Capítulo XX.

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     Aquella vez, sus sueños parecían una efímera realidad. 

Al abrir sus ojos, lo primero que vio fueron unas deterioradas paredes de madera. Al girar un poco su cabeza, pudo apreciar mejor el lugar donde se encontraba, y por lo que veía se trataba de una vieja cabaña.

Tenía varias grietas en sus paredes y columnas, incluso algunos tablones del suelo tenían agujeros, y estaba seguro de que si llegaba a poner un solo pie encima se romperían y quedaría atrapado.

¿Cómo había llegado a ese lugar?

No podía recordarlo, de hecho ni siquiera sabía que era lo que estaba haciendo antes de eso.

Al escuchar un sonido proveniente de las escaleras, miró en esa dirección, para sorprenderse al ver a un hombre mayor, con unos enormes anteojos y un libro en sus manos. Al llegar al último escalón, el hombre levantó su mirada encontrándose con la suya, y le sonrió cálidamente.

—Hola Dipper ¿Qué estás haciendo ahí? —preguntó el mayor, acercándose a él.

Dipper no sabía exactamente qué responder, ni el mismo sabía lo que estaba haciendo en ese lugar.

—-Y-Yo solo estaba... buscando algo de comer —respondió, llevando su mano a su estómago y sonriendo nerviosamente.

El mayor lo vio no muy convencido, pero decidió dejarlo pasar.

—¿Quieres acompañarme a mi laboratorio? Hay algo que me gustaría enseñarte. —el castaño lo pensó un poco, si eso era un sueño entonces no tendría nada que perder. Nunca había podido controlarse a sí mismo en sus sueños, y el poder hacerlo era algo sumamente extraño. Decidido asintió, y Ford sonrió—. Bien, entonces sígueme.

El mayor comenzó a caminar escaleras abajo, siendo seguido por Dipper, quien miraba todo maravillado. Estaba seguro de que eso era un recuerdo, y planeaba aprovecharlo al máximo.

Cuando llegaron al sótano, Ford sacó una llave que tenía en su cuello, y abrió la puerta. Al ver lo que había dentro, la mirada del castaño se iluminó.

¡Era increíble!

El lugar parecía uno de esos laboratorios de científicos locos que enseñaban en las películas, estaba lleno de varios aparatos y máquinas, y lo mejor de todo, lleno de estanterías de puros libros de matemáticas y ciencias.

—¡Esto es increíble! —exclamó Dipper, mirando todo fascinado.

Ford lo miró extrañado.

—¿Por qué te sorprendes tanto? No es como si fuera la primera vez que vienes aquí. —explicó viendo a su sobrino como si estuviera enfermo.

Dipper al caer en cuenta, tuvo que pensar rápido en una respuesta.

—E-Eh, sí, claro. Es solo que... nunca terminaré de acostumbrarme a todas las maravillas que tienes aquí... tío Ford. —dijo él, ya habiendo recordado algo sobre sus tíos abuelos.

Ford lo miró preocupado, pensando que algo le ocurría, pero decidió darle un poco más de tiempo antes de sacar conclusiones.

—Bien, ven aquí, quiero que veas esto. —Ford se acercó a una computadora en el centro del lugar, mientras Dipper seguía perdiéndose más y más en ese fantástico lugar.

Al llegar a la computadora, abrió unos documentos, y le hizo una señal a Dipper para que se acercara y los viera.

—¿Qué es esto? —preguntó curioso, observando la gran cantidad de archivos que había en ese pequeño aparato.

El último Pines || BillDipWhere stories live. Discover now