Capítulo XIV.

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     Las manecillas del reloj se movieron hasta indicar que eran las 7:30am, y un enorme alivio se sintió por todo el hospital.

El trabajo comenzó a hacerse mucho más rápido, pues las energías comenzaban a renovarse a esa hora para médicos y pacientes, y todo resultaba mucho más efectivo cuando la hora de la salida llegaba, pues todos deseaban terminar pronto para volver a sus hogares.

Y en ese momento, los siguientes en el turno laboral llegaban a reemplazar a los demás.

Por suerte las cosas siempre marchaban bien en el hospital, no por nada era considerado uno de los mejores del país, y era tan requerido por sus perfectos servicios y su pronta atención a los pacientes sin importar la emergencia que presentaran o si se trataba de un simple resfriado.

El único problema al que podía enfrentarse en frecuencia era que no siempre podían atender a la gran cantidad de personas que llegaban. El hospital tenía un límite, y en el día era cuando este era rebasado la mayoría del tiempo desde su apertura hasta el anochecer. Esto no quería decir que en la noche fuera más sencillo, pues a pesar de que no siempre alcanzaba el límite en la noche solían llegar más casos de emergencia y eso era peor que tener a una horda de personas con una simple enfermedad o herida esperando ser atendidas.

La noche era el turno más agotador, y en donde más pacientes perdían la vida.

El índice de fallecimientos era de un 3% entre todos los pacientes atendidos, y cualquier número por encima de 0 siempre sería altísimo tratándose de este caso.

Sin embargo, todos los médicos siempre escondían aquella oscura verdad del hospital con sus sonrisas. Dándoles las esperanzas a los pacientes que aún vivían.

Un hospital grandioso sin duda alguna pensarían todos, con médicos profesionales y personal amigable. Eso sin contar con todo lo que poseía; su tecnología, áreas especializadas y zonas de comodidad para los pacientes.

Pero la verdad es que detrás de este magnífico lugar, hay un solo hombre. Una sola persona que llevó y mantiene este lugar en todo lo que es ahora.

La puerta principal se abrió, permitiéndole el ingreso a un apuesto hombre de cabellos azabaches ligeramente despeinados y ojos del mismo color. Vistiendo un traje negro que se acomodaba perfectamente a su esbelto cuerpo, y una corbata que arruinaba toda aquella imagen siendo esta de un horrible estampado de arcoíris.

Un elegante hombre, con corbatas sacadas del infierno.

Él avanzó a paso apresurado hacia su oficina, saludando a varios de sus trabajadores con una adorable sonrisa quienes le devolvían el gesto nerviosos pues, a pesar de su apariencia y su aparente amabilidad todos sabían que él era una persona a quien debían tenerle respeto y jamás cuestionar su autoridad.

Porque Félix Shape era un hombre de temer.

El director del hospital venía cada cierto tiempo, porque en su control tenía no solo ese sino varios hospitales más y debía repartir su tiempo entre todos ellos. Gracias a él, el sector de la salud en el país estaba mejor que nunca, pues para él la prioridad siempre está en los pacientes y su esfuerzo por brindarle la mejor calidad médica a todos da todos sus frutos.

Pero por algún motivo extraño y desconocido por todos, Félix se encontraba en ese hospital casi todos días.

Nadie sabía el porqué, y lo más inquietante de todo era tener a aquel imponente hombre todos los días rondando por el lugar. Porque si, el director no era de aquellos que se encerraba horas en su oficina haciendo papeleo, pues para el susto de todos Félix recorría cada parte del hospital, brindando apoyo a cualquier cosa que lo requiera. Hace sus recorridos como si tuviese todo el tiempo del mundo, y nadie sabe cómo es que logra terminar todo su trabajo y tener tan perfectos resultados.

El último Pines || BillDipWhere stories live. Discover now