2

33.2K 2.6K 3.6K
                                    

Ω

A la mañana siguiente, por fortuna y como el día anterior, el alfa ya se había marchado para cuando Izuku apareció.

Sacó la llave de la maceta de nuevo y se sorprendió al percatarse de que la televisión aun estaba apagada; Eri bajó algunos minutos después y se sentó en el sofá más cercano a la ventana, observando hacia el jardín mientras que Kouta aparecía para tomar su puesto habitual, encendiendo la televisión.

Esta vez, para el desayuno preparó crepes saladas y sonrió al ver como los niños bebían jugo de fresa. Kouta estuvo a punto de marcharse de nuevo, pero Izuku volvió a detenerlo para que los acompañara.

Al terminar, los niños se marcharon, Kouta permaneció anclado a la televisión mientras que Eri subía las escaleras a toda prisa.

Izuku estuvo enfrascado lavando los platos y para cuando se giró, con la intención de buscar las cosas que había traído consigo, notó una hoja de papel rosa con decorado de flores en las orillas y que estaba garabateada con crayón verde por la letra desarreglada propia de un niño que recién aprende a escribir.

Siento mucho que el Señor Bakugo sea malo con usted

Los enormes ojos esmeralda del omega se sintieron acuosos y sus dedos aún húmedos apretujaron el papel decorado. Percatarse de que una niña llamaba a su padre por su apellido y se refería a él como Señor le rompió el corazón a niveles que no pudo siquiera haber imaginado.

Miró a su alrededor, buscando a la niña y al no divisarla en ningún rincón caminó hasta su mochila color mostaza. Había notado que Eri parecía tener algo de interés por el jardín y las flores en general, por lo que la noche anterior había corrido hasta el centro de la ciudad y le había rogado a la dueña de una florería hasta que la mujer accedió a venderle semillas de distintas flores.

Caminó hasta la puerta trasera de la casa y se asomó al pequeño cobertizo olvidado que había ahí; lo abrió luego de golpear la cerradura y rebuscó hasta encontrar una pala oxidada y una regadera para jardín llena de moho.

Se tomó su tiempo para limpiarlas antes de caminar de vuelta a la casa y atravesar la estancia con una amplia sonrisa que hizo que Kouta frunciera el ceño. Salió al jardín principal y escogió la maceta en la que Katsuki le dejaba la llave de la casa para comenzar.

Leyó y releyó las instrucciones en el sobre de las semillas y sin saber si estaba haciendo lo correcto, sacó la planta seca de la tierra, revolvió, humedeció y colocó las semillas.

Iba por la tercera maceta cuando la puerta principal de la casa se abrió y Eri se asomó solo un poco para ver al omega que seguía leyendo las instrucciones en el sobre plastificado de color verde que estaba entre sus manos.

—Ah, hola, Eri-chan —le sonrió cuando se percató de su presencia gracias a un rechinido de la puerta. —¿quieres ayudar?

El cabello blanco de la niña se sacudió cuando ella asintió enérgicamente, Izuku se puso de pie y sacudió sus manos para ayudarla a colocarse el par de botas amarillas que tenía para días lluviosos.

Le entregó un puñado de semillas luego de acuclillarse frente a ella y explicarle con una amplia sonrisa.

—Estas son semillas de margaritas, —señaló el par de macetas que ya había preparado. —esas son de rosas y esas otras de violetas.

Eri parecía asombrada y después comenzó a hablar, muy bajito.

—Antes el jardín era muy bonito, pero el señor Bakugo no tiene tiempo para cuidarlo.

Aroma del verano; [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora