Chapter 18, Marie's POV

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Lunes 28, 1939

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Lunes 28, 1939

Parpadeé varias veces, adaptando mis ojos al ambiente natural creado por los rayos del sol que se colaban por la persiana de aquel cuarto. Espabilé un poco y estiré mis músculos para luego dejar la cama y dirigirme al baño. Me deshice cuidadosamente de las colchas y dejé que mis pies entraran en contacto con el frío piso de madera. Iba a incorporarme cuando sentí la mano de Sebastien aferrarse a la mía.

-No te vayas todavía, quédate un rato más. - Me suplicó soñoliento.

Volteé mi cabeza para ojear por encima de mi hombro y contemplar su expresión; me miraba con cierta melancolía mientras que su labio inferior había formado un puchero.
Pocas veces lo había visto comportarse como un niño pequeño, pero cuando lo hacía, era la cosa más tierna y adorable del mundo.

Suspiré y me recosté nuevamente. Después, rodé para encontrarme frente a él.

-Sabes - Posó su mano izquierda sobre mi cara y con su pulgar acarició mi mejilla - Siempre he observado cada detalle de tu rostro, pero nunca me había percatado de tus pecas.

-¿Son horrendas verdad? - La preocupación avistó mis facciones en un lapso de segundo.

-¿Qué dices? - Abrió sus ojos como platos y, enseguida, aclaró su garganta para replicar con voz suave.

- Pues a mí me gustan. Me recuerdan a las constelaciones que brillan en la obscuridad de la noche.

Su comentario hizo que mis mejillas tomaran ese escandaloso color que tanto detestaba. A él solo le enterneció esto, pues mostraba una sonrisa en sus labios.

Nos limitamos a intercambiar palabras y, en lugar de ello, admiramos embelesados los rasgos característicos del otro, hasta que, el timbrado insistente provenientes del exterior de la residencia, interrumpió tan maravilloso momento.

Sebastien maldijo entre dientes y con desgano se dirigió a la puerta, dispuesto a abandonar la habitación.

No pude aguantar la tentación de husmear y, al igual que el pelinegro, me levanté y conduje mis pies hacia las escaleras; al toparme con estas, me asomé por el barandal. A lo lejos, pude divisar la figura del mismo señor que acompañaba a Sebastien el día de mi cumpleaños.

-Me pregunto que querrá.

Procedí a bajar unos escalones más para oír lo que aquellos hombres discutían; sin embargo, al no poner la debida atención en mis zancadas, resbalé y caí sobre mi espalda.

El estruendoso alarido que brotó de mi garganta captó la atención de los hombres, quienes corrieron en dirección mía para auxiliarme.

-¡Lena!

Ambos caballeros extendieron su regazo como soporte para que pudiera reincorporarme, no obstante, me negué a aceptar aquella ayuda para no preocuparlos aún más y decidí hacerlo sola; apoyé mis codos contra las gradas y con mis piernas, me impulsé para pararme.

El diario de una noble: Los secretos de Elena de Berkshire (PAUSADA) Où les histoires vivent. Découvrez maintenant