La Lola

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En un pueblo de Chile, vivía una muchacha llamada Dolores, quien era conocida como la más bonita del poblado. Todos la llamaban Lola a secas y ella, si bien era humilde, se hacía notar por su alegre carácter y sus agradables facciones. Por su belleza, era constantemente asediada por muchachos diferentes que la cortejaban para que fuera su mujer.

Esto no era bien visto por el padre de la joven, quien era sumamente celoso y sobreprotector. Además, él esperaba que ella se casara con un hombre de buena familia, que tuviera dinero y posición social. Era cierto que ellos no tenían mucho pero confiaba en que Lola se casaría con alguien adinerado por ser tan bonita.

Por eso se decepcionó mucho cuando su hija se enamoró de un pobre minero. Como nunca aprobó dicha relación, ambos se escaparon para casarse en secreto y tiempo después consumaron su amor.

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Lola, además de ser una mujer muy bella, era inteligente y no tardó en aconsejar a su marido para que fuera ascendiendo en la minera en la que trabajaba. Con esfuerzo y astucia, logró hacerse un hombre muy rico pues también encontró mucho oro y plata en las minas donde excavaba.

La riqueza lo cambió para mal pues empezó a frecuentar casas de citas a las que acudían empresarios y sujetos de abolengo. Mientras tanto su relación con Lola se enfriaba y ella, cegada por los celos, no hacía más que pensar día y noche en una manera de vengarse de su esposo. Cuando los rumores que llegaban de él se volvieron insoportables, lo esperó despierta una noche y tomó un cuchillo afilado.

Nada más verlo entrar se lanzó contra él apuñalándolo hasta la muerte.

Luego tiró la daga y salió a la calle a gritar que unos ladrones se habían metido en su casa, y habían asesinado a su marido.

Sus vecinos se mostraron horrorizados y la ayudaron a organizar el funeral, metiendo al difunto en un pesado ataúd. Le tenían lástima a Lola porque, además de soportar sus infidelidades y haberlo perdido de un modo tan violento, comenzaba a estar afectada por la locura.

Repitió su mentira tantas veces que ella misma llegó a creérsela, al grado de sacar el féretro con el cadáver de su residencia y ponerse a deambular por las calles mientras lo empujaba, buscando a los asesinos y gritando a voz en cuello. La gente no se atrevía a decirle nada, pensando que sería algo pasajero. Pero Lola vagó sin descanso hasta que descuido su persona, dejando de comer, de vestir bien y de alimentarse. Murió junto al ataúd y las personas empezaron a olvidarse de ella...

Hasta que varias noches más tarde, volvieron a escuchar sus agudos lamentos y el arrastrar del lecho mortuorio por las calles empedradas que les ponían los pelos de punta. Desde entonces se dice que aun se la escucha deambulando en algunos lugares.

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