Capítulo 4

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Fatgum no puede evitar encargarse del papeleo de hospital para que su joven héroe pueda ser dado de alta; es su responsabilidad después de todo. Luego de muchos pasos de protocolo que al hombre le han parecido aburridos y exasperantes, pueden marcharse.

Tamaki agradece mentalmente a su jefe por haberle llevado una muda limpia de ropa, porque sería vergonzoso salir con la bata de hospital puesta, sobre todo porque se encuentra abierta en la parte trasera, dejando descubierta su espalda, posaderas y piernas. Que horrible sería que todos viesen aquello. De solo pensarlo le dan escalofríos.

Fatgum detiene un taxi y ambos se suben; el adulto ha obligado al pelinegro a usar muletas para moverse, procurando no usar mucho su pierna lastimada para evitar que la herida en ella pueda abrirse nuevamente, sangrando. El pro no quiere que eso le suceda al joven Amajiki. El viaje se lleva a cabo con tranquilidad; Tamaki permanece en silencio, escuchando las palabras sin fin del hombre que yace sentado a su lado, alegando que tiene hambre. Fatgum sabe que el muchacho es callado, y lo entiende, pero eso no significa que esté del todo de acuerdo. Siente que el pelinegro debe hablar un poco más, abrirse a las personas y superar su ansiedad. Por supuesto que es consciente de que eso no es facil, pero por eso siempre procura ayudarlo, aun si a veces Amajiki piensa que lo hace solo para molestarlo pues no es así.

Llegan a la entrada de las instalaciones de la academia Yuuei. El auto se detiene y, luego de que el adulto pague el transporte y se bajen, éste se marcha.

—Tamaki-senpai— habla Kirishima desde el portón, acercándose al aludido con una sonrisa en el rostro—. Lo llevaré a su habitación mientras el señor Fatgum va a hablar con el director de la escuela.

—No tienes por qué, Kirishima-kun.

—Tonterías. Quiero hacerlo. No deseo que por un descuido tropiece con las muletas y se lastime más. Vamos. Iremos a su ritmo.

Tamaki observa al pelirrojo que se posiciona a su lado, apretando las muletas entre sus manos y sintiendo una calidez en el pecho. Una mano le da una palmada en la espalda y se gira a mirar a Fatgum, quien lo alienta, con una sonrisa, a seguir a su kohai.

...

Mirio tiene horas esperando en la habitación de Tamaki que éste aparezca, pero solo consigue que su preocupación aumente.

Sentado en el borde de la cama individual de su mejor amigo, el muchacho de ojos azules se pasa ambas manos por el rostro, suspirando poco después. Observa la comida intacta que ha traído desde la cafetería con la idea de que el pelinegro llegara hambriento en cualquier momento. Y entonces, la puerta se abre y escucha una voz animada que recuerda de algún lado, pero no sabe de donde. Su atención se clava en la entrada, vislumbrando al chico de dientes cual tiburón y Amajiki.

Mirio no tarda en levantarse de su sitio para ir donde el pelinegro, mirando angustioso como éste se encuentra usando muletas, pasando por completo del menor con ojos rojizos.

—¿Qué te ha pasado?— indaga el rubio, tomandolo suavemente por los hombros y mirando su pierna doblada con las cejas fruncidas.

—Yo...— Tamaki no sabe como continuar y clava sus ojos oscuros en la madera del suelo de la habitación, incapaz de mirar a su amigo.

—Entonces ya me voy, Tamaki-senpai— habla Eijirō, sonriendole a los mayores antes de hacer una inclinación y marcharse por donde ha venido.

Amajiki piensa que es una lastima que el pelirrojo se haya marchado, pero aquello ya no importa cuando vuelve a centrar su atención en Mirio.

El rubio decide cerrar la puerta para luego guiar a su mejor amigo, y amor platónico, hacia la cama donde lo sienta con cuidado, dejando las muletas de lado.

—Había un problema de rehenes— comienza a explicar el pelinegro, con voz bajita y mirando sus pies—. Fui a ayudar. El tipo tenía un arma y me disparó en la pierna. Los doctores me atendieron bien, dijeron que no afectó a un nervio o dañó el hueso, pero la herida es profunda y han dicho que lo mejor es que no me mueva mucho. Las muletas me parecen algo drástico, pero Fatgum insistió que debía usarlas.

—¿Solo la pierna?— Mirio suelta un largo y sonoro suspiro de alivio cuando ve a Tamaki asentir una vez—. Menos mal. Realmente me has preocupado.

Amajiki alza ligeramente la mirada, causando que sus ojos se encuentren con un rubio que le observa con alegría de verlo vivo y con algo que piensa debe ser similar al cariño, quizás porque son mejores amigos. Pero el pelinegro no puede evitar sentirse sumamente alegre por ello y solo atina a sonreir toscamente al rubio.

—¡Ah, sí!— recuerda Togata, acercandose al escritorio donde ha dejado el plato de comida que toma en manos y acerca al otro muchacho —. ¿Tienes hambre? Te traje comida. No sabía si habrías comido antes de venir. Fue un impulso.

Amajiki toma el plato con cuidado, mirándolo en silencio y comenzando a percibir una sensación extraña en el estómago que confunde con hambre. Agradece a su mejor amigo y se dispone a comer sus alimentos, pensando que Mirio realmente es un Sol.

Sentimientos por la LunaWhere stories live. Discover now