El día al fin llegó (parte 2)

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 — Sherlock, ¿de verdad piensas que yo creo tus mentiras?— preguntó Mycroft con tono condescendiente y alterado. 

  — No me importa lo que creas o no, hermano— soltó Sherlock mientras estaba recostado en la cama del hospital por una sobredosis de heroína. Mycroft lo había encontrado tirado en su habitación, tomó su pulso y preocupado llamó a sus padres para que lo llevasen al hospital inmediatamente. 

  — Sé que te autoinduciste la sobredosis, Sherlock. Sé que lo hiciste para ir a Londres para la rehabilitación con la que te amenazaron mamá y papá, y sé que es para ir con ese tal John Watson.

  — Mycroft— soltó Sherlock, algo preocupado por si Mycroft le decía eso a sus padres  —  Por favor no le digas a mamá y papá, si se enteran de esto no me dejarán solo y no podré ir a rescatar a John, de verdad él es muy importante para mí...

  — Lo sé, he visto a ese sucio animal entrar y salir de tu habitación con las notas atadas al collar. Sé que desde que empezaste mandar y recibir esas... cartas—  se aclaró la voz— has dejado de drogarte. Te hace bien... ¿pero y si al provocarte esa sobredosis hubieras muerto?

  — Imposible, calculé la dosis 3 veces. Te lo juro— contestó Sherlock—Además sabía que tú llegarías a tiempo, sabes perfectamente que a las 6 pm empiezo a tocar mi violín y como no me escuchaste, sabías que había pasado algo.

Mycroft bufó y se sentó en el sofá de al lado de la cama de Sherlock, ambos se observaron y el mayor dijo:

— Sabes que mamá y papá no te dejarán salir del hospital hasta que estés enteramente bien, y te mandarán a rehabilitación en dos semanas, aproximadamente. ¿Qué tal y ese tal John se olvida de ti en estas semanas?, es débil, seguramente creerá que lo abandonaste o eres una mentira. 

— No creo que le preocupe tanto... ¿tú cómo sabes que es débil? ¡Y no es débil!— vociferó Sherlock enfadado por las deducciones certeras de su hermano mayor, Sherlock también creía eso y sabía que John estaría mal por eso, pero era la única forma de ir sin que sus padres sospecharan y no lo dejasen ir.

— Me preocupé por ti y leí las cartas que escondes en tu escondite "secreto", que de secreto no tiene nada, Sherlock. Está debajo de una tabla de madera de tu habitación, es literalmente el lugar más obvio para esconder cosas. 

  — ¡Te he dicho mil veces que no husmees en mis cosas!—  gruñó Sherlock harto de la sobre protección de su hermano, ¿por qué no podía dejarlo en paz?—Y no es un escondite de ti, es de mamá y papá, sé que es un lugar muy obvio.

  Mycroft asintió, quería preguntarle si sentía algo por el tal John, él sabía que sí pero quería oírlo de su hermano, quería que aceptara sus sentimientos por alguien, nunca lo había oído decirle algo lindo a nadie, jamás, y tampoco es como si él mismo fuese cariñoso, lo hacía más por curiosidad que por otra cosa. Sabía que Sherlock era gay, una vez al buscar sus apuntes en la habitación de Sherlock, enfadado por el hurto de su hermano, encontró algo que esperaba pero no quería ver nunca; una revista de porno gay.  La dejó en el mismo lugar y salió incómodo de la habitación. 

  —Ese tal John Watson... ¿te gusta?—  preguntó Mycroft. Sherlock frunció el ceño y se ruborizó un poco.

—¿Qué clase de pregunta es esa? Como si te importase...—  soltó él con un tono claramente molesto.  

Mycroft se encogió de hombros y suspiró mientras observaba a Sherlock postrado en la cama con su transfusión de líquidos por vía intravenosa, no le gustaba en lo absoluto ver a su hermano de esa manera, aunque era menos grave que la sobredosis no hubiese sido autoinfligida; odió entrar a la habitación de su hermano menor y verlo tirado en el piso, casi sin poder respirar mientras veía a la nada. Es duro y traumatizante, aunque no lo quiera decir en voz alta. 

