Capítulo 13. Las espinas de la ira.

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La soledad brotaba de cada pequeña arruga de su pecho herido. El tuétano de sus huesos se consumía con el ácido amargo de su pena. Aquella noche Sousuke no pegó ojo, no había manera de poder conciliar el sueño cuando, cada vez que trataba de entregarse a Morfeo, en su mente se evocaba la mirada de Haru; lejana; fría; brutal. Sus ojos impasibles desgarraron su corazón en un zarpazo indescriptible de rabia y alcohol. Miles de preguntas asaltaban su mente, torturándole, curándole aquella amarga laceración con sal y limón.

Con el brillo de la luna bañando su rostro una amarguísima lágrima rodó por su mejilla. Se sentía estúpido. En aquel momento se arrepintió de la mitad de actos que había hecho en su vida, toda la gente con la que se había besado, todas las mujeres con las que se había acostado. Vendería todo su pasado y sus recuerdos por tener un presente al lado de aquel hombre. Pero no podía.

-¿Cómo puedo pretender que me quiera? - Se preguntó a sí mismo. Una nerviosa risita salió por sus labios, no podía parar de llorar y ni siquiera podía hacer ruido, bastante humillado se sentía ya.

Sousuke Yamazaki era un hombre que siempre se había considerado fuerte, todo lo fuerte que era más lo que podía aparentar. Se había pasado media vida fingiendo ser el doble de estable de lo que realmente era en muchas ocasiones y en ese momento le estaba pasando factura. Él también sufría y lloraba por las noches, pero nunca había podido demostrarlo. Estando con Haruka una parte de él consiguió liberarse de aquello y sentía que podía ser un poco más libre sumergido en el océano de sus ojos. Con él podía hablar de su más vívida pesadilla, del inefable miedo que le producía no poder volver a nadar, de sus sueños rotos. Una adormecida depresión se encontraba gestante dentro de él, engendrada por la profunda fruntración que sentía y la imposibilidad de dar rienda suelta a sus sentimientos más viscerales; rabia, dolor, pena, ira. Nada podía mostrar y todo desde dentro le consumía.

Esa imagen parecía una vaga distorsión del Sousuke que todos conocían, pero su realidad impronunciable le estaba ahogando. Aquella noche se quedó dormido entre lágrimas de hiel, descansando sobre el cuerpo del hombre que le había robado y roto el corazón.

El amanecer llegó antes de lo esperado. Con un entrecortado quejido Sousuke abrió los ojos, todavía con la pereza de aquel que querría dormir más; no tenía fuerzas para enfrentar un nuevo día. No tenía las fuerzas suficientes como para verle de nuevo, pero aquello sería inevitable, la espera tan solo alargaba la agonía. La vergüenza y la rabia de haberse sentido utilizado se agolpaban en su pecho como una bomba de relojería; apenas acababa de abrir los ojos y ya quería llorar. Haruka no estaba en la habitación. Sousuke miró por encima su cama, perfectamente hecha y colocada. En una esquina había un par de calzoncillos azules que debían estar recién lavados, bajo la cama tan solo quedaba un pequeño neceser en el que guardaban un par de cremas para el hombro y analgésicos para el dolor. Por desgracia para Sousuke había un dolor que no podría aliviar fácilmente con analgésicos.

Los pasillos estaban a rebosar. Los jóvenes de ambas academias reían y bromeaban como si llevaran todo el tiempo viviendo allí. "No queda mucho, pronto se irán." Pensó Sousuke, tratando de hallar consuelo a su desasosiego en la idea de que pronto Haru no estaría allí. Aquellas manos que con tanto cuidado le habían acariciado la noche anterior para después desgarrarle el alma hasta el tuétano de los huesos pronto se irían de su vida y no tendría por qué verle tanto. Aquel pensamiento generaba paz dentro de él, pero a su vez la más profunda de las desolaciones. Sousuke no quería dejar de verle, tan solo quería amarle; pero Haru no se dejaba querer, no por él. A lo lejos Sousuke le vió, abrazado a Rin como tantas veces estaba. La envidia y la rabia emponzoñaban sus venas a su paso, como un cálido y espeso veneno. No podía evitar preguntarse una y otra vez qué tenía Rin, qué tenía él que no pudiera darle. Un seco puñetazo abolló una de las taquillas de la pared y el pasillo se quedó en silencio por unos segundos. Su mirada mostraba la cara más amarga del amor. Tras el primer puñetazo llegó el segundo, más fuerte y contundente. Quería sentir dolor, quería sentir la sangre brotar por sus nudillos, quería que Haru le cuidara las heridas.

Hurt. (Souharu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora