Capítulo 30

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Capítulo 30:

Querida Ámbar...

No sabía que esto iba a llegar a este punto, al menos no tan pronto.

Somos el uno para el otro, ¿verdad que sí? Eso fue lo que nos repetimos con tanto entusiasmo aquella vez. Quiero mantener todos estos sentimientos encerrados en el mismo baúl por todo el tiempo que se me sea posible, incluso si eso se me dificulta demasiado. He pasado estos últimos días pensando en que debimos empezar desde mucho tiempo atrás, o simplemente nunca haber empezado con eso que iniciamos de la mano. De esa manera tal vez no sería tan grande el sentimiento de tenerte a mi lado siempre. Aunque, si lo pienso bien, siempre fueron grandes las ganas de estar junto a ti.

No estarás sola, te lo prometo. No importa dónde vayas, allí estaré yo. Hicimos un trato, ¿lo recuerdas? Cada vez que veas la luna en todas sus faces te acordarás de mí y cada vez que desaparezca no te desanimarás puesto que sabes que volverá a salir en algún momento.

Son nubes, ¿bien? Las nubes que ocultan el brillo de la luna representan esto que estamos atravesando, no estamos brillando juntos, pero lo hacemos en nuestro lado del mundo por nuestra propia cuenta.

Yo estaré bien, lo estarás tú también, me lo prometiste. No quería dejarte ir, ¿lo recuerdas? Al final tuve que hacerlo, es tu sueño y no soy nadie para impedírtelo, porque no sería tu novio si lo hiciera.

Mentiría si te dijera que estoy bien, que me levanto cada día con el deseo que las horas, los días y los meses pasen muy rápido. Tenías razón sobre los sueños, son un poco crueles. Pero en ellos estamos juntos, ¿no? E igual a ti, allí tampoco decimos adiós. Solamente nos damos cuenta de que estamos dando el último aliento y despertamos solos, sin nadie que nos tome la mano.

Eres parte de mí, soy parte de ti. Destinados a estar juntos. Recuérdalo, te lo ruego.

Te amo con todo mi ser; Simón.

Simón dejó de escribir y apagó la luz de la lámpara que estaba ayudándolo con la visibilidad y regresó a oscuras hasta donde estaba posada la cama de su nuevo dormitorio. Todavía se le hacía extraño que lo último que viera antes de dormir fuera las dos grandes ventanas de vidrio y no aquella que era prácticamente una puerta y que daba espacio al balcón, regalándole una magnífica vista hacia la casa de Ámbar. Era extraño sentirse acompañado y a la vez tan solo.

—De verdad me encantaría que estuvieras aquí —susurró sintiendo un nudo en su garganta. Ya no era nada extraño que este apareciera noche tras noche.

Levantó una de las almohadas que estaban a su lado para después sentir la suave textura de una tela que le traía tantos hermosos recuerdos. En medio de la penumbra, sonrió de medio lado, aunque ocultando las ganas de llorar con sus ojos. Aproximó el pequeño suéter hasta sus fosas nasales y aspiró cierto aroma dulce del cual tenía conocimiento por Ámbar, mas no sabía qué era exactamente.

—Tenías toda la razón —hablaba a medias —. Se siente como tenerte conmigo. Aunque también me recuerda que en realidad no lo estás.

Los primeros días de noviembre se llegaron y con ellos, el hecho de tener que prepararse para los exámenes de fin de año, el cual, por cierto, era el último para Simón y los demás chicos. Además, faltaban también pocos días para su cumpleaños y esa no era una de las cosas que más le motivaba en la vida, puesto que cada día que pasaba lo sentía hasta con arrugas y canas. Sus amigos normalmente le decían que exageraba en cuanto a eso, pero él seguía aferrado a no querer seguir cumpliendo más años y que cuando llegase a los veinte, se quedaría con esa edad para siempre.

Querida Ámbar |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora