Capítulo 11

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El caos se había desatado en el Instituto.
Una hora había pasado desde que Bekah se había encerrado en su habitación y ahora tenían a toda una familia milenaria, junto al gran Brujo de Brooklyn amenazando a todo el mundo porque no podían abrir la maldita puerta del cuarto de la rubia.
La magia de Rebekah era única en su clase y nadie podía deshacer un hechizo hecho por ella. Menos cuando perdía el control de sus emociones de esa manera.
Klaus ya había amenazado a Alec más de una docena de veces y estaba a nada de saltarle al cuello, otra vez. Había jurado proteger a esa rubia y ahora lo único que sabía era que respiraba. No podían entrar a verla o a saber como se encontraba. Sólo podía hacerlo ella cuando despertara y nadie sabía cuanto tiempo estaría inconsciente.

-Esto es todo tu culpa- decía el rubio Original mientras apretaba sin mucha fuerza el cuello del Shadowhunter- como algo le pase a Becky, desearas no haber nacido-

Lo peor de todo, había sido que no podían sacarlos de allí. Cada vez que los tocaban algo sucedía. Una fuerte corriente eléctrica los desmayaba o algo se incendiaba, cualquier cosa que pudieran imaginar. La única explicación que encontraron los Shadowhunters, fue que la magia de Bekah estaba haciendo su trabajo por ella. Protegiendo a sus seres queridos, mientras ella estaba inconsciente.

-No solucionan nada peleando- la voz del mayor de los vampiros se hizo presente- Bekah nos necesita Nicklaus. Deja al niño para después-

-Hay que matarlo, Elijah. Becky está pasándola mal, y es todo su culpa- el menor de los Mikaelson había dejado claro su punto desde que habían llegado.

El único que no se había alejado de la puerta fue Magnus. La preocupación lo estaba matando, su pequeña niña estaba dentro sufriendo. Podía sentir como su estado de ánimo era muy bajo. Tanto era lo que sufría que su cuerpo se había desconectado del mundo.

-Pueden dejar a Alec en paz- gritó la misma rubia que Klaus había conocido cuando Bekah perdió el control.

-Tú no hables, maldita. Te mataré en un segundo si lo haces. Él se merece eso y más- gritó indignada la unica mujer de los Mikaelson.

Una nueva voz hizo que la sala quedara en un completo silencio. Esa voz pertenecía a Magnus y trajo alivio a los que estaban preocupados por Rebekah.

-Despertó- esa sola palabra sirvió para que los vampiros abandonaran el lugar, yendo hacía la habitación de la rubia.

Alec, junto a sus hermanos y Clary, corrió hacia la habitación también. Les preocupaba el estado de la chica y el morocho no podía más con la culpa que lo carcomía por dentro.

-Pequeña, debemos saber que estás bien- susurraba Magnus sobre la puerta.

Antes de que alguien pudiera decir algo más, la puerta se abrió sola. Pero cuando quisieron pasar, se toparon con una barrera hecha de pura magia que se lo impedía. Lo que pasó, fue que Bekah había perdido el control de su magia y ésta se encargaba de protegerla en el estado de trance que se encontraba. Ahora por lo menos podían verla, aunque no podrían pasar a su habitación.

-Becky- susurró suavemente Klaus, en un intento de atraer la atención de la rubia.

Nada servía y todos comenzaban a perder la cabeza por la situación. Alec hizo el intento de hablar, hasta una mano apretó su cuello impidiendo que dijera algo.

-Ni siquiera lo intentes- dijo el menor de los Mikaelson con voz amenazante.

-Debo hablar con ella- escupió entre jadeos, por no poder respirar bien- por favor-

-Alec, vas a empeorarlo- susurró su hermana.

No quería hacerlo sentir mal. Pero lo que sea que hubiese pasado entre ellos, sabía que iba a ser peor si su hermano cometía algún otro error.
El moreno sin hacerle caso, se acercó a la puerta y susurró suavemente a la rubia que permanecía en un extraño trance.

-Hadita, perdóname- pidió en voz baja- jamás quise lastimarte de...-

Antes de que pudiera terminar de hablar, Bekah tapó sus oídos y comenzó a gritar desesperadamente. Jace no pudo soportar más ver a la chica así y corrió hacia la barrera invisible. Para sorpresa de todos los presentes, pudo pasarla y quedar dentro de la habitación. Se acercó suavemente a la rubia, con miedo de asustarla si hacía algún movimiento brusco.

-Becks- susurró con voz suave y calmante.

Nadie podía creer lo que había pasado y menos cuando la rubia se arrojó a los brazos del Shadowhunter, llorando de forma desconsolada entre el cuello y hombro del chico.
Alec no pudo soportarlo más. Se levantó del piso, con el corazón en mil pedazos, y salió de allí. Antes de poder hacerlo, Klaus se acercó y lo amenazó por última vez.

-Cuidala, teñido. Por favor- pidió Magnus con la voz quebrada.

Le dolía demasiado ver a su pequeña así, pero no podía hacer nada por ahora. Sólo esperar a que ese chico pudiera ayudarla y sacarla de ese trance.
Después de pedirle a Izzy que lo llamara si algo pasaba, el brujo se fue junto a los Mikaelson. Excepto Klaus, que se negaba a abandonar el Instituto hasta que la rubia estuviera del todo bien. De paso podría controlar que el chico no se acercara a su pequeña. No sabía aún que había entre él y Bekah, pero no necesitaba más para saber que era el culpable del estado de la chica.
Isabelle se encargó de darle una habitación donde pudiera descansar. Le caía bien el Original y le alegraba que alguien se preocupara tanto por la rubia. Aunque no había tenido la oportunidad de pasar muchos momentos con ella, la apreciaba. Y sabía que su hermano había hecho algo muy grave para que ella reaccionara así. De eso se encargaría ahora, porque Alec no tenía buena cara cuando se fue a su cuarto.

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Jace apretujaba el pequeño cuerpo de la chica, en un intento por transmitirle confianza y consuelo. Aún no sabía como había logrado pasar la barrera, pero le alegraba poder estar con ella en un momento como ese.
Un rato después, los sollozos empezaron a calmarse. El rubio no había dejado de abrazarla, ni de acariciar su largo cabello dorado.

-¿Qué sucedió, Becks?-

-Me enamoré... y duele- contestó entre cortos sollozos.

Jace tenía una leve sospecha de quién se había enamorado. Su hermano tenía muchas explicaciones que darle. Lastimar a una persona tan especial como Bekah no era algo que Alec haría. Por lo menos no a propósito, pero lo había hecho de una forma u otra.
Poco a poco, la chica se dejó llevar por la agradable sensación de paz que el Shadowhunter le transmitía y pudo dormirse. Alejando así todas las preocupaciones y el dolor que la habían acechado el día de hoy.
El chico Wayland logró relajarse al notar la suave respiración de la rubia entre sus brazos. Con cuidado la levantó y acomodó su cuerpo en la cama. No iba a atreverse a dormir con ella, pero sí se quedaría en el sillón a su lado. Quería estar ahí por si necesitaba algo.

Pequeña de ojos azules- Alec LightwoodWhere stories live. Discover now