Capítulo 20

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Al entrar a la casa, Robert notó la muselina blanca de un vestido deslizarse por la puerta del salón azul, rio por lo bajo y se dirigió a la cocina, más adelante tendría tiempo para jugar a las escondidas con Lía.

- ¿Porqué no invita a la familia Abbott a cenar, señorita Kathryne?- repuso la señora Beans - son nuestros vecinos más cercanos y apuesto a que aceptarían la invitación sin chistar.

A Kathryne no le agradaba la idea de hacer invitaciones sin previo aviso, además los Abbott no eran la mejor compañía de todas, pero la señora Beans tenía razón en que la familia vendría sin dudarlo un segundo, sentía tener que darle un dolor de cabeza a su hermano.

- Espero no te moleste, pero ya he hecho otros planes- interrumpió Robert antes de que su hermana enviara al mensajero con la invitación a sus vecinos- he invitado a las familias de Richard y Maurice a que nos acompañen esta noche.

***

Lía nunca había estado en esa habitación en particular y tampoco recordaba que Kate la hubiera mostrado cuando llegó a Willow Hall. Tampoco recordaba haber estado en una habitación tan peculiar en toda su vida, no solo por la decoración sino por su contenido; el salón, tapizado de azul, parecía cumplir varios propósitos, una pequeña biblioteca se encontraba en la esquina derecha, un pequeño sillón azul se situaba frente a la ventana que daba al jardín, justo frente donde minutos antes conversaba con Robert, en la esquina opuesta se encontraba un espacio destinado a la pintura, un caballete daba justo al frente del otro ventanal, tenía un cuadro a medio terminar; pinceles, pinturas y todos los demás implementos se encontraban en estantes perfectamente acomodados, no muy lejos de ahí había un escritorio con pergamino, pluma y tinta dispuestas para escribir una carta; en el centro de la habitación había un sofá decorado con cojines azules, bordados exquisitamente con pequeñas flores amarillas y hojas color lima; frente a éste había una mesita con un canasto lleno de hilos, agujas y un bastidor con una labor de bordado finalizada; dispuesta a tomar un descanso se dispuso a sentarse en el sofá cuando un último detalle capturó su atención: un pianoforte vertical, no supo como no había reparado en él antes pues se encontraba cerca de la entrada.

El instrumento era viejo, nada parecido al magnífico ejemplar con cola que había en el salón de música, pero se encontraba en buen estado. Sobre él se encontraban varias miniaturas que retrataban a dos pequeños niños de lo más adorables, no pudo evitar reírse al caer en la cuenta de que se trataba de los hermanos Ringham y frente a ella, un cuadro enorme mostraba la imagen de la que debía ser la madre de ambos.

- Éste era el salón privado de mi madre…

Lía casi deja caer al suelo la miniatura del pequeño Robert Ringham que sostenía en sus manos del susto que se llevó.

- Recuerdo que podía pasar horas enteras encerrada en este lugar y solo muy pocas veces nos permitía entrar… sinceramente no he entrado aquí desde que murió y creo que tampoco mi padre ni Kate lo han hecho.

El joven se encontraba recostado en el marco de la puerta, titubeante de si debía o no pasar adelante.

- Lo siento… no debí entrar aquí- fue lo único que logró decir y, colocando la miniatura en su lugar, se acercó a Robert.
- Descuida, es imposible que lo supieras- respondió y le ofreció su mano a la joven, que por sorpresa aceptó.

Lía pensó que el joven la llevaría lejos de ese lugar, pero en vez de eso la llevó adentro de la habitación y se sentó en el sofá, contemplando curiosamente la estancia como había hecho minutos antes ella, permaneció varios minutos en silencio y en todo ese tiempo no soltó la mano de la joven.

- Las sirvientas han hecho bien cuidando este lugar… esta exactamente igual a como ella lo dejó.
- Es una habitación muy peculiar…
- Así era ella… se habrían  llevado bien- dijo sonriente, y presionó suavemente la mano de Lía.

El disfraz de una dama ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora