes razón —le siguió la risa y siguieron caminando en silencio.

Al momento en que llegaron a su aula de clases, Nico empujó a Simón obligándolo a tocar con más fuerza de la necesaria la puerta que los separaba de la clase. Unos segundos después y la tupida barba canosa del mismo profesor que, semanas antes, le hubiera dado la bienvenida con su clase, apareció frente a ellos, colgada del mentón de su dueño.

—¿Qué es esa forma de tocar la puerta? —inquirió con el entrecejo fruncido y su voz enseriada.

—Disculpe, queridísimo y estimado profesor —habló Nico desde atrás del moreno —. Es que mi amigo Simón estuvo a punto de caerse, si viera que es bien tonto, lo único que pudo detenerlo fue la puerta.

—Pues debería tener más cuidado, señor Álvarez —su entrecejo volvió a ser relajado, sin embargo, no se apartaba del camino para poder dejarlos pasar —. Y, ¿por qué llegan tarde?

—Oh, sí —esta vez fue Simón el que continuó —. Mi queridísimo amigo Nico tuvo un problema estomacal, él es muy inconsciente y se lleva a la boca lo que sea, créame, lo que sea. Hoy sufrió las consecuencias y no vea cómo ha dejado el baño —se hizo un poco hacia tras, quedando muy junto a Nico y con su mano derecha, la llevó hasta la entrepierna de este y apretó el tesorito que ahí se encontraba, provocando un gemido que sonó bastante adolorido.

Querida Ámbar |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora