Capítulo 18

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Si Justin estaba investigando el asesinato de Holanda, quizás descubriera algo que no debía y lo mataron por eso. Aquel simple pensamiento hace estremecer a la inspectora, que comienza a sentirse realmente mal. Al ver las expresiones de los demás, se da cuenta que comparten su teoría, y eso empeora su estado. Sin decir nada, sale rápidamente por la puerta. Escucha unos pasos apresurados detrás suyo y alguien llamando su nombre, pero no sabe de quién se trata. Sus sentidos han dejado de funcionar completamente, no oye nada, no ve nada, no siente nada. Está entumecida. Cuando está a punto de meterse en el coche para huir de ahí, unos brazos la retienen con fuerza, impidiendo que siga avanzando.

-Alex, por favor, para -le ruega Peter, claramente preocupado por ella. La chica fija su mirada en él, pero le cuesta enfocar.

-Necesito... necesito irme de aquí -tartamudea-. Por favor, Peter, sácame de aquí.

El joven no puede negarse ante las súplicas de su amiga. La ayuda a sentarse en el asiento del copiloto y se pone al volante, para llevarlos hasta su apartamento. Cuando llegan, la chica no dice nada, su mirada está perdida en algún punto de la lejanía. Él ha intentado entablar conversación con ella durante todo el camino, pero no ha sido capaz. En su casa la situación no cambia. Realmente preocupado por ella, se coloca enfrente suya y la obliga a mirarle a los ojos.

-Háblame, Alex -le pide, más bien le ordena.

-Es culpa mía -dice al fin. Decirlo en voz alta no le ayuda a superarlo, más bien tiene el efecto contrario-. Justin está muerto por mi culpa. Yo le he matado.

-¿Qué? -pregunta sorprendido-. ¿De qué demonios estás hablando?

-Que esté muerto es culpa mía -repite de nuevo. Está empezando a sufrir un ataque de ansiedad. Su respiración se ha acelerado notablemente, al igual que su ritmo cardíaco, y no tardará en comenzar a hiperventilar. Y que esté sollozando solo empeora la situación-. Si yo hubiera descubierto al asesino de aquel maldito caso -explica con rabia en su voz-, Justin no habría empezado a investigar, no se hubiera puesto en peligro, y seguiría vivo. Es culpa mía, yo le maté.

El joven ya no sabe cómo convencerla de que eso no es cierto, de que no saben al cien por cien que ese fuera el motivo por el que su hermano murió. Parece que todo lo que le diga le entrará por un oído y le saldrá por el otro. Exasperado, le sostiene el rostro entre sus manos y la observa con detenimiento. Sus ojos son una mezcla de emociones catastrófica. Entre ellas destaca la desolación, culpabilidad, remordimientos, dolor, angustia, desesperación, y muchas otras más para nada agradables. Le parte el alma verla así, y hace lo único que cree que puede ayudarla a olvidar en esos momentos. La besa. Al principio la chica se tensa y deja de farfullar al sentir una presión inesperada sobre sus labios, pero luego se relaja y le devuelve el gesto. La acción de Peter poco a poco va surgiendo el efecto esperado, pero ella necesita más, mucho más. Rodea el cuello del chico con sus brazos y le acerca, profundizando el beso. El joven gruñe cuando siente su lengua siendo rozada por la de la inspectora, por lo que la levanta, haciendo que le rodee la cadera con sus piernas, y los conduce hasta la habitación. La tumba delicadamente en la cama y se separa ligeramente para observarla. En el fondo, sabe que lo que están haciendo no está bien, pero en esos momentos es lo que necesita, y a juzgar por la expresión de su acompañante, ella también. Así que se dejan llevar, desahogándose, perdiéndose entre los brazos del otro.

Alex se despierta apoyada en el pecho de Peter. Es muy consciente de lo que ha pasado entre ellos, y sabe que está mal que haya ocurrido, pero lo necesitaba. Estar con él le ha hecho sentir más cerca de Justin durante un instante. Y para el chico no ha sido diferente. Tiene claro que se ha acostado con la novia de su hermano muerto, pero le ha hecho experimentar que estaba vivo de nuevo.

The caseOù les histoires vivent. Découvrez maintenant