¡Resiste, Elizabeth!

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De pronto, escucho ladridos y mi ensueño llega a su fin...

¡Dumbo! Es en lo primero que pienso al regresar a la realidad, en la que mi motita de algodón brilla por su ausencia, pero Luifer, continúa taladrándome sin piedad con su penetrante mirada casi que en tercera dimensión. No hace nada más. Solo me mira, me mira, me mira con una fijeza desquiciante a la par de aturdidora, y yo, mirándolo como si se tratara de un espejismo, tras recordar lo que he recordado, en vez de desear cruzarle la cara a guantazos por egoísta y canalla, soy atenazada por el innato e infame deseo de volar a sus brazos y refugiarme en estos como tantas interminables noches de agonizante insomnio lo añoré.

¡Idiota! ¡Sí, eso eres, una idiota, Elizabeth! me recrimino al instante, y del mismo modo, en un intento por evitar que mis revueltas emociones me traicionen, aparto mis ojos de su fiero rostro fingiéndome indiferente y comienzo después a examinar toda la habitación en busca de Dumbo. ¿Dónde diablos está? no lo veo por ninguna parte, pero de pronto, tal como si la fuerza de mis pensamientos lo alcanzara, los incesantes y desesperados ladridos de este comienzan a retumbar desde algún lugar cercano.

¡¿Es en serio?! ¡¿Lo echó fuera?! estalla en mi cabeza, al ubicar la llamada de auxilio de Dumbo tras la puerta que da al patio trasero de la casa, a la que llego en cuestión de segundos con el corazón latiéndome en la garganta.

―¡¿Cómo se atrevió a sacarlo?! - murmullo entre dientes, conforme quito el presillo de la cerradura y me acuerdo de todos los antepasados de, Luifer.

Una vez abro la puerta, el pequeño, enfurecido y peludo animal, sin prestarme la más mínima atención entra como una bala y, antes de que pueda si quiera llamarlo, ya está en mi habitación rugiéndole como un león al causante de su exilio.

¡Ojala le dé su merecido! Refunfuño entre las sombras e, indignada, paso de nuevo el cerrojo y me vuelvo no muy segura de querer regresar al epicentro del desastre, al que llego en cuestión de segundos, y en donde, como sospecho, Dumbo está que quiere tragarse vivo a Luifer; quien para no variar, también observa a su feroz atacante de un modo sanguinario, con el que lo obliga a mantener la distancia.

Si las miradas mataran, Dumbo ya no la estuviera ladrando.

En fin, el escándalo, es bárbaro, y la nerviosa indignación reflejada en mi rostro aún más, pero, decidida a no dejarme vencen por la estresante situación, respiro con brusquedad y, tras ignorar con toda premeditación al rubio mal encarado sentado en mi puff, entro en mi cuarto y tomo entre mis brazos al enardecido animal, al que le digo en tono tranquilizador mientras lo saco de allí.

―¡Ya, precioso! ¡Ya estás a salvo! ¡Todo está bien! ¡Cálmate!

Segundos después, ya en la iluminada cocina, coloco a la inquieta criatura en el piso y saco del pequeño refrigerador un enorme vaso hasta el tope de agua, que bebo de un solo tirón mientras trato de controlar mi desbocado corazón y ordenar mis pensamientos.

Es él, definitivamente es él y todo lo que está pasando es real.

Acabado el último trago, miro de nuevo a Dumbo, que a diferencia de mí, ya está calmado y come gustoso la perrarina en su plato. Suspiro frustrada. Mis nervios aún están por todo lo alto, necesito pensar y actuar en frío o de lo contrario, ninguna de las revelaciones del fulano Lucius servirán de nada, por eso, miro otro rato más a mi hambrienta mascota y, cuando por fin logro tranquilizarme un poco, o eso creo, coloco el vaso sobre la encimera y regreso a mi habitación no muy convencida de hacer lo que voy a hacer: plantarle cara por fin a la endemoniada fiera de ojos petrolizados, por la que mi corazón aletea con auténtico deseo, desesperación y furia.

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⏰ Última actualización: Jul 22, 2018 ⏰

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