la invitación

43 2 0
                                    

-¿Hmm...?- Elvis lo miró con atención.

-¿Y si hacemos una fiesta en tu casa?- sonrió el chico, dejando caer los rizos de sus tentáculos en su rostro, cubriéndole un poco las gafas de montura dorada.

-¿Pero por qué en la mía?- replicó irritado Elvis, pasándose la mano por el cabello y peinándoselo hacia atrás.

-Es que tu vives solo. Ahí siempre se pueden hacer fiestas sin riesgos. Anda, estoy aburridísimo y cansadísimo, Te ayudaré a limpiar después.- le sonrió Kevin, encantador.

-Bien, pero tú vas a limpiar. Llamaré a quien se me ocurra, tú ve a conseguir algo de beber, quizá.-

El chico medusa se deslizó a la puerta de entrada, bailoteando al ritmo de un swing que se escuchaba de fondo en la habitación. Había estado estudiando en la sala común de su casa junto a Elvis desde hacía al menos unas cuatro horas, lo cual era poco para un par de futuros médicos en pleno viernes, pero llevaban semanas así y ambos estaban hartos de los temas que involucrasen cualquier órgano de cualquier ser vivo que no fuese su hígado dañándose con alcohol. Elvis lo observó bailar contento hasta la entrada, le alegraba un poco verlo así. Suponiendo que iría a comprar las cosas empezó a marcar por teléfono a sus contactos.

-¡Hey, Delfino!- rió, la persona al otro lado de la línea contestó casi de inmediato.

-Carajo, ¿Cuántas veces te voy a decir que no me llames así, Azulito?

-Ya, ya nena... Hey, haré una fiesta en mi casa, ¿Vienes?

-Por supuesto hermano, pero, hey... Uhm... ¿Puedo invitar a alguien?

-Awww... ¡El pequeño rosadito está enamorado! Pero mira nada más... Pensé que tu corazón no latía porque tenías toda la sangre en el p-

-¡Sólo dime si puedo!

-Por supuesto amigo, a quienes y cuántos quieras, mientras más, mejor.

-Excelente, estaremos allá en... ¿Dos horas?

-Perfecto. Te veo acá.

Elvis siguió haciendo llamadas a cuantos pudo, oda clase de criaturas que estaban listas para saltar a la morada del chico mantarraya. Kevin entró de vuelta con las cosas para la fiesta en unas grandes bolsas de tela reciclables, pues era del tipo de chicos que aprecian la ecología del mar. Se quitó las gafas oscuras revelando las de montura dorada que le servían para ver mejor debajo.

-Siempre he pensado que te ves estúpido usando dos gafas al mismo tiempo.- se burló Elvis.

-Y yo siempre he pensado que necesitas lavar esa horrible chaqueta de cuero, pero cada quien se viste como quiere. Rápido grandote, tenemos que ir a tu casa y arreglar todo, no queremos que rompan tus preciosos jarrones de niña.- le sonrió.

Elvis se encogió de hombros y le ayudó a cargar las cosas en la parte trasera de su vieja pecera fishwagen. Era un auto terriblemente arcáico, como de los 60's, pero funcionaba como si hubiese salido de la agencia marina hacía dos días. El hobbie de Elvis era la ingeniería mecánica. Tomaron rumbo a la casa de ELvis escuchando a Queen.

***

-¡YA-ES-VIERNES!- Anthony entró a la habitación de Philip sin preguntar, la madre del dragón estaba tan acostumbrada a ver a Anthony que ya ni se inmutaba cuando entraba a la caverna por si solo.

Philip estaba medio dormido, enroscado bajo sus alas. Normalmente tomaba una siesta si se sentía cansado al final de la semana. Entreabrió los ojos sólo para ver a su mejor amigo danzando de un lado al otro de la habitación y metiéndose en su clóset. Se volvió a acurrucar.

The two shippersWhere stories live. Discover now