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Tu torso es lindo, y no, en absoluto es equis. Tiene la musculatura perfecta que combina a la perfección con tu abdomen y eso me gusta. ¿Y qué tiene de malo que tus pezones sean rosados? Es tierno, a mi perspectiva lo es.

Sabes, cuando empecé a leer esto y descubrí la verdadera utilidad que le diste, nunca creía llegar a encontrar mi nombre entre las páginas. Debo decir que mi reacción no fue la más apropiada, en realidad, porque leer algo como que tus pezones se endurecen gracias a mí es algo que me lleno de un calor bastante vergonzoso de aceptar y que terminó en una dolorosa erección que tuve que contenerme de aliviar. No era apropiado, en absoluto. De hecho, me avergonzaré aún más ante ti, ya que al estar escribiendo esta parte y recordar lo que escribiste e imaginármelo, me provocó una nueva erección que sigue sin ser para nada aceptable, pero cabe la posibilidad de que al leer esto y enterarte de ella te rías. Y a mí me encanta verte reír.

Oh, eso escribiré en esta parte, que me encanta tu risa, tu sonrisa en general. La manera en la que tus ojos brillan cuando algo te hace feliz, la enorme sonrisa que se forma en tu rostro, el pequeño hoyuelo que aparece en tu mejilla izquierda, es un espectáculo digno de ser apreciado. Pero tu risa, diablos, Stiles, tu risa es la mejor melodía que alguna vez he escuchado en mi vida. De pequeño me sentaba cerca de tu lugar sólo para lograr escucharla más de cerca, fue triste darme cuenta del momento en el que tus actitudes empezaron a cambiar. Notar cuando te empezaste a aislar por culpa de la estupidez humana de Beacon Hills High School, sobre todo cuando dejaste de sonreír tan a menudo y como tu risa se fue extinguiendo hasta dejar un sonido falso y vacío que sólo haces para que la gente crea que estás bien, cuando no es así. Pero no te preocupes, Stiles, yo me encargaré de recuperarla. De regresar a la vida esa sonrisa brillante y esa risa cantarina.

Debo agregar que uno de mis momentos favoritos, que al inicio no lo era tanto, fue ese día en el que llegaste completamente decaído a la escuela por culpa de una tontería que hizo Jackson. Recuerdo que todo ese día no levantaste la mirada ni una sola vez y eso me entristeció mucho. Por eso hice ese espectáculo en la cafetería, para ver si lograba hacerte reír. No funcionó, lamentablemente, mis desafinadas notas en esa canción no lograron hacerte levantar la mirada de tu almuerzo. Pero mi torpeza al toparme contigo en el pasillo para regresarte uno de tus cuadernos sí lo logró, me dio mucha pena, no lo negaré. Después de todo, por la prisa de alcanzarte me tropecé y caía frente a ti tal cual sucede en las tontas películas románticas para adolescentes. Todo un cliché.

Recuerdo que me levante sonrojado y balbuceando disculpas tontas para al final sólo tenderte tu cuaderno con toda la intensión de huir de ahí con la poca dignidad que me quedaba. Qué bueno que no lo hice, porque eso me permitió escuchar esa risa sincera y despreocupada de nuevo. Lo mejor de ella, es que esa vez la provoqué yo, con mi torpeza, pero lo logré. Y me sentí en el cielo debido a ello, mejor que cuando gano un partido importante de básquet. Es por eso que desde ese día me prometí que intentaría regresarte esa sonrisa sincera cada que pudiera, algo que lamentablemente no he logrado del todo, pero soy persistente.

Ten things that I love about himDonde viven las historias. Descúbrelo ahora