Capítulo 5

10K 903 1.7K
                                    

Enrique y Luisa miraban divertidos a Miguel, que desde que se despertó estaba cantando muy alegremente. No era nada raro que Miguel se la pasara cantando, o incluso sólo tarareando, pero ahora parecía estar en las nubes. La sonrisa en el rostro de su hijo no se desvanecía, seguro ya le tendrían que doler las mejillas. Además estaba cantando puras canciones felices y de amor, y no a un volumen bajo. Desde que estuvo en la ducha ellos escucharon su escándalo desde afuera.

Ahora que Miguel estaba frente al espejo intentando arreglarse el cabello, su canto tan animado continuaba. El volumen del reproductor era alto, pero la voz de Miguel casi lo opacaba.

"Esta noche voy a verla y a decirle que la quiero, y que estoy muy convencido que es amor el que yo siento", su hijo cantaba, y ahora también comenzaba a bailar. Ambos padres miraron una vez más la sonrisa en Miguel y todo su buen ánimo desbordándose. "Esta noche voy a verla, y a decirle que la quiero. Que no puedo más". Era lindo verle así, pero igual tenían la curiosidad.

—¿Miguel? — habló su madre.

—Mande — Miguel les miró a través del reflejo del espejo.

—¿Vas a salir de nuevo?

—Sí.

—¿Y a quién le pediste permiso? — su padre enarcó una ceja al cuestionarle, mientras su madre también le miró esperando su respuesta. Miguel se encogió de hombros y decidió girarse para enfrentarlos cara a cara, porque ahora que se lo recordaban, había olvidado avisarles que saldría con Hiro una vez más.

—Yo... lo olvidé — soltó una risita ingenua, ya sacando su mirada tierna y sonsacadora para que no lo regañasen y de paso no le prohibieran salir —. Perdón.

—¿Piensas ir otra vez con ese muchacho Hiro?

—Si ustedes me dejan, sí — Miguel les miró suplicante.

—¿Qué harán hoy? — Enrique ya le estaba echando ese gesto cuando no le cree nada, pero bien que sospecha de una travesura. Miguel no entendió por qué le miraba así, si él se estaba portando muy bien.

—No sé — su respuesta fue sincera, pues no habían planeado nada además de volar sobre Baymax una vez más, pero tendría que decir algo más para que sus padres le dejasen de mirar así —. Supongo que seguir conociendo la ciudad, tal vez visitar ahora un museo diferente.

—Bien, puedes ir — le dijo Luisa —. Pero ya sabes, no regreses tarde, cualquier cosa nos llamas, y si nosotros somos los que te llamamos contestas de inmediato. Ten cuidado, no te fíes de nadie. Nosotros sólo te dejamos salir con ese chamaco porque se ganó nuestra confianza al ayudarte.

—Sí, mamá. Hiro es una buena persona — les sonrió con confianza —. No se preocupen, él me cuidará.

Ambos le sonrieron, Luisa dejó una suave caricia en una de sus mejillas y Enrique le dio una leve palmadita en un hombro. Estaban por alejarse para volver a darle algo de privacidad cuando Miguel volvió a cantar, porque no había pausado la música

Nos enamoramos desde que nos vimos — al parecer era su playlist de Juan Gabriel, pero nunca había cantado esa canción tan animadamente —. Fue todo tan lindo. Romance divino como es el amor.

Miguel estaba tan entretenido cantando y bailando que no se dio cuenta que sus padres compartieron una mirada entre sorprendida y temerosa, que terminaba siendo algo cómica, y esto lo sabía porque fue la misma mirada que compartieron cuando le dieron la charla, no hace mucho.

Oh sí, la méndiga charla donde Miguel no dejo de estar escandalizado alegando que todo eso ya lo veía en la escuela y que además ni se tenían que preocupar por él porque ninguna niña le gustaba, y que le asqueaba el sólo imaginarse los besos, y no sé qué. Pero Luisa y Enrique bien supieron que sólo sería cuestión de tiempo para que su hijo comenzara a tener curiosidades propias de los jóvenes. El problema que ahora se les ocurría es que, efectivamente, en la charla sólo halaron en términos de niño y niña, no de niño y niño. ¿Por qué lo habían descartado? Vamos que en su familia todavía era un tema difícil, más no imposible. Al menos para ellos dos la diversidad sexual había dejado de ser un hecho escandaloso, porque al estar viajando junto con Miguel fueron conociendo tantas ciudades y países, y la forma en que se expresaban tantas personas, y el estar conviviendo (aunque sea poco) en otras culturas, pues también se habían hecho un poco más abiertos de mente. Y al parecer su hijo les estaba dando otro empujoncito y poner a prueba a ver si era cierto su open-mind.

Bonito [HIGUEL]Where stories live. Discover now