El primer suspiro

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Salen por la puerta mientras su madre los despide y cogen el coche. No estaba demasiado lejos el lugar, pero amenazan lluvias y lo último que quieren es volver chorreando a casa. Luis empieza a tararear la música que suena en la radio.

+No sabía que cantaras tan bien.

-No suelo cantar.

+Pues deberías hacerlo más, me encanta.

De repente, parece como si unas tinieblas lo opacaran. Recuerda que hace muchos años solía cantar a todas horas, con su madre, mientras esta tocaba el piano. Siempre que piensa en hogar, le viene esa imagen a la cabeza, pero ya no se atreve a cantar mucho, no sin ella a su lado para decirle que por favor siga haciéndolo.

Llegan al lugar. Cepeda nunca había estado, es lo que tiene mudarse, pero Aitana iba allí cada año, así que conocía de sobra el lugar.

Lo primero que hacen es ir a por bebida. Luis decide pedirse una cerveza sin alcohol, luego tiene que conducir y no quiere que ocurra nada. Aitana pide lo mismo para no dejarlo solo. Y ambos se van hacia la pista de baile cerveza en mano.

Para qué mentir, ninguno sabía bailar, pero se lo estaban pasando mejor que nunca. No les importaba hacer el ridículo, porque en realidad no les importaba nada más allá de ellos dos.

Habían pasado un par de horas ya, y la distancia entre ambos era cada vez menor. Dirían que fue el alcohol que se les empezó a subir, pero ambos sabían que no había ni una gota de este corriendo por sus venas. Se sentían libres, se sentían ellos mismos, sin ataduras del pasado, sin nada que los frenara aquella noche.

Cuando ya no podían más por el cansancio, se apartaron un poco de la pista y fueron a sentarse a descansar.

+Gracias por venir y acompañarme.

-Gracias a ti, hacía mucho que no me lo pasaba tan bien en año nuevo, ya no lo recordaba.

+Ni yo...

¿En qué momento Luis había empezado a acariciarle el brazo atrayéndola hacia él? ¿Y en qué momento Aitana  había empezado a apoyar la cabeza en su hombro? ¿Cómo pueden sentir tanta paz mientras sus corazones se desbocan?

-Podría pasar toda mi vida así – dice minutos más tarde depositando un suave beso en su pelo.

Aitana levanta la vista y lo mira a los ojos. Por segunda vez nota en ellos algo que no es capaz de pronunciar ni siquiera en su cabeza. Luis no puede dejar de mirar aquel verde de sus ojos, que incluso en la oscuridad, deslumbra su alma, exponiéndola, haciéndolo débil y vulnerable.

Apoyan sus frentes mientras cierran los ojos y se van acercando cada vez más. Pero alguien los interrumpe.

-Puta, ¿qué te has creído que haces? ¿No estarás intentando tirarte a otro pobre desgraciado? Me vas a poner celoso. Eres solo mía, ¿recuerdas? Y a ver si te traes un vestido más largo  la próxima vez que vas enseñando todo.

Y justo tenía que aparecer la última persona que quería encontrarse en ese momento, Joel. Y encima, con unas cuantas copas de más. Si ya de por sí era insoportable, así solo empeoraba.

Cuando reacciona, Joel ya está en el suelo con la nariz rota después del puñetazo que le acaba de meter Luis.

-No vuelvas a hablarle de esas formas, o te las verás conmigo.

En un segundo Joel se levanta y le pega un puñetazo en la ceja haciendo que esta empiece a sangrar abundantemente, manchándole la camisa tan blanca que traía hoy. Del golpe, Luis se encuentra en el suelo.

Los seguratas llegan antes de que eso continúe y sin tan siquiera preguntar, cortan la pelea y los echan de allí. En ese lugar las peleas estaban prohibidas.

Se dirigen al coche, sin hablarse, y una vez dentro Aitana empieza a limpiarle con cuidado la herida con pañuelos hasta que esta deja de sangrar.

El silencio se apodera de aquel espacio, hasta que Luis habla.

-Aiti, lo siento, sé que no debería de haberme metido.

+Luis, sé cuidarme sola, no necesito tu ayuda, no soy una muñeca de esas de escaparate que no sabe valerse por sí mismas.

-¿Qué? Yo nunca insinuaría algo así. ¿Por qué lo dices? – la cara de Luis cambia completamente a seriedad – Tiene que ver con él, ¿verdad? ¿Quién era?

+Era Joel – suelta echándose a llorar y tapándose la cara – Mi ex.

Solo con oír la forma en que la había tratado y escuchar esas palabras que no venían a cuento por parte de Aitana, todas las piezas encajaron en su cabeza.

-Aitana, por favor, no te ocultes de mí – dice apartándole las manos y entrelazándolas con las suyas – Mírame y escúchame bien, jamás vuelvas a pensar lo que ese imbécil te hizo creer. Tú no eres el juguete de nadie, ¿vale? Y nadie tiene derecho a tratarte como él lo acaba de hacer. Vales mucho, y no necesitas a nadie para ser alguien, tú eres Aitana Ocaña.

Las lágrimas empiezan a deslizarse por las mejillas de la chica de nuevo y él se las limpia cuidadosamente.

-Aiti, siento mucho que pensaras que lo hice porque no creía en ti, sabes de sobra que lo hago. Simplemente la ira me pudo, no puedo tolerar que ese idiota hable así de ti, no quiero, ¿vale? Porque...

La lluvia empieza a repiquetear contra la carrocería del coche, pero ninguno de ellos se da cuenta, están demasiado perdidos el uno en el otro. Él le empieza a acariciar la mano.

-Porque...

Posa la otra mano por debajo del mentón, levantándolo hacia él. Y poco a poco acerca su cabeza a la de ella. Las respiraciones empiezan a entrelazarse.

-Porque yo te quiero

Funden sus labios en un solo suspiro, el primero del año. Es suave, delicado, van con calma, pero van al unísono, como si cada movimiento estuviera previamente coordinado.

Ella enreda la mano que tiene libre en los rizos del joven para profundizar el beso. Y solo cuando ambos se dan cuenta de la notable falta de aire se separan.

Los cristales están empañados, no saben si por el calor que han creado ellos dentro, o por la lluvia que empieza a intensificarse fuera.

-¿Y ahora qué somos? ¿Novios?

+¿Alguna vez lo hemos dejado de ser?

Se dedican una sonrisa y se funden en un abrazo.

No tienen prisa por volver a casa, ¿qué importa quedarse toda una eternidad así? El año solo acaba de empezar.

Más allá de un sueño - AITEDAWhere stories live. Discover now