Mi Mejor Robo

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–No tienes a donde huir –le dijo el policía latino apuntándole con su arma–. Ríndete y nadie tiene que salir herido.

El Kitsune solo rió con burla.

La escena en la que se encontraban era una que se había repetido una y otra vez. Uno de ellos huyendo con facilidad y el otro haciendo hasta lo imposible por atraparlo. Llevaban años con esta persecución, pero cada vez que que el oficial Miguel habìa logrado acorralarlo, con la seguridad de que esa serìa la ùltima, el criminal lograba escabullirse entre sus dedos.

Esta vez el mexicano había tomado todas las precauciones. Lo tenía rodeado a varios kilómetros a la redonda, estaban en un callejón sin salida y más importante, el supervillano estaba herido. Habían logrado atravesar la fuerte armadura roja que siempre utilizaba y podía ver sangre que salía de su torso. A pesar de la forma socarrona en que se había reído sabía que estaba débil por la pérdida de sangre y estaba seguro que esta sería la ocasión en que al fin podría arrestarlo.

–Vamos, Miguel . No te confíes demasiado, pensé que eras mas inteligente que eso –lo molestó con una voz llena de superioridad– Aunque debo admitir que tanta confianza te hace ver particularmente sexy.

–Ya cállate –le dijo mientras apuntaba con mayor seguridad hacia la parte expuesta de su armadura–. Estás herido, tengo un blanco fácil hacia el cual apuntar y no hay forma de que escapes.

–Eso crees tú.

–Eso lo sé –le espetó con más fuerza–. Por fin podré llevarte ante la justicia y tu reino de terror sobre la ciudad terminará.

–Qué dramático eres –a pesar de que el otro tenía el casco Miguel pudo escuchar en su tono de voz como giro sus ojos.

–Yo no soy el que anda por la vida con una armadura con temática de un zorro.

–Eso se llama tener estilo y presentación –le aseguró con tono despreocupado– ¿O es que no te gusta mi traje?

–Me da lo mismo tu traje. Solo me importa detenerte.

Se acercó aún más al villano. Le molestaba la forma en que siempre actuaba como si fuera mejor que él, como si fuera intocable. Y carajo, lo hacía perder la paciencia como ninguna otra persona. Siempre se reía de él, lo molestaba y le coqueteaba justo momentos antes de dejarlo en ridículo porque se le volvía a escapar.

–Creo que en serio exageras –dijo haciendo un gesto despreocupado con los brazos– No es como si asesinara gente o pateara perritos. Solo son unos cuantos robos, uno que otro secuestro y algo de destrucción de propiedad.

–Son crímenes. No puedes decir que nadie ha salido herido.

–Ah no, mucha gente ha salido herida. Pero casi ninguna ha sido porque así lo haya planeado.

–¿Te parece poco?

–Me parece algo inconsecuente. Al menos no tengo intenciones de conquistar el mundo –volvió a reírse con superioridad–. Agradece que no estamos en Nueva York, ahí viven los supervillanos maniáticos.

–No me importan los villanos de otras ciudades.

–Entonces ¿solo te importo yo? –hizo un gesto dramático tocando su pecho– Sabía que lo nuestro era especial.

–Te dije que te callaras.

Hiro solo rió divertido una vez más. Realmente le encantaba el juego de gato y el ratón que tenía con el oficial Miguel desde hace años. Cuando había empezado sus actividades criminales lo había hecho para liberarse de lo aburrida que era su vida de civil aunque claramente se le había salido de control. Como dueño de una de las empresas de tecnología más reconocidas del mundo realmente no tenía la necesidad de robar ni secuestrar para obtener dinero. También había sido honesto, él no tenía interés con gobernar nada, era lo suficientemente aburrido manejar su compañía. Él lo hacía por la adrenalina que corría por su ser cada vez que rompía las leyes.

El Kitsune y el Policía Where stories live. Discover now