Chapter 19, Sebastien's POV

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Mientras la castaña se arreglaba, me encargué de recoger la mesa. Al terminar, conduje mis pasos hacia las escaleras y en dos subí las gradas, así hasta arribar a mi habitación. Después, lavé mis dientes, me dí una ducha y posteriormente, salí de la pieza cuidadosamente para evitar resbalar por las baldosas lisas del baño.

Tomé una toalla del estante y con esta sequé las gotas de agua que escurrían por mi cuerpo. Más tarde, coloqué la misma en mi cintura y fui rumbo al armario para cambiarme.

Agarré las prendas más cómodas que encontré y me enfundé en ellas. Enseguida, cogí mi chaqueta, las llaves del auto y me dispuse a abandonar el sitio.

Bajé las escaleras en dirección a la sala. Arrastré mis pies hacia el sillón de cuero y tomé asiento en este. Recargué mi cabeza contra el cojín e inhalé profundo; tratando de relajarme, reflexionar un poco sobre mi existencia y de las palabras de Miller tras la conversación que sostuvimos esta mañana.

Winston Miller más que mi jefe significaba un padre para mí, pues él se hizo cargo desde la muerte de mis padres; me educó, me vió crecer e incluso hizo hasta lo imposible por conseguirme un puesto en la milicia. Lo agradecía, pero no me gustaba que él quisiera entrometerse en mi vida privada.

Me había sumergido tanto en mi subconsciente que ni siquiera había escuchado las pisadas de Elena; sin embargo, ese olor a sándalo tan característico y cautivador de ella me trajo de vuelta a la realidad, dejando a un lado aquellos pensamientos que taladraban mi cerebro.

-¡Vaya! Hasta que "Milady" hace acto de presencia. -Dije irónicamente mientras me levantaba de mi asiento.

Ella rodó sus hermosos ojos azulados y suspiró con exasperación. Entretanto, mantenía los brazos cruzados.

-Sí no fuera por "alguien" que olvidó decirme donde había dejado mi ropa, hubiera tardado menos.
-Hizo enfásis en dicha frase y me lanzó una mirada hostil.

-Sí ese "alguien" como tú dices, no hubiera tendido esa ropa desperdigada en el suelo de la alcoba, te aseguro que no estaría seca.-Le recriminé.

-Entiendo. Pero al menos se hubiera tomado la molestia de avisarme al respecto.

-¿Y un lo siento de ese "alguien" puede remediar el malentendido?

-¡Adelante! te escucho.

-Lo siento. ¿Contenta?-Pronuncié.

-No es lo que esperaba, pero puedo vivir con eso. -Soltó con sorna mientras dedicaba una pequeña risita burlona.

Siempre teníamos este tipo de comportamiento absurdo e infantil; peleábamos por todo, nos besábamos y nos reíamos de cualquier estupidez que uno u otro hacía con tal de distraer el dolor causado por la cruel verdad y lo mierda que era nuestra vida.

-¿En que piensas? -Su rostro se iluminó de curiosidad.

Disentí con la cabeza y le mostré mi más sincera sonrisa.

-En nada. Salgámos de una vez, que todavía nos espera dos horas de largo trayecto a Berkshire.- Mencioné desanimado.

En lugar de palabras, la castaña dejó salir el aire contenido en sus pulmones de una forma pesada, y seguidamente, se encogió de hombros.

Antes de partir, metí las llaves en los bolsillos de mis pantalones y me coloqué mi chaqueta negra.

Antes de partir, metí las llaves en los bolsillos de mis pantalones y me coloqué mi chaqueta negra

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El diario de una noble: Los secretos de Elena de Berkshire (PAUSADA) Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz