21: Cuentos de hadas

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Merche

Secuestrada, otra vez. La diferencia está en la marca, ya no es la Sociedad de las Letras quién me captura, sino Rosa Negra. Lo irónico es, que ya se estaban tardando. Ha pasado tiempo desde la última vez, pero esto se me hará costumbre si sigo así. Me raptan luego escapó, es como si fuera un deja vú. Debería dejar de burlarme y admitir que lo hicieron mejor que mis otros captores, hasta te atienden con clase. Si esto no sería un secuestro, ya estaría pensando que estoy en un hotel cinco estrellas. Sin contar la lencería lila y medias largas con tirantes, que me pusieron luego de drogarme, lo demás parece un cuento de hadas. Esta habitación es un lujo, llena de flores negras, adornos caros y hasta champagne sobre una pequeña mesita. Me siento en la enorme cama, esperando a ver que entre alguien. Y en efecto, una persona llega a la lujosa habitación.

―Y al fin conozco a la famosa Mercedes Becker ―expresa el morocho de ojos verdes que acaba de entrar vestido de traje ―. Un placer ―Besa mi mano cuando se acerca y la suelta despacio ―soy Elián, Elián Ender ―se presenta.

―Entonces, ¿eres quién me mandó a secuestrar? ―Alzo una ceja y se ríe ―No le veo lo gracioso.

―No fui yo, yo solo soy el verdugo que te llevará al matadero, a quién buscas es mi hermana, la líder de Rosa Negra.

Una mujer. Por eso el mundo está tan perdido, vendiéndonos entre nosotras. A veces ni vale la pena luchar por la humanidad.

―¿Por qué la delatas? ―indago.

Camina hasta la mesita y se sirve un poco de champagne en una de las copas que están alrededor de la botella.

―¿Quieres? ―pregunta entonces cuando niego moviendo la cabeza me contesta sobre lo anterior ―En el mundo de la mafia me conocen como "el traicionero" no soy bueno con la lealtad, ningún Ender lo es. Aunque hay que admitir que el crimen organizado se constituye por eso ―Hace una pausa para tomar un poco de su vaso ―"lealtad" ―Se ríe ―. Por eso la Sociedad de las Letras casi se destruyó, porque no se pudieron mantener en pie, ni tener sus bocas cerradas, inútiles ―opina.

―Tarde o temprano todo se paga en esta vida.

―¿Tú crees? ―Apoya su copa y se gira a mirarme.

―Sí, supongo que algo habrás hecho para ser el que le hace los recados a tu hermana.

―Solo nacer último ―No le hace efecto mi burla al parecer ―. Bueno, ¿nos vamos? ―Me agarra del brazo y termino levantándome de la cama.

―Cuando tenga la oportunidad, primero te mataré a ti, y después al comprador, ¿te parece bien?

―Qué bueno que me mandaron a mí a buscarte, otro quizás ya te hubiera golpeado, tienes suerte de que soy todo un caballero.

―Estoy acostumbrada, además la mercancía no se puede arruinar, ¿no? ―Ruedo los ojos.

―Que inteligente ―opina.

Caminamos por los pasillos, no hay ventanas, lo que me hace suponer que estamos en un subsuelo. Llegamos a la sala principal que tiene un escenario, hay un montón de personas sentadas frente a este, en una sillas que se ven bastante refinadas, las personas sostienen unos cartelitos que tienen unos números marcados, lo que da a entender que es la numeración del comprador para resguardar la identidad de cada uno. Corruptos. Oigo dos golpes en el atril del escenario y el subastador me nombra.

―La siguiente señorita se llama Mercedes Becker ―mientras el hombre sigue su discurso, Elián me empuja y dos guardias me agarran, llevándome hasta en medio del escenario ―cabello castaño, ojos miel, oficial de policía, conocida por destruir casi toda una red de trata ¿Dato importante no lo creen? ―Lo miro mal y el presentador se ríe ―Toda una fiera debe ser en la cama con ese carácter ―Gira su vista al público nuevamente ―quién vaya a pedirla debe andarse con cuidado y domarla bien, pero no por eso vamos a buscar un monto bajo ¿Qué les parece si empezamos con setecientos mil?

Perversa Oscuridad: Conquista [#5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora