Nick: *a pesar de estar visiblemente mal, el chico quiso ir al laberinto a hacer el recorrido diario. Resultado: se desmayó a los 40 minutos de haber cruzado la puerta*
–Bájalo con cuidado, Ben.–exclamé acomodando la cama precaria que teníamos en la "enfermería".
–Debería tirarlo, el shank nos costó una buena cantidad de luz solar.–el rubio apoyó a Nick en la cama–. Si no necesitas nada más...–negué.
–Esta bien, gracias.–el chico asintió antes de salir del lugar.
Mojé un pequeño paño en agua y, tras estrujarlo, lo acomodé en la frente del chico. Unos cuantos minutos después, Nick despertó.
–¿qué pasó?–soltó totalmente confundido al notar que estaba en una cama.
–Lo que pasó, es que te ganaste una buena golpiza de Minho cualdo salgas de aquí. Te desmayaste, shank. En medio del laberinto caíste redondito y tuvimos que traerte, perdimos un buen rato cargándote hasta aquí.–
–Mierda...–
–No quiero decir te lo dije pero... Te lo dije. Estabas para la plopus y aún así quisiste venir.–le di un tazón de sopa.
–Es que... quería acompañarte, temía que algo te pasara.–sonreí.
–Y míranos ahora, yo estoy acompañándote a ti.–el chico sonrió débilmente–. Ya, tonto. No te preocupes, ya todo está bien ahora.–besé su mejilla y revolví su cabello antes de ponerme de pie y salir en busca de un poco de agua para el castaño.
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Winston: *la larga caminata por el desierto afectó a más de uno, en especial a Winston quien, tras los repentinos cambios de temperatura, terminó con una espantosa gripe.*
–Deberíamos parar un rato, no te ves muy bien.–solte poniéndome a la par del chico.
–No... estoy genial. Estoy...–Winston se desvaneció, llamando la atención de todos.
–¡Wins!–me lancé rápidamente a su lado.
–Estoy... bien. Sólo... quería sentir la arena, imaginar que estamos en la playa.–soltó con los ojos cerrados y una sonrisa.
–¿qué pasa, shank? ¿Quieres que te hagamos una camita y te llevemos como a una miertera princesa?–le lancé un puñado de arena a Minho.
–Esta enfermo, shank. No lo molestes.–el asiático rodó los ojos antes de alejarse un poco–. No le hagas caso, tú sólo... descansa un rato.–tomé su mano.
–Váyanse, déjenme aquí tirado.–suspiré.
–Estás enfermo, no te estás muriendo, tonto.–el chico rió–. Armaremos un campamento aquí y descansaremos todos.–
