Lord voldemort ha vuelto

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Todavía no puedes moverte, Hermione!- exclamó Harry por tercera vez, haciendo esfuerzos por intentar salir de la camilla de la enfermería de Hogwarts.

-Sólo estaba colocando la almohada. En serio, Harry- suspiró Hermione- estoy perfectamente. Toda esa magia negra era demasiada presión y me desmayé. Tú eres el que peor parado salió de allí.

-Mis heridas no tienen importancia, ¡tú estuviste en medio de la vuelta de Voldemort!

La chica rodó los ojos. Con una mano se tapó con la manta hasta el cuello en la camilla vecina a la de su histérico amigo.

-Harry, acabamos de volver de un encuentro con el mago más poderoso de todos los tiempos, casi te perdemos, Ronald no ha dejado de gritar a Dumbledore para que le explique qué demonios ha pasado, Madame Pomfrey se ha pasado horas revisando que no tuviera ninguna maldición y ¡es la una de la mañana! ¡Estoy bien y quiero dormir de una maldita vez!

Harry desvió la mirada con la cabeza gacha. Su corazón no se había detenido desde que vio a su amiga lanzarse hacia Voldemort en pleno resurgimiento. Ni Ron ni él pudieron hacer nada salvo ver el cuerpo desmayado de Hermione caer al suelo, desapareciendo por momentos en la nube negra que se había formado alrededor de un cuerpo esquelético, de un blanco enfermizo, casi incorpóreo. Poco a poco la figura de una persona fue tomando lugar. Al menos supieron que la forma humana sí la había adquirido, pero no pudieron ver más al estar el enemigo cubierto por la capucha de una negra capa. No les importó demasiado ya que el ver a Hermione inerte sobre uno de sus brazos había ocupado toda su atención. Todavía no sabían cómo habían escapado de allí enteros, con vida y su amiga. Como de costumbre Harry se culpaba por lo sucedido, convencido de que podría haber evitado todo el daño que habían sufrido.

Finalmente asintió.

-Está bien, Hermione, pero mañana dejarás que Dumbledore te revise en busca de maldiciones.

-De acuerdo. Buenas noches, Harry.

-Buenas noches, Herms.

Por primera vez en su vida Hermione comprendió a Ron. Nunca había entendido el mal humor con el que le respondía cuando le despertaba por las mañanas en La Madriguera. Ella siempre había sido madrugadora y para un día que quería seguir durmiendo más de las diez, sus queridos amigos y director habían decidido que no se lo iban a permitir.

-¿Está seguro de que Hermione no tiene nada, profesor?- preguntó Ron por tercera vez.

-No logro encontrar una sola maldición, señor Weasley- aseguró Dumbledore.

-¡Pero no puede estar bien después de que el caldero volcara sobre ella!- exclamó Harry.

Hermione suspiró al mismo tiempo que pedía paciencia. Cuando empezaban a hablar como si ella no estuviera en el mismo cuarto solía ser el momento en el que ella tenía que poner orden. El director se le adelantó.

-Por ahora les sugiero que se alegren de la suerte de la señorita Granger. Les aseguro que seguiré investigando los posibles efectos secundarios de su exposición al hechizo.

-Yo pienso hacer lo mismo en cuanto Madame Pomfrey me dé el alta- prometió la bruja.

Sus amigos le miraron de lo más preocupados sin saber qué decir para hacerle cambiar de opinión. Sin el respaldo de su director poco podían hacer.

-Bien. Les deseo su pronta recuperación- asintió Dumbledore. Se despidió de ellos y de la enfermera antes de salir de la sala.

-¿Tú cómo te encuentras, Harry?- preguntó Hermione queriendo cambiar de tema y hacer entrar un poco en razón a aquellos dos cabezotas. ¡Harry era quien casi muere la noche anterior! Ella sólo fue una imprudente e inconsciente. No recordaba mucho de esa noche ya que estuvo desmayada prácticamente hasta que Harry y Ron consiguieron volver a Hogwarts.

Atada al señor oscuroWhere stories live. Discover now