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Kagami, 17 semanas.

― ¿Y qué es lo que debemos comprar? ―pregunta Kagami, con ambas manos metidas en los bolsillos de su chaqueta. Aomine está junto a él, observando un papel arrugado.

―Aquí dice qué vas a necesitar… ―Entrecierra los ojos, tratando de entender la extraña caligrafía del doctor―. Uhm…, dice fierro. ―Mira a Kagami con duda, y el pelirrojo se encoge de hombros―. ¿Pero cómo diablos vas a comer fierro? ―Arruga la nariz―, Ni que fueras un maldito robot, ¿Qué tiene en la cabeza ese doctor? ―Se cruza de brazos y Kagami se queda pensativo.

―Dame el maldito papel. ―Extiende la mano, y Aomine obedece―. Aquí dice hierro. ―Alza una ceja, mirando a Daiki con una expresión de “Mi novio es un estúpido”―. Además, el hierro es importante, dice que evitará que me dé anemia.

Ambos comparten una mirada confusa, y se encogen de hombros al mismo tiempo. Si, ambos son idiotas.

―Vale, recorreremos todo los pasillos y veremos que poner. ―Apoya sus antebrazos en el carro, y Kagami se queda mirando el papel, mientras camina junto a él. Daiki ríe cuando ve que su novio saca la punta de su lengua para concentrarse mejor. 

―Bien, pero empecemos por el de las verduras ―comenta―, Sólo puedo entender las palabras espinacas y betarragas ―explica con calma, y Aomine tararea de forma afirmativa.

No hace falta mencionar que Aomine se pone a molestar a Kagami con todo lo que mira. Que las calabazas son tan grandes como el culo de su novio, que los tomates son tan rojos como su cabello, que la naranja y la mandarina, son Kagami y el bebé, o que Kagami es un limón cuando está muy feliz.

―Me estás haciendo enfadar ―regaña Taiga, mientras pone un frasco de arándanos en el carrito.

―Lo decía con amor, tú sabes que me encanta tu olor a limón. ―Le sopla muchos besos, y Kagami sonríe, dándole un empujón amistoso. Aomine no mencionada nada, sobre el repentino olor a limón aparece unos minutos después.

El carro se llena de distintos lácteos, legumbres, verduras, cereales integrales, frutos secos, y Kagami se quiere morir. Ya no podrá comer hamburguesas de queso -o al menos, no la cantidad que acostumbra- ni cualquier otro producto del Maji. “Demasiada sal” dijo Fujimaki, y desde ese día, se ganó un enemigo letal.

―Hey, ¿Quieres llevar alguna golosina? ―propone Aomine y se acerca a Kagami―, No le diré nada al doctor, si tú tampoco le dices ―susurra en la oreja de Kagami, y luego alza ambas cejas de forma coqueta. 

―Uhm… ―El alfa se queda pensativo, mientras que Aomine sigue alzando sus cejas, incitándolo a cometer una travesura―. Quiero chocolate ―responde tranquilo.

―Ya me tienes a mí, ¿Para qué vas a querer más? ―pregunta con un falso puchero y Kagami rueda los ojos, negando con la cabeza.

―Quiero uno que sea comestible. ―Se queda mirando a su novio―, No. ―Lo interrumpe y Aomine cierra la boca―, Tu pene no es comestible. ―Le da un empujón amistoso y Aomine ríe, siguiendo a Kagami de cerca.

**

― ¿Esto te ayudó un poco? ―pregunta Daiki, poniendo unos calcetines suaves y tibios en los recién masajeados pies de Kagami.

―Sí, gracias. ―Le sonríe agradecido―. Malditos tobillos y pies de mierda ―refunfuña molesto, mirando sus ahora regordetes pies a causa de la hinchazón―, Uhm…, que pesadilla. ―Taiga cubre su rostro con ambas manos, y Aomine arruga la nariz al sentir el aroma a tristeza de su pareja.

―Kagami, hey. ―Se recuesta junto a su alfa, y éste lo mira―, El tren de los besos acaba de salir de la estación ―canturrea divertido, y Kagami bufa, empujando el rostro de Aomine lejos.

rayito de sol; aokagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora