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Capítulo XXII

Cuando Comienzan de los Problemas




Hallaron la primera púa una mañana, días después de su pequeña... discusión.

(Ninguno de los dos tenía mucha idea de cómo llamar a esa pequeña eventualidad. Discusión, desacuerdo, ninguno parecía adecuado, pues, en realidad, no habían llegado a tocar el tema. Se limitaron a fingir que no había sucedido jamás).

Asim se topó con su pareja acariciando una de las susodichas cosas, mirando con preocupación la extensión negruzca en el suelo.

- ¿Qué es eso? - preguntó, incómodo, pues no había visto a Sahid en todo el día, y no esperaba encontrárselo así.

El mayor negó con la cabeza - No lo sé - murmuró - Nunca, en todos los años que llevo en este sitio, he visto algo así, y no entiendo por qué está aquí -.

La púa era gruesa, casi del tamaño de la pierna del príncipe de Azbektahn, era negra como un ópalo, con hermosas pintas suaves y pequeñitas de otros colores. Era filosa, si la apariencia de su punta le daba una idea; se extendía por el suelo como tinta sobre el papel, dura y fría.

El castaño se sentó junto al albino, tomando su mano con delicadeza, y analizando de igual manera la púa, ladeando la cabeza - Es hermosa - dijo porque, en realidad, lo era, a pesar de lo desconcertante que pudiese ser.

- Lo es - estuvo de acuerdo el otro - Esperemos a que sea tan buena como se ve -.

Algo en el pecho del muchacho se apretó, y tuvo que morderse la lengua para no decirle a su pareja lo que pensaba. No estaba muy seguro de poner sus esperanzas en la idea de que la púa no fuese una mala señal, no le parecía realista.

- Vamos a estar bien - dijo, en cambio, frunciendo un poco el ceño porque no le gustaba decirle cosas a Sahid de las cuales no estaba seguro - Vamos a estarlo, y si esto se convierte en un problema, no nos quedará más que aprender a lidiar con ello -.

El mayor le miró, sus hermosos ojos azul cobalto llenos de incertidumbre. Sin embargo, algo debió de encontrar en su rostro, pues le mostró una pequeña, pero bella sonrisa, y se inclinó para dejar un suave pico en sus labios.

El contacto desconcertó al muchacho, que sonrió, rojo hasta el nacimiento del cabello, sin despegar la mirada de los labios del albino.

- Entiendo - dijo este, apenas apartándose, una de sus pequeñas manos yendo hasta la rodilla del más alto, y acariciando su muslo grande y fuerte, bastante diferente al propio. Asim carraspeó, revolviéndose ligeramente para que la mano del otro no fuese más allá, optando por tomarla entre la suya, solo por precaución.

- Lo único que tenemos que hacer, es mantener la cabeza fría, y no dejarnos llevar por el pánico. Esa siempre es la mejor forma de dar respuesta a un suceso inesperado -.

El mayor ladeó la cabeza, sonriendo graciosamente - ¿Me estás hablando como soldado? -.

(Era fantástica, esa faceta juguetona de Sahid. El príncipe de Razrahël se había soltado con él de una manera que jamás creyó posible, y comenzaba a darle gracias a dios por ello).

- Te... estoy hablando como estratega - contestó, dejando, por su parte, un suave pico en los labios color cereza del otro - Y como tal, puedo decirle, señor, que sé que me está tentando -.

- ¿Eso cree? - se rió el mayor, pasando los brazos en torno al cuello del muchacho.

- No lo creo, señor, lo sé -.

Aún divertido, el albino se inclinó para besar profundamente a su pareja, dejándose acariciar, dispuesto a olvidar sus problemas. Y por un par de horas, sorprendentemente, lo logró.

El Príncipe del OasisWhere stories live. Discover now