Parte 3

327 28 6
                                    

La mañana comienza con un salto sobre la cama, porque me había olvidado de dónde estaba

Ops! Esta imagem não segue nossas diretrizes de conteúdo. Para continuar a publicação, tente removê-la ou carregar outra.

La mañana comienza con un salto sobre la cama, porque me había olvidado de dónde estaba. Sintiéndome estúpido breves instantes, me remuevo sobre las cobijas, ubicando mis ganas de ponerme en pie. Se está tan cómodo y tibio que no quiero levantarme ni salir a algún lado, en cambio, al cabo de diez o quince minutos, incapaz de seguir durmiendo, termino yendo al baño. Es mi libertad matutina, no tengo que decir cuál fue mi primer acto en el baño. Entro después a la ducha, refrescándome y planeando a dónde iré esta tarde.

El aroma a jabón francés es curioso, me limpio y me siento perfumado al mismo tiempo. No estoy seguro de qué fragancia estoy adquiriendo, pero me parece que como fuese estará bien. Estoy en Francia, oleré a lo que corresponda. Bien, como soy un sujeto responsable sobre el cuidado del agua, no tardo demasiado y salgo, rodeándome con una toalla. Me acerco entonces a mi maleta, que he dejado tirada cómodamente al lado de la cama, buscando qué ponerme. Desempaco un par de cosas, pensando primordialmente en encontrar mi ropa interior. Oh, lo encuentro, al lado de un pantalón. Es el de estampado de escudo del Capitán América, uno de mis favoritos. Sonrío, enfundándome en estos e ignorando el pantalón porque quiero andar fresco, encendiendo luego el televisor para buscar algún programa.

Casi todo está en francés. Una de las cosas que me agradan de Canadá, mi tierra natal —oh, madre patria— es su segunda lengua Francesa. Escuchar ese acento no me crea ningún problema, es como desempolvar lo que ya sé. Aunque, de cualquier forma, yo sé muchos idiomas. No es por presumir, pero soy muy bueno con la lengua. Más aún cuando nos referimos a la del amor... Bien, cambiaré de tema ahora mismo. Suspiro sin ganas, sentándome en la cama y con el control remoto sigo cambiando de canal, hasta detenerme en una película. Sostengo la atención, hasta darme cuenta que es romántica. Hago una mueca y cambio de nuevo, cayendo en otra película que no tengo idea de qué vaya, pero luce diametralmente distinta. No tengo gana alguna de toparme con romanticismo, ahora mismo paso al respecto.

Mi estómago gruñe. Siento el hambre crecer en mis entrañas como un bebé que quiere devorar todo —no es posible que yo esté preñado, pero me entienden—. Me arrojo de espaldas contra la cama, cayendo sobre los cojines. Estiro mi brazo y levanto el teléfono sobre la mesita al lado de la cama para llamar a recepción y pedir comida, lo que fuese que hubiera. Tengo ganas de sorprenderme con el menú del lugar, espero no me defrauden. Tras colgar, bostezo y me acurruco sobre las sábanas. El frío me cubre, pero la pereza me vence como para buscar cobijo. Cuando creo caer dormido, escucho sonar la puerta. A punto de reclamar recuerdo que he pedido comida y simplemente me pongo en pie para abrir la puerta. Recibo un carrito con bandejas, mientras una mujer de servicio anuncia que es mi desayuno y me explica qué es. No le presto atención ni respondo nada, ella se marcha y yo cierro. Perfecto, comeré algo. Un desayuno ligero de panqueques con fresas y no sé qué más. Un estilo muy francés adorna la comida, es curioso y apetitoso al mismo tiempo. No le presto más atención y sólo procedo a comer mientras retomo la película.

Sin darme cuenta termino el desayuno y la película ha acabado. Me vuelvo a arrojar sobre la cama y quedo tendido con una sábana mal acomodada en mi espalda, mirando el techo. Aún es temprano, podría dar una vuelta, turistear. Estoy en un país que sólo había visitado un par de veces por alguna misión, conocerlo sin disparos de por medio estaría bien. Me tomo unos segundos en silencio para cotejar ese plan, pero mis ideas se interrumpen ante el sonido de llamada entrante de mi teléfono móvil. Pensé que ya estaría descargado, en cambio, al parecer la pila a resistido mágicamente, permitiéndole estarme jodiendo. Lo dejo sonar, si es un encargo no lo siento, porque estoy en días libres. Deja de timbrar, sin embargo, vuelve a los pocos segundos el ruido. Suspiro pesadamente, tomando el móvil y apagándolo. Me remuevo, sentándome en la orilla, buscando con la mirada mi máscara que olvidé dónde dejé. La recojo del pie de la cama, poniéndomela y mirando al suelo, observando el tapete color crema. Qué cliché de tapete, joder. Es mucho mejor el color rojo. Me quedo pensando sobre la llamada, la posible misión que pudieron encargarme. Tras unos segundos termino bufando.

Ademanes || Cablepool ||Onde histórias criam vida. Descubra agora