Chapter 11

77 41 3
                                    

Miércoles 23, 1939

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Miércoles 23, 1939

La inquietud de Sebastien lo empujó a cometer cierta locura ¡y vaya que locura! Pues, había burlado la seguridad de palacio para infiltrarse hasta el jardín trasero que daba justo a mi habitación. Ipso facto, decidió lanzar piedras contra mi ventana con el objeto de llamar mi atención; cosa que había logrado con éxito.
Su figura podía distinguirse claramente gracias a los pequeños focos situados en la vereda del dichoso vergel, dado que a distancia podía ver lo que llevaba puesto, y no era precisamente su uniforme militar, sino que esta vez portaba una chaqueta de cuero negro y unos vaqueros del mismo color. Él se encontraba haciendo señas con dirección a la entrada. En un principio no entendí su mensaje; sin embargo, después de un largo rato tratando de descifrarlo, comprendí lo que este quería decir.
Con brío, me coloqué una batita de seda y, cautelosamente salí de mis aposentos rumbo a la entrada principal.

—¿Qué carajos pensabas con venir hasta acá Sebastien?

— También a mí me da gusto verte Lenita — Soltó sarcásticamente mientras caminaba por el interior de palacio de manera expectante.

— Lo digo en serio. No es buen momento para visitarme y menos a esta hora.

— Lo se, cariño pero no pude aguantar hasta mañana. Necesito saber que es lo que está pasando contigo.

Suspiré exasperante y sin más remedio, cedí

─Está bien te lo contaré, pero no aquí, sino en mi habitación. No es buena idea quedarnos en este sitio y mucho menos con los Valentinois en el mismo espacio.

—¿Tu esposo está aquí, en tu habitación durmiendo?

—¿Acaso no lo habías considerado antes de aparecer de improvisto? —Mi comentario hizo que los músculos de su barbilla se tensaran.

A pesar de que disfrutaba joderle, tal como él lo hacía cada que se presentaba la oportunidad, decidí dejarlo hasta ahí, ya que su cara se había tornado un tanto sombría

— Tranquilo, él no duerme conmigo. Desde que nos "casamos" decidimos descansar en alcobas separadas. —Ante mi confesión, su semblante se relajó.

Tomé su mano y entrelacé mis dedos con los suyos para guiarle hacía la pieza sin que este tropezara con algún mueble cercano, puesto que, a escasa luz era díficil andar por los pasillos y menos si desconocía de estos.

Al llegar a mis aposentos, cerré la puerta con llave para evitar cualquier tipo de intromisión por parte del mayordomo o del resto del personal.

Sin más tardanza, empecé a relatar lo sucedido durante la discusión de ayer sin omitir ningún detalle.

— Elena, no debiste hacer eso. ¿Te das cuenta del gran lío en que nos has metido? Si tu madre nos llega a descubrir...

— Mi madre no lo sabrá, pues ella se encuentra tan ocupada con otros asuntos que no se ha dado la tarea de indagar.

—¿Y si ella lo descubre?

— No lo hará Sebastien. — Posé mi mano sobre su mejilla para acariciar esta suavemente con mi pulgar. Él se inclinó hacía mí para depositar un delicado beso en mis labios.

— ¿Señorita Elena? — La voz proveniente de afuera de la pieza rompió con aquel momento íntimo, provocando que ambos nos sobresaltáramos.

— ¿Ahora que haremos?— Expresó casi inaudible.

Pese a su aspecto sereno, sus ojos reflejaban todo lo contrario, dado que estos definitivamente denotaban pánico.

— Tengo un plan. Acompáñame. — Sin pensarlo dos veces, siguió mis pasos sigilosamente, tratando de hacer el menor ruido posible

— Quédate aquí y no te muevas, volveré en un rato.

Mis piernas temblaban, mi corazón latía estrepitosamente y mis manos sudaban. Poco a poco, giré el picaporte de la puerta y así divisar a la persona que se encontraba en el exterior

— Geoffrey, ¿sucedió algo? —Manifesté mientras frotaba mis ojos fingiendo somnolencia.

— Creí haberla escuchado hablar con alguien más. — Sentenció, dando un paso adelante para observar la sala con detenimiento, no obstante, al no encontrar a nadie más, regresó por donde vino y, finalmente este pronunció

— Seguramente lo he soñado.

— Muy seguramente -Sentencié e inmediatamente lo despedí en la puerta para volver a cerrar.

— ¡Vaya cotilla que es el mayordomo!

—¡Ni que lo digas! — Refunfuñé

— Entonces... ¿En qué estábamos? —Su sonrisa seductora apareció repentinamente mientras se acercaba con paso firme. Sus labios rozaron levemente los míos en señal de permiso, lo cual negué. Y en lugar de ello, le supliqué que se fuera de aquí.

— No me quiero ir Lena. ¿Hay alguna posibilidad de que pueda quedarme?

Luego de varios intentos, finalmente accedió.

Lo escolté hasta la entrada principal y, antes de que pudiera partir, deposité un fugaz beso en sus labios como muestra de arrepentimiento por lo que había hecho minutos antes.

Tantas emociones habían dejado mi cuerpo exhausto, puesto que, al visitar las acolchadas sábanas de mi cama, pude concebir el sueño en un santiamén.



Tantas emociones habían dejado mi cuerpo exhausto, puesto que, al visitar las acolchadas sábanas de mi cama, pude concebir el sueño en un santiamén

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El diario de una noble: Los secretos de Elena de Berkshire (PAUSADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora