Prueba de Fuego

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Miguel debió haber sabido que solo era cuestión de tiempo para que tuviera otro encuentro con el Kitsune. En realidad el criminal no había disminuido sus crímenes, solo se había vuelto mucho más discreto al cometerlos. Una joya de millones por acá, un jarrón antiguo por allá y un par de miles de dólares en tecnología por aquí. Cosas valiosas pero no tan raras ni invaluables, por lo que no estaban tan bien protegidas como otros de los blancos del Kitsune y solo se habían dado cuenta de que faltaban a la mañana siguiente. Tampoco habían pasado secuestros, gracias al cielo.

A pesar de que el policía sabía que no debía confiarse había estado algo...distraido. Está bien, había estado ocupado saliendo en numerosas citas con Hiro Hamada ¿okay? Era la primera vez en muchos años que no era el primero en entrar a la comisaría y el último en salir, la primera vez que no trabajaba los fines de semana por gusto y no por obligación. Había esperado que el capitán le reclamara algo pero en su lugar lo había felicitado por reducir su adicción al trabajo. Salir con Hiro se había vuelto prioridad para él, verlo y besarlo su nueva adicción.

Habían salido a cenar, al cine y al teatro. Incluso habían pasado una tarde viendo películas acurrucados en casa de Hiro, algo extremadamente raro, ya que el millonario no compartía su espacio con otras personas.

Tenían planes para verse el fin de semana para que Miguel le enseñará a cocinar platillos básicos de la gastronomía mexicana. El japonés parecía estar entre emocionado y aterrado por el prospecto de cocinar, se la pasaba mandando mensajes diciéndole que ya había comprado los ingredientes y preocupado porque no tenía ollas de barro. Llevaba dos días tratando de convencerlo que no necesitaba unas, sobre todo si normalmente no cocinaba pero Hiro insistia. Era simplemente adorable.

Aún tenía sus dudas sobre si Hiro era el criminal que perseguía. La mayoría de las veces parecía inverosímil pero su instinto le decía que iba por buen camino. Podía ver que Hiro tenía un humor mucho más ácido del que mostraba, era sarcástico y burlón a veces. No es que no fuera también una persona amable, educada y propia; simplemente no era todo lo que era. Pero esto no era suficiente razón para creer que Hiro era realmente un criminal ¿Tal vez tenía un hermano gemelo con una personalidad traviesa? Está bien, mejor dejaba de pensar en eso porque si era cierto toda su relación sería demasiado disfuncional y se iba a ir al infierno.

Y esto lo regresa al Kitsune, que decidió que era el momento perfecto de robar una caja de uno de los vinos más caros del mundo. Lo único que los alertó fue una pequeña alarma que había instalado la dueña de los vinos para impedir que su hija adolescente intentará tomarse su alcohol.

Fue así como lo llamaron a las 2 am para responder al caso, afortunadamente estaba relativamente cerca de la escena del crimen. A su favor también estaban las calles aún mojadas por la lluvia de los días anteriores, lo que impedía que el Kitsune usará algunos de sus inventos para huir con facilidad. De esta forma le costaba mucho menos trabajo darle alcance al techo de un edificio de departamentos después de perseguirlo por las escaleras de emergencia.

Logró cortarle camino hacia el único lado del edificio que no estaba siendo rodeado por patrullas y refuerzos. Algún día se iba a explicar cómo es que alguien podía ser tan ágil aun cargando cosas tan pesadas como una caja de vinos.

-Detente ahí -le exigió al moreno sacando su macana. Ya había rendido el uso de su pistola, nunca había logrado hacerle daño de verdad y ya estaba harto de tener que pedir más balas.

-Oh, mi querido Miguel -lo saludó alegremente moviendo las orejitas de su máscara-. Que agradable sorpresa. Pensé que ya habías perdido interés en mí.

-Mi único interés es llevarte a la justicia -le contestó con molestia. Ya se le había olvidado lo irritante que podía ser este hombre.

-¿En serio? -preguntó divertido- Tengo recuerdos muy vividos de más de una vez que mostraste interés real en mí -terminó con una sonrisa burlona poniendo una mano en su cadera.

El Kitsune y el Policía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora