Una muerte roja

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Galilea. Año veinte de mi captura.

Anoche nos sorprendió una tormenta de arena. Los hombres no se atrevían ni a abrir la boca para hablar. Nos aferramos al cuello de caballos y camellos mientras olas de arena subían y bajaban a nuestro alrededor. Los sarracenos han perseguido a un gran destacamento europeo hasta el desierto. Los cruzados llevan con ellos una reliquia. Un pedazo de la Santa Cruz. Si nos hacemos con este objeto, sería un duro golpe para la moral de los enemigos cristianos de Saladino. Le pregunté a Saladino por qué estábamos aquí, a kilómetros de la civilización y el agua. Y contestó: "para traer una muerte roja a nuestros enemigos de ojos azules". 

El enorme ejército cruzado se ha detenido tras dos picos llamados los Cuernos de Hattin. En los cuernos sólo hay una fuente de agua, que controla Saladino. Por la noche los sarracenos salen y derraman enormes cantidades de agua en la arena a la vista de los europeos, que enloquecen de sed. Es una crueldad digna de... un cruzado.

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La lucha fue terrible: los cruzados tenían que vencer o morir. La mayoría murió. Saladino ha tratado bien a sus prisioneros proporcionándoles agua helada de las montañas y tiendas cómodas. Por primera vez en años he tenido la oportunidad de hablar con mis compatriotas, pero no sabía que decirle a estos... invasores. No todos los prisioneros fueron tratados tan dignamente. Reinaldo de Chatillon fue capturado aquí y, cumpliendo su promesa, Saladino le cortó la cabeza con su propia cimitarra. Es irónico que después de que los cruzados llegaran allí, los sarracenos se transformaran en el pueblo que parecía digno de destrucción.

Saladino -  El CaballeroWhere stories live. Discover now