  — Sí me importas... Sherlock—  murmuró Mycroft y casi gira los ojos cuando divisó a Sherlock bufar con tono irónico.

— Pues sí, supongo que sí me gusta. No me causo una sobredosis de acetomorfina por cualquiera— respondió Sherlock con un tono divertido, como dando una especie de tregua a su hermano mayor, Mycroft rió un poco.

Después de mejorarse y limpiarse por completo, los padres de Sherlock lo mandaron al centro de Londres a un internado de rehabilitación para jóvenes con sus mismas adicciones, Sherlock fingió renuencia y un profundo fastidio, pero sin presionar tanto como para que sus padres aceptaran y lo regresaran a casa. A los pocos días huyó del centro de rehabilitación sin que nadie lo descubriera y se inscribió en el internado de John fingiendo ser un muchacho alemán que venía de intercambio queriendo curar su homosexualidad, lo cuál explicaba por qué sus padres no podían ir a inscribirlo. 

Lo aceptaron encantados, su actuación e imitación del acento alemán era plausible e irrefutable además de su profundo arrepentimiento por sus pecados homosexuales, lo cuál convenció al director, homosexual reprimido con infancia dura y fascista por lo que Sherlock pudo deducir en los pocos minutos de la entrevista.

Sherlock fue golpeado, torturado y electrocutado por días hasta que decidieron dejarlo pensando que le habían curado la peor parte de su homosexualidad. Eso le había dejado algunos moretones y cicatrices, pero nada que no supiera que iba a recibir. Ése internado era dirigido por un hombre ruin homosexual reprimido que busca vengarse de lo que es, contratando a personas peores o iguales a él para torturar a muchachos que no son culpables de ningún delito o pecado alguno. 

Cuando fue asignado a una habitación, más bien celda, sin luz o ventana, le dieron un uniforme gris y lo dejaron sin cena. En cierto modo eso lo alivió, al fin lo peor había pasado, iba a ver a John e iba a poder ayudarlo a escapar de ese infierno en la tierra.

Había ideado un plan de rescate después de 10 minutos de estar dentro del internado, iba a ser sencillo si nada se salía de lo previsto. Al otro día en la comida estaba deduciendo quién podía ser John Watson, no lo encontraba por ninguna parte hasta que en un descanso en el patio lo encontró sentado leyendo algún libro de detectives, de pronto su respiración se aceleró, era él, era John. Nervioso y ruborizado al ver al chico con el que llevaba más de 5 meses mandándose cartas, contándose todo y sintiendo una conexión inexplicable, era guapo, no era alto ni gordo, era rubio y su nariz le parecía la cosa más adorable del mundo, estuvo a punto de acercarse a él, pero antes observó su reflejo en una ventana del edificio de la cafetería y trató de acomodar sus rizos de la mejor manera posible. Quería causar una buena primera impresión, de pronto observó a Henry caminar por el patio y frunció el ceño al ver su collar... ¿John seguía mandándole cartas? ¡Claro, él no sabía que estaba ahí!

Se preocupó al ver a un chico grande coger de una mala manera al gato y quitándole el collar con la carta, la leyó, alzó la mirada y con furia observó a John. Era Paul. Lo persiguió hasta los baños, Sherlock corrió tras él y al notar que había algún objeto obstruyendo la apertura de la puerta, con todas sus fuerzas la pateó y entró a golpear a Paul hasta que éste último, cual cobarde, salió corriendo y llorando mientras John yacía escondido detrás de la puerta de un cubículo. 

Sherlock no sabía qué hacer, escuchaba los llantos de John y eso le partía el corazón. Después de intercambiar algunas palabras, John salió y lo primero que hizo fue abrazarlo con todas sus fuerzas.

Al fin estaban juntos.

Cat (Johnlock)Where stories live. Discover now