Wade W. Wilson, mercenario conocido como Deadpool, se toma unas vacaciones huyendo de los pensamientos que le aquejan a la hora de conciliar el sueño. Sin embargo, incluso despierto, no puede evitar que sus ideas terminen desembocando en el mismo la...
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No sé ni qué estaba pensando en el momento que decidí ir al bar. Un par de personas vieron mi rostro y huyeron al momento. Aunque, bueno, la barra quedó vacía y exclusivamente mía. Me senté como cualquier persona sobre los mullidos asientos, vislumbrando rápidamente alguna bebida que me llamara la atención, en cambio, terminé resoplando y mirando mis manos. No tenía ganas de beber aún, lo que es de cierta forma curioso, porque una de las cosas que me emocionaban cuando apenas tocaba suelo era el licor y ahora sólo me quedaba mirando los estantes de botellas, sintiendo de fondo cómo iban y venían personas a mis costados, pidiendo copas, bebiendo y yéndose al cabo de terminar.
Algo que noté con el tiempo transcurriendo aquí sentado, era que no disfrutaban sus tragos. Presumían con un whisky, invitaban martinnis, anexaban ginebra a todo o pedían un par de mezclas especiales para aparentar. Definitivamente les faltaba espíritu bebedor y sería yo quien se los mostrase, pero hoy no tengo ganas de luchar contra ello. Sólo esperaré a que todos se vayan antes de pedir algo con más calma y, por supuesto, menos audiencia en mi haber.
La tarde se fue lenta con tintes perezosos, mientras gente seguía paseándose con más atropellamiento. El licor haciendo efecto en los incautos idiotas siempre es un espectáculo. Brindo por ello. Simbólicamente, pues aunque hayan pasado ya unas horas me mantengo seco y sin pedir nada. Sigo esperando falto de motivo aparente. Parece que realmente no tengo ganas de nada, que no sea quedarme sentado leyendo etiquetas y reconociendo los distintos grados de alcohol.
El tiempo sigue adelante mientras siento miradas ocasionales sobre mí. Es extraño, generalmente son miradas de repudio o espanto, parece que he cubierto bien mi rostro y mi piel dejando sólo visible la sensual forma de mi cuerpo. Me ofrecieron un par de bebidas, tuve que negarme en un intento de amabilidad, aunque pequé un poco de grosero cuando insistían y ya no me quedaban ganas de responder. Los insistentes me agradan, yo mismo soy uno, pero cuando el objeto de insistencia soy yo me resulta bastante raro, además de incómodo y fastidioso. Aparte, el que sólo vean mi rostro instantáneamente será un trago amargo que arruinará el sabor delicioso del buen licor que habré ganado. Ah, qué fastidio. Al menos ya está cerca de vaciarse el lugar y quedarme pensando admirando el acabado barnizado de la barra es algo casi reconfortante.
Un par de sombras cruzan por detrás, logro notarlo por el reflejo en los vasos apilados en el lado del bartender. Esas figuras que me rondan me hacen recordar a Weasel, creo que no le avisé que me fui a la mierda un tiempo. Suspiro, escuchando que el leve bullicio del bar se ha aminorado tanto que incluso apenas delata un par de personas aparte de mí. Creo que es el momento propicio de pedir algo, sin embargo, al alzar la mirada me encuentro indeciso. Tanto tiempo aquí sentado y ahora no sé qué pedir. Viva yo. Me quedo pensando más de la cuenta, hasta que siento a alguien sentarse cerca mío. Trae gafas oscuras y un traje bastante elegante, su cabello es castaño con reflejo rojizo a contra luz, lo que le hace resaltar más. Es la primera vez que tomo detalle de alguien en la noche, pero es porque se me hace un poco familiar. Como fuese, aparto la mirada y sigo pensando en qué pedir. Escucho cómo el otro hombre pide un cognac, algo con clase. Concuerda con su persona. Por mi lado, me decanto por pedir una cerveza. Viva yo nuevamente. Siento al otro hacer un ademán hacia a mí, como reaccionando a lo que he dicho y queriendo decir algo, cerrando su boca sin emitir alguna palabra. Ya lo veo, es absurdo pedir una cerveza en este bar, me doy cuenta, pero es lo que se me antoja.
