Capítulo 24

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Capítulo 24:

Nico viajaba sentado en el auto de su padre, golpeando con los dedos el vidrio de la ventana mientras trataba de sacar una melodía para distraerse, sin intención de querer prestar atención a los verdosos ojos de su padre que no de vez en cuando lo observaban tan fijamente, como queriendo ver a través de su piel. Le daba un poco de miedo. Aun no sabía cómo es que no habían impactado contra algo o alguien ya que el hombre que conducía prácticamente no le quitaba la mirada de encima.

—Oye, papá, mi amiga dice que debe ser algún tipo de extraño privilegio verme, pero, sinceramente, no creí que tú también compartieras su pensamiento —dijo ya incómodo por la situación —. Nos mataremos si sigues desconcentrándote del camino.

—Sí —mencionó nada más y puso su mirada al frente, tentado a seguir viendo cada uno de los movimientos de su hijo.

El rubio desde el primer momento en que vio la repentina voluntad de su padre supo que algo no andaba bien, había una pieza del rompecabezas que no encajaba, ¿por qué esa atención ahora si antes no lo hizo? Pensándolo bien, no era la primera vez que se sentía incómodo en su presencia, después de la fiesta en su casa se empezó a comportar de una manera un poco diferente a la habitual; al desayunar siempre lo veía por el rabillo del ojo, aunque disimulara no hacerlo, le daba la mano cuando podía y lo hacía hablar sobre la hija de uno de sus colegas en el trabajo, ¿con qué fin? No lo sabía. No todavía.

—Nico —le llamó con su voz naturalmente grave —. ¿Te puedo hacer una pregunta?

Pensó antes de responder, imaginándose como de qué podría ir la interrogante. Automáticamente su corazón empezó a palpitar animadamente, poniéndole heladas y sudorosas las manos, tentándole a responder que no, porque su mente también había empezado a mover tuercas para vislumbrar la posible incógnita en la mente del mayor.

—Ajá... —respondió luego de un omento de silencio mezclado con nerviosismo.

—¿Tienes novia?

Tosió con un deje de alivio y un montón de pesadez, no era exactamente la pregunta que se esperaba, pero era el disfraz de esta. Claro, con esta podía al menos defenderse un poco, mas suponía que luego de esa vendrían otra similares hasta que llegaran a la que explotara la bomba.

—¿Por qué me lo preguntas? —no quería siquiera mirarlo, sabía que sería una mala decisión porque en ese momento sus ojos destapaban todos sus secretos. Secretos que prefería mantener encerrados la mayor parte del tiempo que se le fuese posible.

—La chica de la otra noche pareció no agradarte en absoluto —sin mirarlo, así hablaba. A pesar de que quería ver cada una de sus reacciones ante el tema, una parte de él no quería darse cuenta.

—Parecía que me la estaban tirando encima, como si yo fuera un perro hambriento y ella un pedazo de carne, ¿tú crees que eso es justo, tanto para ella como para mí? —puso los ojos en blanco con evidente desagrado.

—Parecía que le gustabas —contestó con el tono de voz calmado.

—Exacto, parecía.

—¿Crees que no? —forzó una risa acompasada —. No te hagas, que tú sabes que tienes lo tuyo.

—Esa chica me saludó como si yo fuera un monstruo y luego volteó a ver a su padre para congelarse de miedo —recordó la cara de la pobre chica, parecía un gatito asustado y atrapado entre un montón de perros —. Creo que, como tú dices, parecía que yo le gustaba porque estaba obligada a ello. Y, solo para que te quede claro, es raro que me digas que «tengo lo mío».

Querida Ámbar |SIMBAR|Where stories live. Discover now