Capítulo 5

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—Me alegra mucho que vinieras —dijo la mujer detrás del escritorio—. Estar cerca de los que quieres te hará...

—Yo solo quiero que los que no me quieren vean que estoy bien aún sin ellos —dijo la chica después de interrumpir a la directora de su nueva escuela.

—A él le hará mucho bien saberte bien —aseguró la directora y le sonrió a una que no sonreía.

Eri se había quedado unos días en la casa de uno de los antiguos sirvientes de su casa, uno de esos que le eran incondicionales por el cariño y respeto que le tenían a su padre. 

Había pensado mucho en irse a otro país, a algún lugar donde nadie le conociera ni le pudiera hacer daño, pero cada noche extrañó el calor de un pequeño cuerpo, además de que se sintió vacía cada mañana sin poder ver a ese par de hermanos que le acompañaron en una experiencia no tan mala como debió ser.

»¿Quieres incorporarte hoy a clases? —preguntó la anciana—. Aunque tu alta oficial será mañana, puedo darte permiso de estar como oyente.

—Gracias, pero tengo algo mucho mejor que hacer que estar por mero gusto en un lugar que en serio no me gusta nada —replicó la adolescente—. ¿Podría indicarme dónde está la guardería?

*

—¡Mamá! —gritó Kotaro y corrió hasta la chica que se arrodillaba en la entrada del club de niñeras.

—Hola bebé —dijo la chica abrazando con fuerza al pequeño que se aferraba sonriente a ella—. Quería verte, te extrañaba un montón.

—Eri —dijo Saikawa que, por el desayuno, apoyaba al club de niñeras—... ¿Dónde estabas?

Eri miró con seriedad al que casi gritó su pregunta. No podía ser de otra forma, Saikawa había estado demasiado preocupado por ella como para no hacerlo. Pero, para Eri, él no tenía ningún derecho a cuestionarla, mucho menos a molestarse.

—No tengo porque darte ninguna explicación —dijo la chica acariciando la espalda del niño que abrazaba y que se recargaba feliz en su hombro—, pero diré esto porque nos estaremos viendo de ahora en adelante. Me transferí a esta escuela, he vendido absolutamente todo, incluso la empresa de mis padres y he comprado un departamento para el que no necesito un personal que me abandonará a las primeras de cambio, además de que absolutamente jamás en la vida tienes permitido dirigirme la palabra. Si en serio respetaste un poco a mis padres, mantente al margen de mi vida, traidor.

—Eri...

—Dije que no me hable, señor.

Keigo Saikawa suspiró. Le hacía daño la aparente indiferencia de esa chica, le molestaba que hubiera hecho tantos cambios sin consultarle nada aun cuando solo a él le permitió preocuparse por ella cuando se quedó sola. Pero saber que estaba bien y, sobre todo, que se quedaría cerca, le hacía sentirse un poco tranquilo.

Saikawa vio a Eri alimentar a Kotaro, la vió ayudarle a asearse, le vio jugar con él y dormirse a su lado. Kotaro, por su parte, parecía tan feliz como jamás lo había visto. Y lo entendió un poco. Él también había perdido una familia, seguro extrañaba todo el amor que su madre no le podía dar ahora que no estaba, y esa chica necesitaba el calor de la familia que había perdido hacía tantos años.

Eri estaba sola, sus padres murieron cuando ella aún estaba en primaria, luego de eso creció con los sirvientes más fieles de su familia, los más ancianos, y uno a uno los vio morir a todos. Ella seguro necesitaba esa familia que le había contado Kashima que habían formado para seguirle el hilo a esa comunidad que les acogió por unos días.

*

—Kotaro durmió todo lo que no había dormido en la semana —señaló Usaida cuando Kashima entró en la guardería y se quedó mirando a la chica que dormía en un rincón de la habitación abrazando a su pequeño hermano que también dormía.

—Parece que con ella es lo mismo, ¿no? —preguntó en medio de una sonrisa y caminó hasta donde su falsa familia se encontraba.

»¿A qué hora planeas hacer la comida? —preguntó el chico al ver despertar a la que había acariciado el cabello—. No puedes dormir todo el día.

—Está bien —dijo la chica sonriente. Se sentía bien volver a ver a ese chico—. Las pizzas están listas en treinta minutos y las traen a domicilio.

Kashima sonrió, también se sentía bien de volver a ver a esa chica.

—¿Dónde estabas? —preguntó el castaño abrazando a su aún dormido hermano para que ella se pudiera incorporar.

—Fui a casa de un amigo, vive a las afueras de la ciudad —informó Eri—. Me tomó como día y medio llegar hasta allí, mi dinero se quedó en la chaqueta con que cobijamos a Kotaro, así que debí caminar.

—Ouch —hizo el joven.

—Sí, me tomó dos días poder volver a caminar sin muchas molestias. Necesito aprender a conducir pronto para que la próxima vez sea fácil y cómodo escapar.

—Necesitas dejar de escapar —repuso Kashima—. No tienes idea de las ganas que tengo de poder ofrecerte una casita en medio de la felicidad para que no tengas que ir a ningún lado.

—Debimos quedarnos en ese pueblito —soltó la chica y se rió de lo enorme que se abrieron los ojos de Ryuu. En ese pueblo en único que se esforzó fue él, y fue tanto que incluso ella se había cansado.

»Está bien —dijo la chica poniéndose completamente de pie y tomando su bolsa del suelo—. A partir de mañana seré una adolescente normal que asista a este instituto, por hoy seré la madre esposa que necesito ser para recuperar mis energías.

»Esta es mi dirección, está cerca de aquí —dijo Eri al entregar a Kashima una nota con algo que recién había escrito—. Pediré pizza y ensaladas —sonrió—, así que pasa cuando termines de cuidar niños.

Kashima tomó el papel y dejó que Eri le arrebatara de las manos a Kotaro, entonces se despidió de ambos y sonrió al leer el papel entre sus manos.

"Residencia Kashima/Fukuhana, piso seis del edificio nueve en la calle veintitrés"


Continúa...

UNA FAMILIA PARA KOTARODonde viven las historias. Descúbrelo ahora