13: Tramposos

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Eiden

Entro al edificio destruido, las autoridades han dejado de buscar, pero yo no me rindo, encontrare a Merche. Ya es de noche, ni la prensa se ha quedado, solo hay un policía o dos deambulando, pero ni prestan atención en realidad. Por mi parte yo sigo buscando, mi esperanza está latente. Muevo unos escombros y veo una mano, rápido reacciono e intento correr las rocas. Es ella, su cabello castaño cubre su cara, pero es mi chica.

―¡Merche! ―la llamo pero no contesta ―¡Hey! Por favor... ―digo preocupado ―háblame.

El alivio llega a mí cuando levanta su cara y sonríe al verme.

―Mi ángel.

―Ya estoy aquí ―aclaro y muevo los escombros que faltan, despacio la alzo entre mis brazos ―. Vamos a casa.

Se abraza a mi cuello.

―Te extrañe.

―Y yo a ti ―Le doy un leve beso ―¿Cómo te encuentras?

―Nada que no se pueda solucionar con un par de mimos.

―Eres una traviesa ―le digo y se ríe.

Avanzo por el lugar destruido, abandono el pasillo y reviso el descampado viendo que no esté ninguno de los policías que vi antes, para que no nos hagan ningún interrogatorio. Un leve descuido y podría terminar preso, por mi identificación falsa, además de que estuvimos sin permiso en ese tren. Lo que menos necesitamos es que las autoridades se entrometan.

Observo un segundo a Merche, no parece herida de gravedad, solo algo cansada. Sin embargo cuando lleguemos a casa, llamare a algún medico de confianza para que la revise.

Al alejarme del descampado, llego a un pueblo dónde consigo un taxi, la tarifa está muy alta, pero en casa tenemos el dinero, así que no me preocupo. Mi chica duerme todo el camino y cuando el coche estaciona busco la billetera en el departamento, le pago al conductor, luego la despierto a ella para que baje del vehículo. Ya en la casa, Merche se estira y se sienta en el sillón, yo también me acomodo allí.

―Estamos devuelta ―Sonríe y agarra el teléfono de línea que está en la mesita de luz a su lado ―. Voy a llamar a Edgard para ver cómo se encuentran los niños.

La detengo apoyando mi mano sobre la suya.

―Es muy tarde.

―Cierto ―Borra su sonrisa y vuelve a ponerlo en su lugar, quedándose pensativa ―cierto ―repite.

―¿Qué ocurre? ―le pregunto preocupado.

―Nada.

―Si es por Malya y Hermes, sabemos que se fueron antes, y William...

―No me importa ―me interrumpe ―ninguno me importa ―dice severa.

―¿Por qué? ―expreso sorprendido ―Fuimos allí por...

―Para detener el resurgimiento de la Sociedad de las Letras ―Agarra de su bolsillo un papel, lo observa fijamente y puedo notar que mientras lo sostiene sus dedos tiemblan ―pero tampoco sé si esto me interesa... ―Gotas caen sobre aquella carta y me doy cuenta que está llorando ―. Traidores, no quería pensarlo, pero es verdad ―Estruja el papel haciéndolo un bollito y luego lo lanza al suelo con fuerza, llena de rabia y frustración. Se cubre el rostro afligida y sigue sollozando ―. Siguen mintiéndome.

Perversa Oscuridad: Conquista [#5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora