Capítulo 4: Lucas

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Sabía que la idea de ir al apartamento de Olivia no era una buena idea. Definitivamente no. Sobre todo, cuando ella se encontraba sentada a horcajadas sobre mis muslos, mientras masajeaba mi espalda desnuda. Jesús. Esto era jodidamente caliente.
Mi cuerpo se sentía febril, casi peligrosamente. Repetí mentalmente toda la tabla periódica, y traté de recordar todos los presidentes de los malditos Estados Unidos, pero no estaba funcionando, aquella dolorosa erección no iba a desaparecer, aunque Olivia dijese que no se bañaba de hace dos meses. Lo cual sabía, era imposible, porque su olor a melocotón me llenaba las fosas nasales. Qué delicia. Podría morir gustoso de esta manera. Definitivamente.
Y el hecho de que ella llevase un vestido, solo empeoraba el caso, dejando a mi imaginación vagar libre sobre ello, ya que, sabía que Liv nada más llevaba sus bragas por debajo, porque sus piernas no llevaban medias ni nada. Dios, esta mujer iba ser mi perdición.
Estaba realmente cómodo en aquella cama, aunque solo constaba de un colchón cubierto con una sábana, porque eso era todo lo que había en la habitación, además de un sofá repleto de revistas y libros.
Gemí cuando sus manos aceitosas y tibias masajearon mis hombros.
― ¿Estás bien? ¿Te hice daño? – Si no contaba mis bolas azules, no, definitivamente no.
―No, eso se sintió realmente bien, Liv. – Hice una pausa, mientras me maldecía mentalmente. – No es necesario que hagas esto, lo sabes.
―Tomé unas clases de masaje el año pasado con Beth, mi mejor amiga. Ella siempre está haciendo ese tipo de cosas. – Me reí, pero estaba curioso, por saber qué más ella podía hacer. – Tomé también de cómo hacer manicura, pero difícilmente puedo hacerlo por mí misma, mi mano izquierda no es una gran cooperadora. También tomé clases de cocina. Puedo hacer unos buenos pasteles...
¿Eh? ¿Había oído pasteles? Mi boca se hizo agua, más de lo que ya estaba, imaginándome un bendito pastel de chocolate mientras ella seguía hablando. Oh, Dios. Necesitaba un maldito pastel de chocolate.
―... De todos modos, aprendí a cómo pilotar una nave espacial hace dos semanas. Fue realmente increíble. Incluso llegué a Plutón, es un poco de frío, ya sabes.
― ¿Qué? – Apoyé una mano en la cama, girando levemente el torso y la cabeza para mirarla, frunciendo el ceño. ― ¿Una nave?
Olivia se rió, haciendo su cuerpo vibrar, y demonios, haciendo vibrar mi cuerpo también, enviando deliciosas ondas de placer a mi cuerpo.
―Sabía que no estabas prestándome atención. – Se encogió de hombros, lanzándome una sonrisa coqueta. Santo bebé en el pesebre.
―Sí lo estaba.
―No lo estabas. Te perdí apenas dije pastel. – Sus manos se deslizaron hasta mi espalda baja, haciendo que me tensara ligeramente, ella lo notó y aplicó más presión, creyendo que era a causa del estrés. Estaba un poco lejos de la realidad. – ¿Te gustan? Puedo prepararte uno. No ahora, claro. Pero para una próxima vez. Si te parece, claro, no quiero imponerte nada, ya sabes.
Jesús, ella balbuceaba tonterías y aun así me seguía pareciendo tan caliente e inteligente como el infierno.
Repentinamente, su móvil comenzó a sonar estruendosamente. ¿Qué canción era esa? ¿No era acaso 4 Non Blondes? La oí maldecir y se levantó rápidamente de mí, frunciendo el ceño.
―Luke, ¿podrías tomar mi móvil y contestar? Por favor, tengo las manos con aceite. – Parpadeé, incrédulo. – La única persona que podría ser es papá.
Me encogí de hombros, sentándome rápidamente y tomando el móvil que estaba metido en el bolsillo de su vestido. Afortunadamente no era un lugar peligroso, ni el vestido demasiado ajustado. Pero esa jodida pieza de tela estaba dándome las peores pesadillas del universo.
―Es Beth. No tu papá.
―Oh. Bueno... No quiero ser descortés y hablar frente a ti, mejor deja que siga sonando.
―Si quieres hablar con ella, puedo salir. No me molesta. – Ella lo pensó dos segundos. Y negó con la cabeza.
La llamada se cortó y antes de que pudiera volver a sonar, el timbre de la casa sonó. Maldición.

Olivia pasó de la despreocupación total a una posición totalmente rígida, su cuerpo podría haber sido una cuerda a punto de cortarse, así de tensa. Fruncí el ceño. Me miró y pude ver algo indescriptible en sus ojos grises. Pero sí pude notar el temor allí. ¿Qué sucedía? ¿Por qué seguía teniendo miedo después de tantos meses de terapias? Comprendía que mucha gente tenía dificultades luego de meses de terapia, pero Liv estaba la mayor parte del tiempo tranquila, de hecho, en muy pocas ocasiones hasta el presente, la había visto reaccionar de manera temerosa. Además, sabía que ella ya había terminado con sus terapias, así que... ¿por qué había sido dada de alta del psicólogo si aún tenía temas pendientes? De todos modos, ella era una chica segura a mi lado, estaba jodidamente bien entrenado para cuidar de ella.
―Puedo ir a ver yo si quieres. – Dije, cuando vi que ella me miraba con sus ojos abiertos temerosos. Liv me dio un leve asentimiento.
No me puse la camisa, debido a que solo lograría arruinarla con la cantidad de aceite que llevaba en la espalda y, de todos modos, había quedado olvidada en la habitación de atrás, así que simplemente fui así a abrir la puerta, con Olivia siguiéndome unos pasos más atrás.

Abrí la puerta para encontrarme con una chica rubia, con unos curiosos ojos azules, viéndose cómoda en unos pantalones de chándal y una sudadera que incluso me hubiese quedado grande a mí. En sus manos llevaba un periódico doblado. Curioso.
― ¿Te conozco? ¿No es este el apartamento de Olivia? – Sus ojos me recorrieron el torso, sus cejas alzándose levemente, para luego volver a mis ojos. Olivia apareció justo por detrás de mí.
―Beth.
Su amiga, Beth, no quitó los ojos de mí, y frunció profundamente el ceño, sus cejas claras casi juntándose. Y luego, dando un paso dentro de la sala, mientras desdoblaba el periódico que llevaba en las manos, mirando entre la hoja y mi rostro.
― ¿Sabías que estás en el periódico? En la portada misma. – Ella me sonrió maliciosamente, mirando a su amiga junto a mí. – Junto a ti.

Don't let me FallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora