LXXVI

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"La hipocresía es la mejor máscara de los mentirosos. Siempre hay una persona tan falsa que ni ella misma sabe quién es en realidad".

 Siempre hay una persona tan falsa que ni ella misma sabe quién es en realidad"

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El cielo comienza a adoptar un tono anaranjado. Pequeñas nubes se pasean por el techo del mundo junto a algunas aves migratorias que adornan el paisaje. Camino hasta llegar al comedor en un recorrido solitario. El resto de los chicos ya deben encontrarse en el lugar, puesto que las agujas del reloj marcan las cinco de la tarde; hora para la que estaba pactada la fiesta. Escucho levemente una dulce melodía que cada vez se oye más a medida que me acerco al destino de donde proviene.

El edificio del comedor ha sido galardonado enormemente para recibirnos. Telas de color rojo carmesí con detalles negros descienden desde lo más alto de él, además de otros brillantes adornos plateados y dorados que destacan en el gótico inmueble que sirve de comedor. Me acerco a la entrada de éste para ingresar, pero un brazo musculoso me detiene bruscamente. Alzo mi mirada y observo que proviene de un hombre alto, robusto, calvo y de piel morena, el cual viste un traje azulado elegante y lleva unos lentes oscuros. A su lado hay un hombre vestido de la misma manera pero con características físicas distintas. Es de piel blanca rojiza y cabello rubio.

—¿Qué le pasa? —bramo.

—No puede ingresar —me dice con su voz grave el moreno, sin dirigirme la mirada—. Necesita un antifaz. Son órdenes de la señora directora.

—Pues no tengo —contesto con fastidio.

—Debía adquirirlo en la exhibición de disfraces —agrega el otro encargado de la vigilancia de la entrada. Su voz es temblorosa.

Ruedo los ojos y me volteo para mirar hacia el lugar donde el hombre jorobado estaba exhibiendo los disfraces, pero observo que ya no está, como es de esperarse. Lo más seguro es que ha culminado de guardar todos los cajones y estantes en la bodega. Vuelvo a observar a los guardas que están en le entrada del comedor para notificárselos, pero en ese momento observo que hay un antifaz de color negro en una esquina del comedor, camuflándose con el césped que está a su alrededor y siendo opacado por las sombras que le brindan las paredes que le resguardan.

Me resulta un poco extraño que haya aparecido allí, de la nada, cuando anteriormente no lo había visto. Pienso que de seguro alguien lo dejó caer cuando ingresó, o había traído uno más de la cuenta, no sé, realmente no me importa con tal de que con esto pueda ingresar. Me agacho y lo tomo, sintiendo una vibra extraña recorrerme de inmediato. Miro a mis lados y veo que no hay nadie, así que no me preocupo. Procedo a colocármelo y encaminarme de nuevo a la entrada de la fiesta.

—¿Contentos? —les digo con sorna a los hombres.

Éstos me miran de reojo y finalmente me dejan pasar.

—Ahora sí. Que disfrute de la fiesta —habla, sin ganas, el de piel morena. Parece que lo ha repetido con todos los que han ingresado.

—Sí, claro —le contesto con sarcasmo mientras me introduzco en el interior del edificio.

BloodWhere stories live. Discover now