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—¿Sabes lo duro que trabajo y usted no lo aprecia como debe? —La joven chocó con un desconocido, disculpándose al instante. —Claro, usted ha de estar muy tranquilo rascándose los huevos. —Esperó un momento, viendo como el mono rojo cambiaba a verde. —¡No me importa! —Cruzó la calle, deteniéndose a una cuadra después para esperar nuevamente su turno de avanzar.

Un gato negro pasó justo frente a ella. Haciéndole sentir un escalofrío.

—¿Sabe qué? Olvidelo. ¡Renuncio! —Sobó su frente, viendo de reojo como las personas avanzaban de manera rápida. Ella les siguió. —Ya lo hice. No puede-

—¡Cuidado! —El sonido del claxon fue lo último que escuchó.

El joven salió rapidamente del auto al haber frenado con fuerza. Se acercó al cuerpo de la chica, con un rostro aterrado y preocupado por como la chica se encontraba en el suelo. Su frente sangraba por el golpe al caer, la blusa blanca que llevaba puesta bajo un chaleco negro de cuero, comenzó a mancharse de rojo en la parte del vientre donde la camisa se encontraba rasgada. La mochila que llevaba en su hombro estaba abierta, algo rota y llena de polvo, sus cosas se sobre salían de ésta. Su pantalón de mezclilla estaba roto de las rodillas por el impacto en el suelo.

Sacó su teléfono del pantalón de su bolsillo, yendo rápidamente al icono de llamada y presionando los números 911. Dio la dirección en dónde se encontraba, esperando a que la ambulancia llegara.

El semáforo para automóviles se puso en rojo, y los peatones comenzaron a avanzar, dándose cuenta de la escena. Un policía cercano al lugar, se acercó rápidamente para alejar a los espectadores y después hacerle unas preguntas al joven.

El oficial tomó las pertenencias de la chica, guardándolas en su mochila después de ver como la subían a una camilla y la metían en la ambulancia. Tomó su teléfono que ahora se encontraba roto de la pantalla, pero que aún era funcionable. Buscó en sus contactos el número en caso de que le sucediera algo, presionó el nombre y esperó a que la chica contestara.

¿Qué pasa, chica?

—Buenas tardes, habla el oficial John.

B-Buenas tardes.

—Sí, queremos informarle que la dueña de este teléfono ha sufrido un accidente.

—¿Que? ¿C-Cómo?

—Al parecer, cruzó la calle en turno de automóviles.

En rojo... —Se quejó.

—Sí. La hemos contactado por ser su número en caso de una emergencia.

Claro, muchísimas gracias. Estaré allá en un momento.

°°°

—¿______? —La morena se acercó rápidamente a la camilla, donde su amiga comenzaba a despertar.

—¿Dónde estoy? —Preguntó la paciente, colocando su mano en su cabeza.

—¡Ay, idiota! ¿¡Cómo demonios se te ocurre cruzar en rojo!? —Golpeó el colchón de la camilla con su palma, mostrandose molesta. —Si serás...

—Lo siento... N-No lo vi.

—Tsk... ¿Quién soy yo?

—A-Alya.

—Al menos no perdiste la memoria. —Subió sus lentes por el puente de su nariz, poniéndose de pie y saliendo de la habitación sin cerrar la puerta. —Doctor, mi amiga ha despertado. —Regresando con el hombre de cabellos canosos, ambos se acercaron a la camilla.

—Digame, ¿cuál es su nombre, señorita? —Interrogó el doctor, iluminando los ojos de la paciente con una pequeña linterna de bolsillo.

—______ ****.

—¿Recuerda dónde nació?

—En... San Francisco, Estados Unidos.

—¿Dónde se encuentran sus padres?

—N-No tengo. —Tardó en contestar. El hombre dejó de iluminar, llevando su mirada a la chica sentada en una silla, que asintió al instante, afirmando lo que su amiga decía.

—¿Sabe quién es ella? —Preguntó, apuntando a la de lentes con la mirada.

—Alya Césaire, mi mejor amiga. —La mencionada sonrió, sintiendo que lloraría.

—De acuerdo. —Llevó sus manos a sus bolsillos. —¿Recuerda algún detalle de lo que pasó en el accidente?

—N-No en verdad. —Intentó sentarse, pero ese inmenso dolor en el vientre y su cuerpo entero, se lo impidieron. Ambas personas a sus lados, aconsejaron que no lo hiciera. Volvió a recostarse sobre su espalda, comenzando a jadear de dolor. —Recuerdo que hablaba por teléfono con mi jefe. Vi que... algunas personas comenzaron a avanzar y yo las seguí, creyendo que era turno de peatones. Hasta que escuché el claxon de un auto, no recuerdo más.

—Bien. El... joven Coffaine le gustaría pasar a verla. —Miró a Alya, quien asintió en aprobación. El doctor salió, en busca del joven del que hablaba.

—¿Coffaine?

—Es el chico que te atropelló. —Dijo sarcástica su amiga. La paciente sacudió un poco su cabeza.

—¿Cuánto tiempo llevo dormida?

—Uhm... Como... un par de semanas.

—¿Eh? —Frotó su rostro, soltando un suspiro. —Tengo hambre.

—Lo sé. Iré a ver qué te traerán de almorzar. Mientras, te puedes quedar con el joven Coffaine~ —Alya dio unos pequeños piquetes en el brazo de su contraria, mirándola divertida.

—¿Ya desperto? —Escucharon una voz masculina adentrarse a la habitación, deteniéndose frente a la camilla. —¿C-Cómo te encuentras?

—Bien. —Contestó la chica. —B-Bueno, me duele todo el cuerpo, pero estoy bien al menos. —Soltó una risita.

—Bueno, los dejo solos. —Le guiñó el ojo Alya a su amiga, saliendo después de la habitacion.

No es el momento, Alya. Pensó la herida.

—Siento mucho lo que sucedió. Juro que pagaré por los daños-

—No, no, no. No te preocupes por eso. Fue culpa mía por haber cruzado en turno de vehículo. Descuida, yo pagaré todo. —Soltó un quejido por mover sus manos en negación. —T-Tu auto, ¿cómo está?

—No puedes ni moverte por tal golpe ¿y te preocupa más mi auto? —Rió un poco.

—Lo siento, soy bastante modesta. —El joven se sentó en la silla en la que Alya se encontraba antes, pues notó que la chica se quejaba por alzar y recostar de nuevo su cabeza para verlo mejor.

—Señorita ****. —El doctor entró a la habitación, interrumpiendo la conversación que los menores mantenían. —Tenemos una buena y... una mala noticia.

𝑩𝒖𝒔𝒄𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒖𝒏 𝑷𝒂𝒅𝒓𝒆 [ Adrien Agreste ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora