Capítulo 1. Flores efímeras

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Felicidad y alegría

Dolor y tristeza

Tú y yo

Los compartimos juntos

Cuatro hermanos y su padre compartían un suave y frio postre, cremoso y gentil con el paladar; un balance perfecto entre vainilla y cubierta de chocolate, añadiendo frutas frescas de temporada y galletas con relleno, todo presentado en una hermosa copa de cristal.

El ambiente era agradable, no podía percibirse el mal olor de su hogar, no les molestaban los animales e insectos que aparecían de vez en cuando ni la humedad o la oscuridad; tenían todo lo que podían desear en su hogar sin necesitar vivir entre los humanos en la superficie: todo estaba bien, estaban juntos a pesar de todo por lo que habían pasado.

Los compartimos por un tiempo

Pero de pronto se desvanecieron

Las flores de un sueño.

Un campo de pasto

Lleva al cielo

Un suave viento pasó

Mientras sonreías

El padre miraba la escena con ternura y las comisuras de sus labios se deslizaron para lograr que sus mejillas cubrieran las ventanas de su alma casi por completo, pero no ocultando el brillo que se emanaba de ellas, un color aperlado se asomaba mientras su risa resonaba desde su pecho al escuchar una peculiar y cómica anécdota que contaban sus hijos.

Todos rieron en unísono, algunas de las risas sonaban más fuerte que otras; el de bandana roja golpeo la mesa con cuidado en un intento de sostener su euforia, al genio se le fue algo de crema a la nariz y ahora estaba tratando de limpiarse con un paño mientras seguía riendo, el menor posaba sus manos sobre su estómago mientras dejaba sus carcajadas salir mientras caía al suelo y el mayor apoyo su frente en su puño mientras negaba con la cabeza, pero el también trataba de sostener su risa.

"Hace mucho que no lo escuchaba reír así, sensei". Comento el de bandana azul, notando la tan extrañada acción por parte de su maestro.

"Lo mismo digo de ustedes, hijos míos. Ya ha pasado bastante tiempo desde la última vez que reímos juntos".

"Si, extrañaba esto". Su vista se dirigió de vuelta a sus hermanos, no estaba nada mal, era perfecto. Las risas cesaron luego de varios segundos y continuaron disfrutando su postre, de vez en cuando soltaban una que otra risita entre la conversación que seguía y seguía, alargándose por horas hasta que llegaron a un silencio pacifico, nunca lo habían pensado pero era como volver a respirar después de pasar años ahogándose, como volver ver la luz del Sol después de estar tanto tiempo entre la oscuridad. Ya no tenían nada que temer, lo que sea que venga en el futuro lo podrán superar juntos.

"Hijo míos". Comenzó a hablar su sensei. "Puedo ver lo mucho que han madurado y debo decirles que estoy orgulloso de todo lo que han logrado; derrotaron a nuestro mayor enemigo y volvieron sanos y salvos. Recuerdo cuando aún eran niños: pequeños y frágiles, necesitando de alguien que los proteja; y aunque no era mi deber llevarlos conmigo algo me dijo que debía hacerlo, debo decir que fue una de las mejores decisiones de mi vida". Hizo una pequeña pausa para ver las reacciones de sus hijos, siempre sentía una inmensa dicha al poder tenerlos frente suyo, ya sea pidiéndole un consejo o haciendo un escándalo en las alcantarillas; sus rostros, sus sonrisas y sus ojos llenos de pasión y juventud, le daban vida a su envejecido y lastimado ser. Los cuatro lo miraban callados, atentos a lo que su maestro tenía que decir. "Cuando salieron por primera vez a la superficie me llene de un profundo temor". Bajo la vista un momento y respiro hondo, luego volvió su vista a las tortugas. "Y cada día ese miedo crecía más y más, cada vez que salían a la superficie a patrullar, o cuando nos separábamos. Aun así, yo sabía que tenía que dejarlos ir para que pudieran crecer y ser verdaderos guerreros; para ser los héroes que estaban destinados a ser. Eso no significa que fue fácil, tener que dejarlos enfrentar esos peligros y enemigos creados por hechos ajenos a ustedes pero que cayeron sobre sus hombros de todas formas; con todo esto, ¿cómo creen que pude soportarlo?". Los cuatro callaron, no tenían la respuesta. "Confiando en ustedes". Hizo otra pausa, ahora estaban más que expectantes a su explicación. "Confié en sus habilidades y en su unión como hermanos; los he visto pelear juntos por años, crecieron y maduraron gracias a sus vínculos. Por ello, puedo asegurarles ahora que mientras ustedes cuatro permanezcan juntos no habrá nada que no puedan hacer, son más que familia: son un equipo".

How we became lion heartsWhere stories live. Discover now