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En la oscuridad de la noche comenzó a sonar mi teléfono, un mensaje había llegado. Me quedé dormida hablando con Yoojung, bueno, yo fui la única que habló en todo momento pocas veces pude escuchar su voz. Busqué a tientas el celular que se encontraba debajo de mi almohada, lo encontré con la luz parpadeante en la esquina superior que me cegaba y no dejaba que mantenga los ojos  completamente abiertos. Prendí el celular y solo pude ver la notificación del mensaje, eso fue suficiente para que lo dejé caer a un lado mío de la cama.

Yoojung♥♥

Sabes que aún sigues siendo enamorada de Ong, ¿no?

Una cosa a la vez, por favor. Cerré los ojos e intenté conciliar el sueño. Tratando de no recordar lo que quizás me pasaría mañana. Los posibles supuestos me mataban y recordar las palabras de Yoojung ese día hacía que mate aquellos supuestos.

Desperté a las 3 de la mañana con una supuesta alarma que se convirtió en una llamada cada vez que me encontraba más consciente. Respondí sin ver, como lo hacen todos al estar medio conscientes.

—Te extraño. —dijiste casi en un susurro.

No esperaba escuchar tu voz a las 3 de la madrugada. Ni si quiera esperaba escucharte alguna vez ebrio, pues sí lo estabas. Me senté en mi cama sin decir nada y me toqué la frente para luego taparme los ojos. Qué he hecho.

—Mira afuera de tu cuarto.

Sin decir nada a través de la línea obedecí lo que me dijiste. Abrí la puerta aún con el celular al lado de mis oídos escuchando tu respiración.

Era una rosa.

La vi y me puse de cunclillas al instante desplomándome sin ya soportar mi peso. La cogí suavemente apreciando cada parte de ella detenidamente por primera vez. Un color rojo tan hermoso, no había otra palabra que lo pueda describir. Era la hermosa rosa. Cada parte de ella lo era.

—¿De dónde sacas todas estas rosas, Ong?

—Del jardín de mi madre. —solté una sonrisa. Besé la rosa y al instante recordé.

—Tenemos que hablar.

— Soñé contigo. —dijo en un tono que hacía cada vez notorio su estado. —Soñé que te besaba. —soltó un hipo. —Que estabas a mi lado bajo la lluvia.

Con cada cosa que decía me sentía tan culpable. Yo engañé a Ong, así como Daniel lo hizo conmigo. Lo peor de todo es que Daniel justificaba sus acciones, yo no. Me convertí en lo que tanto criticaba. Me paré y entré al cuarto tras cerrar la puerta con la rosa en la mano. La coloqué junto a las demás dentro de la botella de plástico cortada por la mitad decorada por Ong y yo en una de esas tardes que nos la pasábamos juntos. Cada una de estas rosas de ellas tenía una historia detrás.

—Puto Daniel. —escuché tras la línea.

Abrí los ojos aún más, Ong no es el chico que dice malas palabras, hasta las criticaba. Quise soltar una carcajada, pero me contuvé. Me mordí los labios y me eché en la cama aún con Ong en línea.

—Me besé con Daniel.

— ¿Qué? —pude escuchar a Ong decir sin ninguna pizca de ebriedad.

Quise decir más, pero el colgó casi al instante. Miré el teléfono confirmando que él había colgado la llamada. Me tapé los ojos y solté un sollozo para que comiencen a caer las primeras lágrimas de la noche. Él no tiene la culpa de nada, nadie tiene la culpa de nada, solo soy yo. Él estuvo siempre para mí, él sólo quería ayudarme y me sacó mis primeras reales risas después de tanto tiempo. La vida a través de los ojos de Ong tenía muchos colores, él le dio colores a mi vida. Él fue todo.

¿La gente cambia? Yo he cambiado y Daniel también. Los dos cambiamos, sin querer, nos cerramos del mundo, sin querer cambiamos para mal.Pero él no, él siempre fue el mismo. Lo haces tan difícil, chico sonrisas. Nunca me puse a pensar qué pasaría si terminaba con Ong, pues pensé que sería diferente con él y lo fue, sólo que él regresó, Daniel. No te quiero hacerte sufrir como yo lo hice al terminar por primera vez con mi primer amor. Cúbrete la espalda de mi dolor, Ong. Échame todo la culpa, diles a todos que yo soy la mala, porque lo soy.

No pude sentirme aún peor al día siguiente cuando lo vi por la tarde en el campus de la universidad sentado en una de las mesas leyendo algún libro. Estaba dudando en sí acercarme o no, lo hice. Fui con paso decidido que cada vez este se deshacía cuando me encontraba más cerca de su sitio.

No sé qué decirte. Puse mi mano en la mesa haciendo notar que había alguien ahí parado. Acababas de levantar tu mirada enfocándote en mí. Miraste hacia otro lado al instante evitando por completo cruzar miradas otra vez, quise voltear tu rostro para verte a los ojos y decirte todo, pero no. Solo observé tu perfil. Solté un suspiro. Vi como cogías tu libro parándote de la silla y te fuiste dejándome atrás sin voltear ni tan solo una vez en tu camino.

Y así te fuiste de mí en ese día tan soleado que podía significar para muchos como el perfecto para reír y estar al lado de tus amigos o, en mi caso, de ti. Un día soleado para muchos, cuando para mí se veía un día con frío y seco con lluvia.
En tu sueño yo no era aquella chica a tu lado, porque yo estoy sola, sin ti, bajo una lluvia invisible en la que me acababas de dejar.

Más que ayer.  »KangDanielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora